¿Amaba Chejov a los perros?
Un erudito ruso, Zinovy Zinik, ha pasado su vida estudiando vida y obra de Chejov, y en un artículo en una revista literaria inglesa se ocupa de la relación de su ilustre compatriota con los perros. Empieza, como es natural, por el famoso cuento "La dama del perrito", varias veces dramatizado y también llevado al cine. La acción del cuento transcurre en Yalta, en Crimea, donde fue a vivir Chejov en procura de alivio para la tuberculosis. Zinik dice que justamente él estaba, hace poco, pasando unos días en Yalta y leyendo "La dama del perrito" traducido al inglés, cuando advirtió que la mascota de la protagonista, un pomerania, si bien sirve de pretexto para que Gurov entable relación con Anna y se convierta en su amante, desaparece (el perrito) en la segunda página y nunca más se sabe de él. Salvo cuando, más adelante en el relato, Gurov busca a Anna en la ciudad donde ésta vive y ve salir de su casa a una señora anciana con un perro, pero no está seguro de que sea el mismo y lamenta no recordar el nombre del animalito. "Desde el punto de vista del lector -comenta Zinik- es como si el perro se hubiera perdido, vuelto vagabundo."
Esto lo lleva a preguntarse por qué en la Yalta contemporánea no se ven perros vagabundos, y se entera de que, en vísperas de una visita oficial del presidente Putin, todos los callejeros fueron deportados, no se sabe adónde. De ahí, el autor de la nota nos remite a la casa donde vivió Chejov en Crimea, hoy convertida en museo, cuyo director, Gennady Shalugin, informa a Zinik que un turista japonés robó el cepillo de dientes del escritor, razón por la cual todos los objetos han sido ahora resguardados en cajas de cristal.
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En "El jardín de los cerezos" (1903) aparece en escena un perrito amaestrado, encargado de ejecutar algunas pruebas, mientras su dueña, la institutriz inglesa Charlotte, extraviada en el mundo de los sentimientos eslavos, confiesa su desolación. Otro perro figura en la narrativa chejoviana: Kashtanka, cuyo nombre da título a uno de los cuentos, la historia de una perrita mestiza sometida al maltrato de un carpintero borracho que la pierde en una de sus excursiones etílicas por la gran ciudad. Kashtanka es recogida por un artista de circo, que le enseña a hacer pruebas y la convierte en una atracción muy festejada por los chicos. Pero una tarde, en plena función, Kashtanka reconoce en el público a su antiguo dueño y, saltando sobre el cerco de la pista, abandona los halagos del teatro y vuelve a los brazos, no muy afectuosos, del carpintero.
Otro dato curioso: Chejov, que se recibió de médico y ejerció la profesión, tuvo una pareja de perros, a los que llamó Bromuro y Quinina. El nieto de ambos fue mascota de Vladimir Nabokov, quien se lo llevó consigo al exiliarse después de la revolución de 1917, y lo sepultó en Praga, donde su tumba suele ser visitada por los admiradores en pos del itinerario del autor de "Lolita". Volviendo a la casa de Chejov en Yalta, Zinik cuenta que, hacia 1990, el personal encargado del museo se declaró en huelga por atraso en el pago de sueldos, y el director, Shalugin, debió hacer la ronda desde el anochecer hasta el alba, acompañado tan sólo por su perro salchicha. ¿Por qué la mención del salchicha? Porque de esa raza eran los perros que Chejov tenía en Moscú, con los cuales fue a menudo fotografiado y a los que abandonó a su suerte al mudarse a Crimea. "Se volvieron callejeros y se murieron de hambre", asegura Zinik.
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