Rubén Stella: “Llegás a los 70 y sentís que ya no te tienen en cuenta como antes”
El actor reflexiona sobre la vejez, eje de la obra que estrenará esta semana, y recuerda la popularidad que ganó en los años 80 gracias a la ficción Hombres de ley, que tomó por sorpresa a todo el elenco
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Rubén Stella estrena La revancha, que a partir del 8 de este podrá verse todos los domingos, a las 18, en El Tinglado, y que el actor protagoniza junto a Daniel Miglioranza, con dirección de Eduardo Lamoglia. Es una pieza teatral que escribió y que lo interpela: “son dos amigos de 70 años que sienten que no los aprovechan como podrían aprovecharlos”. De la tercera edad, de sus inicios de la mano de Alfredo Alcón, del éxito del unitario Hombres de ley y de su compromiso político y social conversa con LA NACION.

Escribió La revancha hace algunos años, pensando en interpretarla junto con Edgardo Nieva: “Habíamos armado un lindo equipo con el que hicimos La demolición, nos fue muy bien y quisimos hacer otra obra, buscábamos textos y al mismo tiempo empecé a escribir. Un día me senté al lado de mi hijo, Juan Francisco, leyó algo, nos entusiasmábamos y salió La revancha. Con Edgardo la ensayamos, pero nos agarró la pandemia y no pudimos estrenar, aunque ya teníamos funciones vendidas. Y tuvimos la desgracia de que recrudeció la enfermedad de Edgardo y falleció. Como un año después le mandé la obra a Daniel, le conté todo, se sumó inmediatamente, nos juntamos y acá estamos”, cuenta entusiasmado. Y detalla que “la obra transcurre en una plaza, durante seis jornadas, y cuenta la historia de dos amigos de toda la vida, que viven en el mismo barrio y asumieron distintas responsabilidades de acuerdo a los tiempos que les ha tocado vivir, lo que significa que alguna vez tuvieron compromiso político y lo levaron adelante con toda la enjundia de los años 70. Hoy ambos ya están entrando en la tercera edad y sienten que no son aprovechados como podrían serlo. Y ese es el tema de la obra. Nos pasa a todos y es muy injusto. La obra empieza con un soliloquio de Daniel que dice: “viejo, yo sé que no estoy como antes para laburar todo el día, pero tampoco estoy para que me tiren a la basura”.
-¿También te sentís desaprovechado, como esos dos personajes?
-Sí, porque llegas a los 70 y sentís que ya no te tienen en cuenta como antes y entonces decís: ‘qué hago con toda la experiencia que tengo’. Me acuerdo que cuando empecé a trabajar como actor iba a pedir trabajo a los canales de televisión y me decían que no tenía experiencia, a lo que yo respondía que si no me daban la oportunidad tampoco iba a tenerla. Y ahora resulta que tengo demasiada experiencia (ríe). Estamos siempre a contramano. Es parte de la vida, de aceptar las diferentes etapas y que los demás las acepten también. Está bueno darle oportunidad a los más jóvenes pero eso no se trata de tirar a un viejo por la ventana todos los días sino de construir todos juntos. Hay algo en la obra que me gustó mucho escribir y me sorprendió incluso: en un momento mi personaje dice: ‘los jóvenes son los dueños de lo que está por venir y nosotros tenemos la historia en la cabeza, en la piel, en la sangre y entre todos compartimos el presente’. Si esto fuera una articulación adecuada, sería muy armonioso.

Si bien hizo teatro independiente durante muchos años, su debut profesional fue en 1978 con la obra Lorenzaccio, junto a Alfredo Alcón y Rodolfo Bebán. “No conocía a Alfredo pero a través de un amigo hablé con él y me dijo: ‘Mirá, yo te voy a recomendar, total si sos malo el que se quema sos vos’”, ríe. En los primeros años, Stella tuvo que hacer otros trabajos para ganarse la vida hasta que pudo dedicarse exclusivamente a su carrera de actor. “Durante muchos años fui dibujante técnico en una oficina pública, fui taxista, masajista, escribí en una revista médica. Soy un busca. Después de Lorenzaccio recibí el llamado del asistente del director Roberto Durán, que me citó en su estudio y mi sorpresa fue muy grande porque estaban Federico Luppi y Luis Brandoni. Me pidió que me parara al lado de ellos, me preguntó si podía dejarme el bigote y dijo: ‘Bueno, entonces sí’. Y empezamos a ensayar Convivencia, de Oscar Viale, con Betiana Blum y Cecilia Cenci. Con esa obra hicimos dos años ininterrumpidos, con hasta nueve funciones semanales. Después hice La señorita de Tacna con Norma Aleandro, y La Piaf, con Virginia Lago. Estaba emocionado, sentía un privilegio enorme. Después tuve roles más importantes y como siempre digo, hasta ahí compartí éxitos de otros y después empecé a hacer mis propios fracasos (ríe)”, detalla.
Su primera participación en televisión fue un pequeño papel en la novela de Canal 13 Novia de vacaciones, con Víctor Hugo Vieyra, Miguel Ángel Solá y Rita Terranova. “Grabé el día en que se hizo la foto para el programa de Convivencia y yo no estuve, así que los primeros programas salieron sin mi foto”, dice. La popularidad llegó de la mano del unitario Hombres de ley, en el viejo ATC. “Con Norberto Díaz le acercamos a Gerardo Mariani el proyecto de un unitario que se iba a llamar Abogados y finalmente se cambió por Hombres de ley”, detalla.

-¿Cómo viviste esa repentina popularidad?
-La verdad es que no teníamos medida de ese éxito porque nos mentían mucho con el rating. Nos empezamos a dar cuenta cuando, a los seis meses de estar al aire, Federico fue a filmar a Tandil y a su vuelta nos dijo que estaba sorprendido porque todo el mundo le hablaba de Hombres de ley. Al poco tiempo Norberto fue a presentar una película a Entre Ríos y también lo sorprendió que todos le preguntaran por el unitario. Y coincidentemente, yo viajé a Córdoba y cuando bajé del avión, me llevaron al salón VIP. Iba con Marta González y le dije: ‘Se equivocaron, deben creer que soy Arnaldo André’. Y no, Hombres de ley era un éxito brutal y no lo sabíamos. Sentí mucho orgullo y alegría de ser un poco padre de ese proyecto y ese éxito porque lo fundamos nosotros, con Norberto y Gerardo Taratuto, después de haber hecho una obra en Teatro Abierto s82. Por ese entonces empezamos a pergeñar esta idea, hablamos con Mariani, convocamos a Federico, con quien ya había trabajado dos años, y un día lo vi en el canal, le conté del proyecto y se interesó. Es un verdadero orgullo haber tenido una idea y poder haberla llevado adelante, que prosperara y hubiera consideración de mucha gente. Y por otra parte también la felicidad de haber decidido trabajar con gente que tal vez no tenía la oportunidad que se merecía, que trabajaba pero no tenia relevancia. Por ejemplo, el primer trabajo importante de Laura Novoa fue en Hombres de ley.

-Fuiste secretario general de la Asociación Argentina de Actores y secretario de Cultura de la Nación, entre 2002 y 2003 ¿Cómo fue compatibilizar tu vocación como actor con tu compromiso social y político? ¿Esas dos realidades chocaban o pudieron ir de la mano?
-Armonizaban. De hecho, estando en Actores a veces tenía que gambetear algunas propuestas laborales porque había un interés secundario y cuando lo percibía no aceptaba, sobre todo trabajos en el televisión. En ese tiempo prácticamente no hice televisión pero sí teatro, por ejemplo El guapo del 900, en el San Martín, otro gusto enorme que me di profesionalmente. Y mientras estuve en la secretaría de Cultura trabajaba como actor los fines de semana. Hacía eso: cuando me parecía que me buscaban para conseguir alguna otra cosa más que interesarles como actor, no aceptaba. Siempre tomé la gestión como una obligación y no como un privilegio. Siendo secretario general de Actores era el primero en llegar a la grabación, no podía faltar, tenía que saber la letra y estar siempre listo. Y fue lo que hice. Cuando terminó mi gestión en la secretaría de Cultura de la Nación, en mayo de 2003, ya estaba hecha la programación del Cervantes y me llamó un director que tenía un proyecto en ese teatro porque quería que hiciera la obra y le dije que no porque yo había aprobado ese proyecto y no quería que dijeran que lo había aprobado para luego actuar. Me gané un enojo de un gran amigo, Francisco Javier, porque me decía que no era así y yo lo sabía. Entonces le respondí que la gente no lo sabía y que no solo quería ser honesto sino parecerlo. Tengo la conciencia tranquila.
-¿Después tuviste oportunidad de sumarte a otras gestiones o ya no te interesó?
-Después sucedió lo que sucede en La revancha: tenía demasiada experiencia (ríe).
La revancha, los domingos, a las 18 en El Tinglado, Mario Bravo 948
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