La boda de Bruno Barbier: el ex de Juliana Awada se casó con Charlotte Barbotin-Larrieu en París

Casi un mes después de que ¡Hola! Argentina los encontrara en Buenos Aires despidiendo su soltería, Bruno Laurent Philippe Barbier (49) y Charlotte Barbotin-Larrieu (30) sellaron la historia de amor con una boda tan íntima como chic en los magníficos jardines del Museo Rodin de París. El sábado 17 por la tarde, el ex de Juliana Awada y la relacionista pública francesa que lo flechó hace poco más de tres años en Mónaco dieron el sí ante la mirada atenta de Valentina (13) –la hija que el millonario belga tuvo con la primera dama– y unos very few que volaron especialmente desde Buenos Aires y desde distintos puntos de Europa.

UNA AUSENCIA ANUNCIADA

Juliana no pudo asistir a la boda de su ex. Para Bruno era importante que ella estuviera presente, ya que mantienen una excelente relación, pero la primera dama tenía programado acompañar a su marido, el presidente Mauricio Macri a Nueva York, adonde ese mismo fin de semana participó de la 71a Sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. Por eso, en la última visita de Bruno y Charlotte a Buenos Aires, la primera dama los agasajó con una comida en la Quinta de Olivos y después, con un asado en la quinta de Mauricio en San Miguel, a modo de despedida de solteros. Antonia, la hija de Mauricio y Juliana, y hermana de Valentina, le dice “tío” a Bruno.

LOS INVITADOS MÁS RUTILANTES

Quienes sí viajaron para presenciar la ceremonia y la fiesta fueron Marcela Tinayre y Juana Viale, en compañía de Rocco Gastaldi y Ámbar de Benedictis, íntima amiga de Valentina (se conocen del Liceo Francés). Junto a sus mellizos Maximilian y Christian, Pablo y Cathrine Roemmers también cantaron presente. Pierre Casiraghi, el hijo de la princesa Carolina de Mónaco, y su mujer, la aristócrata italiana Beatrice Borromeo –grandes amigos del novio– sorprendieron a todos en su llegada al sofisticado venue sobre la margen izquierda del río Sena.

UNA BODA A LA EUROPEA

Pasadas las seis y media de la tarde, cuando los pocos más de cien invitados estuvieron ubicados en sus asientos, Charlotte caminó del brazo de su padre hacia el altar, donde la esperaba Bruno con una enorme sonrisa. Aunque ya se habían casado por Civil unos días antes en la más estricta intimidad, los novios quisieron “bendecir” su unión ante un sacerdote católico, quien ofició una ceremonia sencilla y emotiva, en la que Valentina tuvo el honor de pronunciar una de las lecturas de la Biblia en francés, que concluyó con calurosos aplausos.

Después del cóctel, que tuvo un atardecer mágico como marco, la comida se sirvió en una carpa montada especialmente para la ocasión. Los recién casados compartieron una gran mesa con sus respectivas familias y la troupe argentina… Y el resto de los invitados se repartieron en seis mesas “a la europea”, ya que a nadie le tocó sentarse junto a su pareja. Tras probar una entrada de mariscos frescos, un plato de pescado y frutillas con crema y blueberries de postre, los hermanos de Charlotte y un puñado de amigos franceses y belgas dijeron unas palabras cargadas de cariño, que llevaron anotadas en sus invitaciones. La pista de baile se inauguró poco tiempo después, cuando una banda de músicos, “armada” con guitarras y tambores, alentó a todos a sumarse a la pista.

Cerca de las tres de la mañana, se fueron los primeros. Siempre atento y educado, Bruno, que tuvo la sonrisa “dibujada” en su rostro durante toda la velada, se encargó de despedir a cada uno de sus amigos, a quienes agradeció por haber venido desde tan lejos y prometió volver a verlos en enero en Punta del Este. Bruno tiene una de las chacras más espectaculares de José Ignacio.

El flamante matrimonio Barbier no zarpará de luna de miel: volvieron a Mónaco, donde viven juntos desde que consolidaron su noviazgo y el lugar en el que planean darla forma a su familia (ya fuentes cercanas a su entorno deslizaron que sueñan con tener un hijo). Por delante, tienen otro festejo en puerta, ya que el lunes 26, Bruno cumplirá 50 años.

• Texto: María Güiraldes
• Fotos: Manuelle Toussant