
Demarcy-Mota: con hambre de teatro
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A los 17 años, un joven Emmanuel Demarcy-Mota (padre francés, madre portuguesa) formó su propio grupo de teatro con sus compañeros del liceo Rodin. Para él, fue algo natural. O, por lo menos, así lo explica: "Nací bajo la influencia de Mayo del 68 y la revolución portuguesa de 1974 que acabó con la dictadura. Me formé en medio de un movimiento social, cultural y artístico en el cual el teatro era entendido como un servicio público, como un lugar de encuentro democrático en el cual se podía criticar al poder".
Con aquel grupo de teatro, algunos de los cuales forman parte de su actual equipo de trabajo, se quedaba ensayando en el liceo hasta altas horas de la noche. Una tarde le pidió a la directora de la escuela las llaves del establecimiento para quedarse con su gente hasta tarde. También le pidió dinero para poder bancar al trabajo. La directora aceptó. El primer espectáculo que montó fue Calígula, de Camus . La protagonizó él.
A los 26 años, tocó la puerta de otro despacho. Esta vez, la de un señor representante del gobierno francés. Le dijo que quería dirigir un teatro oficial en donde crear varios colectivos de artistas para hacer un trabajo interdisciplinario.
Mal no le debe haber ido. En 2001, fue nombrado director de la Comédie de Reims. Ahí aprendió a lidiar con la estructura de funcionamiento de un gran centro dramático, con los papeles, con sus burocracias. Luego de 8 años de trabajo allí le ofrecieron, ya no tuvo que tocar la puerta de ningún despacho, la dirección del Théâtre de la Ville de París, el templo de la danza contemporánea de la capital francesa. Ahí tiene a su cargo 170 empleados. Realiza 100 obras de teatro, danza y música por año. En la última temporada el Théâtre de la Ville tuvo una media de 270.000 espectadores anuales. Su objetivo inmediato es llevarlo a los 300.000. También es director del Festival de Otoño el que, en la última edición, contó con montajes de Bob Wilson, Romina Paula y Mariano Pensotti. También fue condecorado como Caballero de la Legión de Honor de Francia.
De joven, Emmanuel Demarcy-Mota pensó que su vida iba a transcurrir entre las playas portuguesas, sus estudios de filosofía, ensayos de teatro en Francia y partidos de tenis con amigos. Al parecer, algo le salió mal. O, quizás, muy bien.




