
De maestro a señor director
Herencias y objetivos del nuevo responsable del Ballet Estable del Teatro Colón
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Con mucha expectativa y una gran responsabilidad comenzó 2007 para Raúl Candal: valorizada figura de la danza nacional, es el flamante director del Ballet Estable del Teatro Colón, sucesor en el cargo de Oscar Araiz. Expectativa, claro, porque seguida a la sorpresa que le provocó la convocatoria, y a continuación de su “Sí, acepto”, se abrió frente a él la opción de jugar un nuevo rol. Responsabilidad, sobre todo y en múltiples tareas, que lo llevó a “tomar riesgos” y dejar la docencia para “focalizar la energía” -como a él le gusta decir- en una sola tarea.
Delgado, con paso firme y una cabellera tan abundante como la que lucía en escena durante sus brillantes años de primer bailarín, Candal camina los pasillos de un teatro quieto: el verano detuvo aún más el ritmo aletargado que el Master Plan le impuso al Coliseo. Allí todos lo conocen. Con todos se saluda. Y el afecto se trasluce sincero. Porque antes, mucho antes que hoy, pasó más de dos décadas en ese edificio -donde también tuvo a su cargo el Instituto Superior de Arte (1991-1992)-. Porque en esta historia, parece, los recuerdos permanecen vivos. “Tanto sea la emoción como la transpiración, los ideales o los sueños, siempre hay un pedazo de uno que se queda en algún lugar del teatro. Si bien es cierto que me preparé para terminar mi carrera e irme cuando aún estaba bailando bien para seguir en la docencia, a lo mejor también me fui preparando de a poco para este rol”, aventura.
Si hace unos años Candal declaraba que no estaba en el Colón porque nunca lo habían convocado y que, en el caso hipotético de que lo hicieran, se sentía preparado para manejar cuestiones artísticas, pero no aquellas administrativas que le generaban tanta reticencia, evidentemente las cosas han cambiado. Primero, porque no esperaba la propuesta: “Nunca vine a pedir nada, ni a presentar ningún proyecto de dirección, pero se planteó hacer una transición equilibrada y armoniosa entre la gestión de Araiz y la mía y pedí un tiempo para pensarlo”, comenta. En ese lapso, este coreógrafo y docente de referencia en el ámbito de la danza clásica tomó “una decisión difícil, en una instancia con varios escollos, sobre todo, porque el ballet va a funcionar fuera de su ámbito natural”.
-¿Cómo evaluó la propuesta?
-Pasó un tiempo prudencial desde mi retiro [1994] y en este momento las cosas se dan para que pueda aportar mi experiencia y las enseñanzas de mis maestros, que tuvieron la generosa contribución de hacerme crecer. Es como pasar un poco la posta. Hay mucha gente joven, muy talentosa, a la que todavía le falta encontrar una buena línea de trabajo. Creo que uno es más rico cuanto más da y la necesidad de ser maestro -porque de alguna forma estar frente a la compañía es enseñar- es lo que me motivó.
Más allá de las tareas artísticas, esas que generan desafíos y se realizan con el motor de la pasión, el director del Ballet Estable tiene otras funciones... invisibles. “Es una combinación multifacética -define Candal-, hay que hacer mucho de lo que va detrás del espectáculo, colocado en el escenario. Es bastante más complicado que lo que la gente ve.” Desde lo puramente administrativo y la contratación de colaboradores, pasando por cerciorarse de que estén los trajes, la escenografía y las luces hasta elegir los repartos y definir la programación, allí está el director. En este caso, acompañado por Cristina Ibáñez, Silvia Bazilis -con quien formó una pareja antológica- y Alejandro Totto. “Creo fundamentalmente en los equipos de trabajo, que debe haber un orden, una cabeza que fije una línea, pero en equipo”, determina.
El primer paso -y elemental- ya está dado. Candal armó una programación 2007 de manera “muy exprés” y con importantes limitaciones, en la firme convicción de seguir una línea clásica profunda y mantener a la compañía activa y en crecimiento. “Lo más difícil fue encontrar programación para usar la mayor cantidad de gente en escenarios chicos [la temporada se desarrollará en los teatros Presidente Alvear y Coliseo]. Volvimos al esquema de mi época: un clásico de apertura, cuatro pas de deux, un cierre con un ballet de carácter. Creo que se resolvió de la mejor forma, que el cuerpo de baile se va a poder mostrar ampliamente", aprecia el flamante director, subrayando la idea de que éste es un año de transición. Con gran expectativa, enseguida, anuncia una serie de presentaciones que aún no están escritas en la agenda oficial del año: “Están muy avanzadas las gestiones para que el Ballet del Colón le haga una despedida a Julio [Bocca] en el Luna Park. Una figura tan importante merece un homenaje. Y en algún sentido significa también acercar las partes”, considera como toda apreciación en retrospectiva sobre la relación entre la compañía y el bailarín.
-¿Qué herencia recibe de Araiz?
-El trabajo de Oscar derivó en coreografías un poco más neoclásicas. Me parece que era como tener dos compañías en la misma cuerda, porque si bien su trabajo es estupendo, ya hay una compañía de danza contemporánea, la del San Martín, y lo hace muy bien.
-¿No habrá espacio para obras contemporáneas, entonces?
-Sí, las vamos a abordar, pero el foco no va estar puesto ahí. En este momento, apuntamos a cosas más clásicas, volver a las fuentes.
A Candal siempre le gustó bailar para el pueblo argentino. Pero al margen de su trayectoria con las zapatillas puestas (antes, sobresaliente gimnasta, fue durante cinco años consecutivos campeón nacional), en la última década el nombre del ex director del Ballet Sub-16 se pronunció como el de un gran maestro. En esa dedicada misión de transmitir sabiduría encontró del otro lado a bailarines que hoy integran el cuerpo de baile del Colón, sobre el que opina: “El Ballet está pasando por una etapa complicada porque hay gente de mi edad [Candal tiene 54 años], otros muy jóvenes y un bache generacional importante. Lamentablemente, todavía no se resolvió una buena jubilación, lo cual es una barrera para el intercambio generacional. Y la danza clásica es fundamentalmente para jóvenes”.
-En el contexto general en el que asume, ¿cómo observa que está la escena de la danza?
-La danza clásica está atravesando una etapa difícil en el mundo, porque cada vez hay menos gente que se interesa por bailarla. La idiosincrasia de las nuevas generaciones hace que el pensamiento no vaya tanto hacia el clásico, porque lleva mucho tiempo y los chicos quieren todo, como la comida rápida, microondas.
-Con esas razones es difícil que pueda revertirse la tendencia...
-Sí, es cierto. Mi idea es que la fantasía de los chicos cambió. Es muy difícil que hoy una nena tenga la misma ilusión de antes, que podía estar cercana al cuento de hadas, a que la princesa se despierte con un beso. La fantasía empieza a pasar por otro lugar, por la computadora, por la imagen digital, por la velocidad... En Europa, todavía, salís a 20 kilómetros y ves castillos, tenés otra historia, lo podés dimensionar, pero acá es poco probable que a un chico le cierre el cuento del príncipe.
Constanza Bertolini





