¿Cómo empezó la segunda temporada de Big Little Lies?
Nada es lo que parece en Monterrey. La divertida fiesta en la escuela primaria "Otter Bay", con disfraces de Audrey Hepburn y Elvis Presley, con canciones y champagne, terminó con la muerte de Perry Wright (Alexander Skarsgård). Ya desde el comienzo de la primera temporada de Big Little Lies sabíamos que una tragedia y varios secretos recorrían las colinas y las playas de esa región de la soleada California. Pero al llegar al final, varios de los secretos se revelaron y un pacto de silencio se selló entre cinco de las madres de Monterrey, protagonistas y testigos de la brutal caída del marido de Celeste ( Nicole Kidman ) por las escaleras del colegio. Todas ellas fueron interrogadas, todas ellas dieron la misma versión: fue un accidente.
Pero los espectadores vimos la entrada de Bonnie (Zoë Kravitz) cuando Perry atacaba a su mujer, cuando Madeline ( Reese Witherspoon ) y Renata ( Laura Dern ) intentaban detenerlo, cuando Jane ( Shailene Woodley ) descubría en su violento semblante el rostro de su violador. Esa escena confusa y desgarradora era el final de un camino para el calvario de Celeste, para las incógnitas de Jane, para la distancia que separaba a esas mujeres atrapadas en las rivalidades escolares. Unidas en ese instante, en esa instintiva defensa, forjaron un vínculo indestructible, clave de esta segunda temporada que se despliega después de aquel final, que parte de ese secreto compartido que se torna demasiado ruidoso para ser silenciado.
Un nuevo comienzo
Cuando en 2017 comenzó Big Little Lies, creada por David E. Kelley y basada en la novela de Liane Moriarty, la historia tenía un cierre previsto. Sin embargo, lo que iba a ser una miniserie de siete episodios se convirtió en una especie de fenómeno, con buenas críticas y numerosos premios, que hizo que la tentación de continuarla fuera demasiado fuerte. Después de aquel éxito y de la revelación de varios de sus misterios, lo importante era definir los cambios necesarios y decidir las continuidades previstas. Luego del trabajo de Jean-Marc Vallée, ahora Andrea Arnold (I Love Dick, Transparent) aparece como directora de los nuevos episodios. La estética del primero ya augura un estilo menos enfático y más ligero, no tan concentrado en el uso del Pacífico y sus alrededores como metáfora de lo que ocurre en los turbulentos hogares de la región.
Sin embargo, el cambio fundamental es la ausencia de la intriga policial. O, si bien no desaparece del todo, por lo menos su desplazamiento del centro de la escena. Toda la primera temporada se estructuró sobre la investigación de un supuesto crimen y las sucesivas entrevistas a los asistentes a la fiesta, padres y maestros del colegio. Pero ahora ya sabemos quién es el muerto y lo que ha sucedido. Lo que queda es lidiar con las consecuencias. Ya no hay entrevistas sino retazos de aquella noche guardados en la memoria de quienes saben lo que pasó y acordaron callarlo. En cada personaje se manifiesta un efecto y se entreteje una nueva historia.
La culpa de Celeste
Si hay algo que domina en este primer episodio de la segunda temporada es el complejo de culpa que lleva Celeste en su interior. La serie supo abordar el abuso familiar y la violencia doméstica con profundidad y sin efectismo. Ahora, las pesadillas que asaltan a Celeste luego de la muerte de su marido derivan de aquella dolorosa experiencia, en la que se mezclan los recuerdos y los miedos, la culpa y el alivio. Celeste regresa a las sesiones con su terapeuta (Robin Weigert), aquella que la acompañó en la puesta en palabras de lo que estaba ocurriendo, en la necesidad de terminar con ese lazo abusivo. Pero su fortaleza es endeble, su voz quebrada, su memoria preñada de oscuras alucinaciones que combinan aquella dependencia con la culposa liberación. Kidman encarna esos matices de manera impecable.
La serie suma una nueva pieza en esa historia: la aparición de Mary Louise ( Meryl Streep ), la madre de Perry. Ha transcurrido todo el verano y las clases comienzan nuevamente. Los niños inician su segundo grado y Celeste se queda dormida en el primer día de escuela. Quien la despierta es su suegra, su compañía en el duelo y la crianza de los mellizos, quien custodia su sueño y asedia su silencio. "¿Qué pasó aquella noche?", parece preguntarle una y otra vez con solo mirarla. Instalada en la casa y decidida a mudarse a Monterrey, se erige como un inquietante peligro, como una atenta observadora de todo lo que pueda ocultarse a su alrededor.
La personalidad de Mary Louise
La aparición de Streep es uno de los grandes cambios de esta temporada. No solo porque completa el cuadro estelar de las actrices que encabezan la serie, sino porque aporta una fascinante antagonista. Mary Louise es un personaje desconcertante, que habla de su hijo como un hombre pródigo y admirado, que grita por su muerte como parte de una catarsis calculada, que recorre la ciudad como una escurridiza sombra, a sabiendas de que nunca se la espera.
Uno de los hallazgos del primer episodio es el contrapunto con Madeline, a quien parece tomar como su designada rival. Superado el conflicto con Renata -convertida en cómplice desde la noche fatídica-, Madeline cruza armas con Mary Louise de entrada: sus intercambios son afilados, combinan la sospecha y ironía en igual medida, y se convierten en los mejores gags del debut.
La insistencia de Madeline
La última vez que vimos a Madeline en la primera temporada, antes del crimen y sus consecuencias, lloraba vestida como Audrey Hepburn en Desayuno en Tiffany's (1961), apoyada en el hombro de su amiga Jane. En ella también reverberaba la culpa no solo por haber engañado a su marido con el director de la obra de teatro del colegio, sino por su irritante tendencia a la perfección. Pues bien, nada ha cambiado en este nuevo ciclo lectivo para ella: sigue tocando la bocina al llegar al colegio, protestando por quienes se ponen en su camino, obligando a su hija a ir a la universidad pese a su resistencia.
Madeline sigue siendo Madeline y esa es una de las mejores noticias. Reese Witherspoon convierte a su personaje en una aguda disección de ese universo de riqueza y frivolidad, quien puede defender a ultranza a sus amigas y pelear de manera infantil con su ex marido, con una conciencia flexible -es capaz de gritarle a su hija que no le importa la gente sin techo y luego convertirse en adalid de las causas más nobles-, y un humor insidioso. La novedad en su vida, además de mantener el grupo unido y los secretos bien guardados, es su nuevo trabajo como agente inmobiliaria, aunque se la pase hablando por teléfono y desoyendo a sus clientes.
¿Cómo sigue la vida de las demás?
Después de descubrir que Perry era el hombre de sus pesadillas, su brutal violador y también el padre de su hijo, Jane transita con aplomo su presente. Ha conseguido un trabajo en el acuario de Monterrey y corre como siempre a orillas del mar. También se resiste a cobrar los cheques de manutención que le envía Celeste, intentando lidiar con ese extraño e inesperado vínculo que las une para siempre. Sin embargo, un inquisidor comentario de un compañero de trabajo sobre "las cinco de Monterrey" enciende una voz de alerta: ¿está verdaderamente cerrada la investigación por la muerte de Perry? Las dudas de Jane llevan al grupo a reunirse nuevamente en la playa, escenario en el que las vimos despedirse en la última escena de la primera temporada con la tranquilidad del pacto compartido. Ahora, los fantasmas parecen regresar.
Es Bonnie quien parece decididamente afectada por los sucesos de aquella noche. "He matado a un hombre", le recuerda a Madeleine, como si alguna de ellas pudiera olvidarlo. Su sombrío semblante despierta sospechas en su marido y preocupación en sus aliadas. ¿Podrá quebrarse y decir la verdad? Mientras tanto, Renata celebra con una producción fotográfica su lugar de mujer de negocios en la edición de una revista. Dern consigue escenificar en ese radical comportamiento, en los colores de su vestuario y la festividad de su tono, la exacta contracara de esa aura impenetrable que define a Bonnie, que la sumerge en la apatía y la introspección.
Puesto a punto el presente de cada una de las protagonistas y de la estelar integrante de este nuevo escenario, los interrogantes que se abren a futuro son varios. El primero es qué ocurrirá con la investigación de la muerte de Perry. ¿La detective Quinlan (Merrin Dungey) volverá a la carga con sus sospechas, las que dejó bien claras al final de la primera temporada? La culpa se manifiesta en diversas formas en cada una de las madres de Monterrey, desde el tormento hasta la extravagancia. Las vidas de cada una de ellas se ven afectadas por el crimen y el silencio, y solo queda develar de qué manera. Los augurios para este nuevo viaje no pueden ser mejores.
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