El emotivo encuentro de Cathy Fulop y su madre en Miami, tras dos años sin verse

Su voz suena frágil y entrecortada. Diez días después de vivir un conmovedor reencuentro con su madre, Cleopatra Gioconda García de Fulop (82) –a quien no veía desde la Navidad de 2016–, Catherine Fulop (53) vuelve a emocionarse al recordar cada minuto que compartieron en Miami. Apenas se enteró de que su mamá dejaba por unas semanas su casa de Caracas para viajar a Estados Unidos y ver a dos de sus hijas –"Cleo", como le dicen sus amigos, es madre de seis mujeres y un varón–, la actriz armó las valijas y partió a su encuentro. "Fue toda una sorpresa para mami, porque mi hermana Jennifer –que vive en Pompano Beach y era quien la recibía en su casa– no le había dicho que yo iba también. No te puedo explicar lo emocionante que fue para mí volver a abrazar a mamá; darle la alegría de estar de nuevo con esa parte de su familia que hace mucho tiempo no veía. Estaba tan contenta. Es que muchos de nosotros vivimos afuera: mi hermana Vicky vive en Clearwater, Florida; Jennifer en Pompano; mi sobrino Jorge Luis con la esposa y los nietos están instalados en Doral y yo en Argentina", dice Cathy, al tiempo que relata que hace siete años no viaja a Venezuela para ver al resto de su familia. "Es muy triste pensar que no tengo la libertad de verlos cuando deseo; antes si quería visitar a mamá, compraba el pasaje y caía de sorpresa. Pero ahora, con este régimen que nos robó el país y nuestra libertad, ya no puedo. Al ser opositora, tengo miedo de ir y que me hagan alguna maldad, como quitarme el pasaporte o pegarme un susto metiéndome presa, o amenazándome con algo. Entonces prefiero evitar eso, con esta gente no tenemos en claro las reglas del juego. Y así estoy, sin ver a mi familia de Venezuela desde hace siete años", revela.

–¿Cómo surgió la idea de encontrarse en Miami?

–Se fue dando de a poco. Además de mis hermanos radicados en Estados Unidos, se sumaron mis sobrinas Tiffany, hija de mi hermana Jazmín, y Stephanie, hija de mi hermana Maribel, que pudieron viajar desde Venezuela y trajeron varios modelos de su marca de lencería, Löps, que lanzaron juntas y con la que están remando a todo pulmón. A ellas se les ocurrió hacer la producción de fotos con la familia en la playa; mamá también se prendió. Al final se quedó en Miami veinte días y después volvió a Venezuela… No le gusta estar tanto tiempo fuera de su casa; necesita sus cosas y la verdad es que está cada vez más grande y le cuesta moverse. De hecho, pudo venir ahora porque viajó con una de mis sobrinas.

–¿Qué es lo que más disfrutaste de tu estadía?

–Lo que más disfruté fue el día a día de estar con ella. El despertarme y verla bajar las escaleras, el poder ayudarla llevándole el vasito de agua a su cama, darle el beso de buenas noches y pedirle la bendición. [Se emociona]. Perdóname que me quiebre así, pero lloro porque no la tengo y ya no sé cuándo nos vamos a volver a ver… Qué triste todo.

–¿Cómo describirías a tu mamá?

–Es una mujer alegre; nosotros éramos muchos en casa y así y todo, siempre se mostró sonriente. Cuando éramos chicos, le gustaba llevarnos todos los fines de semana a la playa, creo que por eso me gusta tanto el mar. Siento que viví en una familia muy divertida; aún hoy entre los hermanos nos reímos mucho y creo que en parte se debe al espíritu con que fuimos criados.

–¿Cuál creés que es el legado que te dejó?

–[Piensa]. Con su ejemplo, mamá me enseñó sobre la humildad y la sencillez. Siempre cuento la anécdota de cómo ella cada vez que visitábamos la casa de unos amigos se ponía a fregar los platos aun a pesar de que los dueños de casa tuviesen una mujer de servicio que los ayudara. Ella se metía igual. Y eso yo nunca lo pude entender, hasta me daba rabia lo que hacía. Y fíjate hoy; yo ya soy grande y hago lo mismo que mamá. Me pongo a la par de la chica que limpia y levanto la mesa en casa de mis amigos. [Risas]. En algunas cosas siento que quiero ser como ella, siempre tratando de ser mejor persona.