Dulce pájaro de juventud: un drama social con el sello de Tennessee Williams
Autor: Tennessee Williams / Traducción: Cristina Piña / Intérpretes: Beatriz Spelzini, Sergio Surraco, Carlos Kaspar, Malena Figó, Victorio D'Alessandro, Pablo Mariuzzi, Maby Salerno, Pablo Flores Maini, Gastón Ares, Sebastián Dartayete / Pianista: Pablo Viotti / Música original: Axel Kryeger / Escenografía: Daniel Feijoo / Vestuario: Mini Zuccheri / Iluminación: Claudio Del Bianco / Asistencia de dirección: Mauro J. Pérez, Lucía Cicchitti / Dirección y puesta en escena: Oscar Barney Finn / Teatro: 25 de Mayo (Triunvirato 4444) / Funciones: jueves a domingos, a las 20.30 / Duración: 90 minutos / Calificación: buena.
Escrita sobre el final de la década del 50, Dulce pájaro de juventud es una pieza menor dentro de la producción del reconocido dramaturgo estadounidense Tennessee Williams. De ahí que no se represente con frecuencia en la Argentina y tampoco en el exterior. Aunque la anécdota central resulte elocuente no sucede lo mismo con la historia paralela que aparece y que involucra a un grupo familiar con personajes poco desarrollados y cuya cabeza, el político Finley, tiene un modo de operar severamente corrupto y racista.
Como en otras de sus obras, Williams hace eje en una pareja de perdedores. Alexandra del Lago es una actriz que ha tenido un importante momento de esplendor en Hollywood, pero que, en el presente de la escena, no puede aceptar que ha perdido espacio y menos aún que ha envejecido. Chance Wayne, un gigoló con veleidades de artista, hace las veces de asistente de esa mujer con la intención de que ella no solo lo mantenga económicamente, sino que le posibilite ingresar, por la puerta grande, al mundo del espectáculo.
Después de un supuesto fracaso cinematográfico de la actriz, ambos escapan de la gran ciudad para refugiarse en una pequeña población de Mississippi, de donde es oriundo Chance y de la que escapó corrido por los familiares de una noviecita de quien sigue enamorado. La que casualmente es hija de Finley.
En la ajustada versión que dirige Oscar Barney Finn la intención no solo está puesta en mostrar la relación de los protagonistas, sino que, además, el creador hace especial foco en el mundo social y político que dominaba el sur de los Estados Unidos en tiempos en que fue concebida la obra.
Así, a la decadencia moral de la época se contrapone la de esos protagonistas que aparecen sumidos en la frustración, la soledad, el descrédito. Han perdido el rumbo y el tiempo -siempre el tiempo en Williams- no hace más que iluminar la desesperación con la que viven.
Al frente de un elenco heterogéneo, pero que se mueve con corrección, Beatriz Spelzini y Sergio Surraco recrean a Alexandra y a Chance de maneras muy opuestas. Spelzini opta por mostrar a su personaje sumido en una profunda oscuridad. En su interpretación no permite reconocer que esa mujer ha tenido un pasado exitoso y por eso le duele tanto su actual realidad. Ella -y este es un camino posible- solo se aferra al doloroso presente y eso hace que el espectador no pueda apreciar otras aristas de esa criatura.
Por el contrario, Surraco compone a su personaje exponiendo todos sus dobleces. Sus contradicciones, sus bajezas, sus mentiras, son proyectadas por un cuerpo que mantiene intacta una luz primaria que es aquella que le hace creer que algo va a poder, aunque la realidad le demuestre continuamente lo contrario. En este espectáculo, si Alexandra se permitiera, por algunos instantes, dejarse modificar por la locura de su compañero de ruta, algo de la relación adquiriría otra dimensión y ella como personaje alcanzaría cierto brillo.
Si bien a Dulce pájaro de juventud se le nota el paso del tiempo, aún permite reencontrarse con el estilo de un autor que sigue siendo muy significativo en la historia del teatro contemporáneo.