Norma Aleandro: "No soy una señora seria"
Norma. Y no hace falta aclarar mucho más. Será porque logró todo aquello que una actriz puede proponerse. Por tener una carrera de ideas coherentes, abonada a desafíos estéticos y poéticos. Porque se atrevió a decir cuando no se podía, pagando con el exilio, ese desgarro que marca para siempre. Porque conmovió al mundo con La Historia Oficial y provocó argentinidad al palo, en un país que volvía de las sombras, cuando aquel ya icónico film de Luis Puenzo ganó el Oscar y ella le dijo a la Academia y al mundo: "God bless you". O porque, en esa absurda aspiración de encorsetar, ocupa el inalcanzable casillero de un solo arrendatario: "La mejor actriz argentina". Ostentoso. Como si tal cosa se pudiese mensurar. Simplificaciones con intenciones de agasajo. "Cuando escucho eso, me hace acordar a mi abuelita hablando de mí", dirá Norma Aleandro a LA NACION desde su casa de Belgrano donde transcurre su cuarentena.
–¿Cómo se vivencia esa caracterización que habla de lo excelso de su trabajo?
–No me lo creo, quizás lo dicen porque seré la más vieja.
-¿Le parece…?
–En la calle me dicen cosas muy lindas, me dan ánimo y es agradable, pero no me lo creo. No me lo creí nunca, por suerte. Hay gente que se lo ha creído y se ha caído estrepitosamente al suelo.
–Es un arma peligrosa.
–Es mejor pensar que todavía me falta mucho por aprender.
-En relación a eso, después de tanto hecho y excelso, ¿qué la motiva a formar parte de un nuevo proyecto? ¿A qué debe ajustarse la propuesta para que la deslumbre?
–En primer lugar, es importante con quién lo voy a hacer, quién estará al lado mío y quién será el director. Y, por otra parte, qué tiene de interesante la obra, qué se va a decir.
Sol de otoño
La actriz, que conoce de premios como el del Festival de San Sebastián, atraviesa estos tiempos de confinamiento social junto a su marido, el psicoanalista Eduardo Le Poole, con quien se conoce desde hace 40 años. Y un poco más también. En su refugio de paredes rosadas con aires camperos, en ese Belgrano de casas bajas que, en tiempo de cuarentenas, aún es más silencioso que lo habitual, la pareja disfruta de las plantas que le dan un marco rural al entorno del caserón agreste: "Al vivir en una casa, transitamos mejor la situación que otra gente que vive en departamento y a la que le debe resultar más duro este momento de encierro. Tenemos verde, un pequeño jardín, eso alienta mucho durante el día. Y, además, cada uno sigue haciendo sus cosas: mi marido atiende a sus pacientes por teléfono o a través del video, y yo estoy dibujando y pintando".
Ineludiblemente, está asociada a su vocación matriz en el campo de la actuación y la dirección, pero Norma Aleandro desarrolla el arte también desde otras vías expresivas. Apela a diversos lenguajes para contar y contarse. Desde hace años, escribe, dibuja y pinta. Herramientas que le permiten acomodar ideas y pensamientos. Y lo hace de manera activa. En poco tiempo, cuando la pandemia del COVID-19 atenúe su impacto, algunos de sus dibujos y pinturas serán exhibidos en la Galería Rubbers de Recoleta y también, con buena parte de su producción, la Editorial Fera presentará el libro Confieso que pinto y otras cosas que no pienso confesar: "Mara Parra y Victoria Benaim son las responsables de esta edición. Y Daniela Davidovich, es la productora de este proyecto que me tiene muy entusiasmada. Estoy dibujando y pintando mucho y algo de eso se verá allí".
–¿Qué la inspira?
–Mayormente, mis temáticas están vinculadas al humor. Me interesa eso.
Cuando el lienzo le da una tregua, también la ocupa el intercambio de ideas con el actor Oscar Martínez y el director Claudio Tolcachir, con quienes, hasta el momento de decretarse la cuarentena obligatoria y preventiva, estaba ensayando la pieza Mi abuela, la loca. La obra de Julián Quintanilla está basada en la novela del chileno José Ignacio Valenzuela. El material se estrenará en el Teatro Metropolitan Sura, bajo la producción de Lino Patalano y Pablo Kompel. "Retomaremos los ensayos en cuanto se pueda. Es una obra muy graciosa y tierna. Por ahora, con Oscar y con Claudio nos comunicamos a través del WhatsApp". Mi abuela, la loca será la excusa para que, por primera vez, la actriz comparta el escenario con Oscar Martínez. "Es la historia de un poeta que recuerda a su abuela, con la particularidad que su abuela lo hizo poeta. Es muy interesante como el personaje del escritor va transcurriendo a través del tiempo y siempre con esa abuela cercana"
–¿Cómo es esa abuela?
–Es estrafalaria, fuerte de carácter y dulce. Es curioso, pero a Oscar y a mí, nos criaron nuestras abuelas.
Hija de los actores María Luisa Robledo y Pedro Aleandro, la actriz sabe de giras precoces y noches acurrucadas en camarines. Y de una crianza donde aquella abuela, que hoy es inspiración, la contuvo ante la ausencia laboral de aquellos padres que eran verdaderas figuras de su tiempo.
–Cuando el espectador regrese al teatro, luego de la pandemia, agradecerá este tipo de materiales.
–Me parece que sí. En esta obra está muy claro que es para reírse de principio a final, pero también para conmoverse con esas personas que formaron parte de nuestras vidas, que nos criaron.
La Aleandro habla de humor y, rápidamente, surgen títulos en los que demostró, desde la actuación, que esa tecla también la toca afinada. Cómo no pensar en joyas teatrales como Las pequeñas patriotas, donde interpretaba con precisión hilarante a una tímida y torpe alumna de guardapolvo blanco o algunos de sus relatos en Sobre el amor y otros cuentos sobre el amor. O, en cine, cuando en la película Cama adentro, de Jorge Gaggero, le dio vida a Beba, esa señora paqueta, muy venida a menos, que termina contenida en el conurbano profundo por Dora, su abnegada empleada doméstica. Imposible no pensarla en Cien veces no debo, sosteniendo a esa familia de apariencias pacatas que se desmoronan. El humor para desnudar universos, verdades. "Mi verdadera esencia es cómica. Toda mi vida me ha gustado más hacer humor, pero, me han solicitado, casi siempre, para hacer dramas. He escrito y ahora pinto con humor. Creo que es saludable. Y, en este momento, es lo más importante".
–¿En qué situaciones de la vida el humor ha sido un salvavidas?
–Siempre. Desde ya, hay situaciones que son definitivamente trágicas y sin solución. Pero, en general, a todo le busco el lado más simpático, lo tamizo con humor.
–El arte, ¿puede hablar de cualquier tema apelando al humor?
–Creo que sí, lo hizo Chaplin. Es un intento para recordar que las cosas son relativas, que por algo suceden, que son impulsos para cambiar. El humor sirve para todo eso. Si no se entiende en el momento, sirve para un tiempo después.
–Hablando del tiempo, ¿qué es el tiempo? ¿Qué significado le da?
–Es raro, depende. Hay fragmentos de tiempo que uno los vive como si fuesen diez años. Y hay otros que se alargan. No es igual, para mí, ayer que hoy. El tiempo hace lo que quiere.
–¿La edad no es un tema tabú en usted?
–Digo mi edad, por supuesto.
–No voy a preguntársela…
–Tengo 83.
–Llegar a la madurez con su plenitud física e intelectual, imagino que es una construcción, un trabajo de toda una vida, una consecuencia.
–Es la consecuencia de haber tratado de vivir lo mejor posible, con respeto hacia los demás, y a la propia vida. Qué cosas se hacen desde el pensamiento más profundo, desde la propia ética, moralmente no reprochables. Es mirar para atrás y ver que no le he hecho daño a nadie. Y si he querido hacerle el bien a alguien, lo he hecho. Aceptar la vida como es.
–¿Aceptar la vida como es sería no ir en contra sino acompañar ese devenir, dejar fluir?
–Exactamente. En este momento, estamos viviendo algo que nadie ha vivido antes. Es muy raro. En la historia de la humanidad, jamás se ha vivido algo así. Pero, hay que fijarse en que esto estimula acciones hermosas de la gente, hacerse cargo de los problemas del otro, además de los propios. Es bueno que lo veamos. Hay una frase que no tolero: "La gente es mala". La he oído muchas veces a lo largo de mi vida. Ante eso, me planto: "Malo, ¿quién?". Algunos, en tal caso. En la Argentina, hay mucha gente ayudando hoy.
–En estas situaciones tan extremas aparece lo mejor, lo bien intencionado, y también lo opuesto.
–Sí, pero tenemos que mirar la buena intención de la gente, el compartir. Mi nieto, por ejemplo, vive en Barcelona y sale a la ventana a tocar sus instrumentos todos los días, hace música para la gente. Y no lo digo porque es mi nieto, hay mucha gente que hace esto. Están los que cantan, los que le preguntan al otro si necesita algo. Eso sucede y tenemos que mirarlo claramente porque es grave lo que está pasando. Dar una mano debe ser apreciado por lo profundo que es.
–Jamás se detuvo el planeta a esta escala. La pandemia del coronavirus será recordada y también sus consecuencias sobre mucha gente. ¿Qué es lo que más la inquieta sobre el impacto de este drama que atraviesa fronteras y clases sociales?
–Nunca sucedió algo tan grave, simultáneamente en todo el mundo. Y está produciendo consecuencias económicas graves. Es espantoso lo que le está pasando a la gente que menos tiene. Y eso es algo que se está considerando por primera vez: hasta dónde la pobreza lastima y mata.
–Hay una evidencia mayor de determinados flagelos sociales como la indigencia.
–Queda en evidencia que algo hay que hacer. No se puede no hacer nada, sanitariamente y económicamente, con la gente que no tiene nada.
El faro
En los 70, era una de las actrices que integraba el grupo Gente de Teatro o clan Stivel, como se lo conocía debido a la impronta de su líder, el director David Stivel. Imposible no pensar en la historia de la televisión argentina sin referenciar a ese equipo que era responsable de ciclos como Cosa juzgada. Una época con ficción abundante y prestigiosa, donde la televisión apostaba a los actores. Y las audiencias respondían otorgándole muy buen rating en tiempos donde, desde ya, otro tipo de plataformas eran inexistentes y la oferta ficcional se concentraba en la televisión abierta. Y si aquel clan Stivel era sinónimo de textos profundos, esenciales, también se atrevió al humor antes del recordado Cosa juzgada: "Hicimos Nosotros los villanos, un programa de sketches con Bárbara Mujica, Marilina Ross, Carlos Carella, y Federico Luppi. Todo giraba, de manera desopilante, en torno a unos villanos muy torpes. También recuerdo que, cuando se inauguró Canal 13, María Herminia Avellaneda reunió a un grupo, entre los que estábamos Jorge Rivera López y yo, para hacer Enserio, no tan serio. Se hacía un texto dramático. Y, luego, el mismo texto en en clave de humor. Lo que se había mostrado desde el drama, luego era humorístico. Me gustaba esa televisión. Usted me abrió una puerta enorme, mire de lo que me está haciendo acordar".
–Previo al cese de actividades actual, la oferta de ficción en la televisión argentina era casi nula. ¿Cómo evalúa la calidad de las últimas temporadas de programas con actores?
–Evidentemente, la observo escasa y con cierta ausencia de autores. No porque no los haya, sino porque no los convocan. Peo no creo que la mala televisión dure mucho. Además, tengo entendido que se están armando cosas para después de la pandemia.
Las posibilidades de ver a Norma Aleando en pantalla no abundan. Una buena oportunidad será cuando la señal de Film & Arts estrene alrededor de 40 episodios donde se podrá ver a la actriz leer sus propios textos. "Estando mi nieto en casa, le estaba leyendo a marido un cuento que había terminado de escribir. Cuando concluí la lectura, mi nieto me dijo: "¿Por qué no grabás todos esos cuentos que tenés en papelitos desperdigados?". He editado algo, pero no me he movido para editar más, así que hay mucho material inédito". A partir de la insistencia de ese nieto, consciente de la valía del material y de su abuela intérprete, la actriz grabó cerca de cien textos. "Fue él quien me sugirió subirlos a la nube". Dirigidos por Oscar Ferrigno, hijo de la actriz y del actor Oscar Ferrigno, las lecturas plasmadas frente a cámara para el universo de lo virtual conforman el proyecto Norma en la nube.
Y otros cuentos sobre el amor
–Con su marido, primero fueron amigos y luego conformaron una pareja por demás sólida. En la madurez, y luego de tantos años de convivencia, ¿cómo se resignifica la pasión y el deseo? ¿Qué se modifica en la profundidad del vínculo?
–Estoy sorprendida, y él también. Nunca me imaginé que me iba a pasar esto, de esta forma. Con tantos años, aún nos divertimos mucho, muchísimo. Nos llevamos bien porque nos llevamos bien, no hacemos un esfuerzo. La gente me pregunta: "¿Qué hay que hacer".
–Norma, ¿qué hay que hacer?
–No hagas nada… Buda tenía una frase sobre el amor maravillosa. Decía que "el verdadero amor es como nadar en el océano y encontrar una pulsera que calce perfecto en la mano de uno". Es tan difícil y raro como eso. No tengo idea cómo se hace, me pasó. Y, primero, nos pasó como amigos.
–El amor de pareja, ¿cuándo llegó?
–Ya nos conocíamos como amigos, compartíamos mucho desde ese vínculo hasta que la cosa se transformó. Fuimos compañeros y luego nos casamos. Y nos volveríamos a casar porque la pasamos bien. Lo malo es menos malo y lo bueno es más bueno cuando lo compartimos.
–No todo el mundo puede decir eso…
–He tenido una suerte como la de sacarme la lotería todos los días.
–Con Alfredo Alcón, le sucedió a la inversa. Primero la pareja y luego la amistad, casi una hermandad.
–Hace dos o tres días hablábamos con mi marido sobre Alfredo. Lo queremos mucho. Fue una relación de toda la vida. Lo conocí cuando yo tenía 14 años y entré a Radio del Estado donde él ya estaba. Ahí nos pusimos de noviecitos. Se fue a Europa, se casó, volvió y seguimos amigos. Compartimos cinco años como pareja. Nos separamos de la mejor manera. Cuando inicié mi relación con Eduardo, ellos se hicieron muy amigos. Salíamos juntos. Mi marido tiene mucho humor y Alfredo también lo tiene…
–Habla en presente sobre Alcón.
–Hablo en presente… para mí, tiene mucho humor. Y yo también tengo humor para vivir. De afuera me ven seria, pero no soy una señora seria. Lo pasábamos muy bien juntos. Es un desastre que no esté. Pero los amigos también se van.
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