Como una matrioska, un biodrama profundo
Papushkas. Libro: Melisa Freund. Dirección: Melisa Freund y Analía Mayta. Intérpretes: Melisa Freund y Julio Marticorena. Diseño espacial: Lola Gullo. Vestuario: Ana Julia Figuera. Arreglos musicales: Sebastián De Marco. Iluminación: Ricardo Sica. Asistencia de dirección: Carla Fontao. Teatro: La Pausa, Corrientes 4521. Funciones: sábados, a las 19. Duración: 50 minutos. Nuestra opinión: muy buenas
Para aquellos que pertenecen a la colectividad judía o, al menos tengan las tradiciones de ella a mano, esta obra calará hondo. Para quienes no, también. Porque aquí de lo que se trata es de presenciar, y de muy cerca, el encuentro que la protagonista añora tener con su padre que murió hace apenas un año. En esa imposibilidad en lugar de la resignación, Melisa Freund elabora este texto bellísimo, lo protagoniza y con la colaboración de Analía Mayta lo dirige. Se trata de algo muy íntimo y privado pero que tiene una potencia teatral y poética fuerte. Para representar al padre se suma Julio Marticorena que, según cuentan, ya ha hecho de su padre en alguna oportunidad así que le será sencillo. No, de sencillo no hay nada ahí. Rememorar a un amigo en escena es arduo, mucho más aún si se trata de un amigo que ya no está y ni qué hablar si hay que compartir escenario con su hija que, entre otras emociones, lo extraña a rabiar. Y entonces la emoción se siente doble.
Papushkas es prácticamente un biodrama, contiene la biografía de la propia actriz junto a la de su padre, Juan Freund, también actor, director y dramaturgo como ella. Hay referencias precisas a sus cotidianidades y a sus costumbres; pero tiene además unos cuantos componentes escénicos que hacen que no sea un mero relato pasado y verídico sino una historia bella, emotiva que merece ser vista y escuchada. En medio de la escena, cuelgan sogas con broches que en lugar de ropa tienen recuerdos, fotos, postales, banderas, a lo largo de la pieza algunos de esos recuerdos se mencionarán. Una iluminación teatral precisa que por momentos es triste y lúgubre y en otros cálida y familiar, unas grandes actuaciones y una historia que comienza, tiene un desarrollo que desemboca en un final triste, tan triste como los finales de las vidas mismas: un inexorable camino hacia la muerte.
De entrada Melisa Freund se presenta y cuenta con una emoción sincera que este es su propio kadish. Para quienes no tengan tan a mano su definición, con sensibilidad narra que el kadish es uno de los rezos principales de la religión judía que estrecha lazos con generaciones y que este, creado por ella misma, se trata de un ritual para conectarse con su propio padre. Entonces comienza la acción. Será triste, es claro. Por su tono, porque aquí hay olor a pasado y porque en la mirada de Freund está el dolor por el duelo que todavía atraviesa.
Empieza por dónde debe empezar esta historia: de adelante para atrás, de aquel día en que murió su padre hasta llegar a la niñez de este hombre que las pasó todas. Sobreviviente del exterminio nazi, Freund palpó de cerca el desamparo, la injusticia más horrible de todos los tiempos, la amenaza constante pero sin perder la voluntad por la felicidad. Es lo que su hija narra con orgullo y nostalgia. Dividida en seis episodios, Papushkas es una historia dentro de otra, como en un juego de infinitos espejos o como las matrioskas rusas conocidas por todos. Para llegar al final de la historia de Juan que se convierte en la historia de Melisa.
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