El ascenso y la caída, Tevez y Monzón, dos biopics que marcan la época
Dos Carlos. Dos campeones. Dos historias de vida. Dos éxitos imprevisibles en la pantalla. Y dos desenlaces completamente opuestos: el ascenso y la caída. Las series, Monzón, sobre el boxeador Carlos Monzón, y Apache, la biopic del futbolista Carlos Tevez, lograron combinar con un resultado notorio el juego permanente, casi al límite, entre la realidad y la ficción. Los números de audiencia y las críticas corroboraron que los relatos biográficos poseen hoy un atractivo fenomenal en el streaming y la televisión, incluso, sin demasiadas revelaciones y con pormenores más o menos conocidos. Al parecer, la reinterpretación, los condimentos de fábula y la escenificación de los acontecimientos hacen brillar como nuevo y fresco aquellos capítulos de la historia que para muchos ya no tenían novedad. El lunes pasado, en Space se emitió el duodécimo capítulo de Monzón, con la escena donde está por comenzar el juicio contra el boxeador por el asesinato de Alicia Muñiz en Mar del Plata. El final, la caída del campeón sobre el ring de la vida. Desde que se conoció la producción de Monzón, concentrada en el hecho aberrante del femicidio, con flashback sobre sus inicios en el boxeo y la gloria deportiva que llegó a alcanzar, se planteaban muchas conjeturas y dilemas. ¿Cómo podía un relato contener todas esas facetas sin descuidar el peso social de alguna de ellas? El desafío parecía grande y con un destino casi seguro de naufragio argumental, como estamos acostumbrados. Sin embargo, tanto los guionistas, el director y, sobre todo, los actores lograron una composición tan natural, ajustada y espontánea que lograron abrir nuevas preguntas sobre los hechos que ya se conocían. Otro interrogante era cómo iba a funcionar Monzón, un personaje de otros tiempos, en un contexto de nuevas audiencias donde los boxeadores ni siquiera detentan como deportistas la mística de antes. No obstante, la serie logró sortear esa trampa temporal y emocional con una narrativa concentrada en detalles intrincados (la relación de Monzón con su abogado, por ejemplo) que nunca caducan.
En el otro extremo de Monzón está Apache. De la tragedia pasamos a la victoria. Si los primeros pasos de las producciones argentinas especialmente realizadas para Netflix no fueron del todo gratificantes (Edha), lo de Carlitos parece ser todo lo contrario. En ocho capítulos sobre su infancia en los ásperos pasillos de Fuerte Apache hasta sus primeros pasos en Boca, hasta su debut en primera división, la serie logra una ficción sobre un segmento social en los noventa más allá de la historia épica puntual del famoso futbolista. Es un barrio. Es la violencia. Las pandillas. La droga. El esfuerzo de los trabajadores que hacen todo por sus hijos, por tener algo en la vida. La línea narrativa es más parecida a la de un western que a la de la típica biografía. A esta altura, el director, Adrián Caetano, es casi un arqueólogo cinéfilo de los mundos marginales urbanos. De todos modos, en Apache el director elige perder un poco de esa estricta visión contextual de la realidad en favor de un cuadro de acción y emocionalidad más global y abarcativo. El elenco, con Balthazar Murillo, Vanesa González, Alberto Ajaka, logra recrear de una manera magistral el núcleo emocional de una historia de superación sin caer en clichés, pero sin perder golpes de efecto necesarios para el gran público. En ese equilibrio, Apache se hace fuerte y eleva aún más la leyenda del ídolo en la cancha.
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