
Cyrano, un vodevil francoargentino
Cyrano. Un vodevil francoargentino. Texto y dirección: Pablo Bonta. Interpretes: Enrique Iturralde, Diego Freigedo. Vestuario: Alejandro Mateo. Iluminación: Magalí Acha. Tratamiento musical: Fernando Aldao. Asistente de escena: Dolores Guzman, Sofía Bonta. Sala: Teatro del Abasto (Humahuaca 3549). Funciones: jueves, a las 21. Duración: 60 minutos.
Nuestra opinión: bueno.
Un destacado director francés llega a Buenos Aires para montar Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand, en una sala oficial. Un obligado casting lo lleva a elegir a un actor del teatro independiente deseoso por trabajar en ese teatro emblemático y, además, de la mano de tan prestigiosa figura del medio escénico internacional.
Así comienza un rico juego dramático en el que se desarrollan diferentes cuestiones que hacen al mundo del teatro: cómo abordar un clásico, cómo relacionarse con una supuesta estrella del teatro francés, cuáles son los mecanismos que el actor deberá poner en práctica, no sólo para lograr un papel sino para sostener una relación con ese realizador, cómo abordar un texto de características tan singulares.
En escena, el proceso va adquiriendo vitalidad a medida que los roles de ambos personajes van definiéndose y la relación se consolida entre exigencias del maestro y algunas torpezas del intérprete. Resulta muy atractiva esa construcción que los actores alimentan en todo momento y que posibilita reconocer la verdadera pasión a la hora de poner en marcha un proceso teatral. Claro que en esta puesta de Pablo Bontá hay muchos guiños que la comunidad teatral porteña reconocerá fácilmente.
Si en un comienzo la pieza se desarrolla a través de un entramado de situaciones divertidas, poco a poco, esa ficción irá dando lugar al verdadero texto de Rostand, y allí el juego se amplía y los intérpretes deberán ingresar en otro campo dramático, donde la teatralidad tendrá otras cualidades.
En este apartado, y ya sobre el final, la interpretación de Diego Freigedo no alcanza en plenitud la dimensión que su Cyrano exige, aunque tampoco ese desafío le resulta extraño: logra introducirse, aunque tímidamente, en el mundo de su personaje y lo sostiene. Es muy destacada la interpretación de Enrique Iturralde, en el rol de ese director exigente que termina hasta teniendo algunos gestos de afecto hacia su actor.




