En busca de un hilo conductor
Tigrou . espectáculo presentado por la compañía InnovaCirco Entertainment Boutique. Música: Sebastián Verea. Coreografía: Margarita Fernández y Leonardo Cuello. Diseño de coreografías aéreas: Natalia Villanueva y Alejandra Reyes. Vestuario: Susana y Teresa Sotto. Libro y dirección: Pablo Pérez y Leonardo Cuello. En el Showroom Copacabana, del hotel Conrad, Parada 4 de Playa Mansa, Punta del Este. Todas las noches, a las 21, hasta el 25 de febrero. Entradas: de 15 a 35 dólares.
Nuestra opinión: bueno
PUNTA DEL ESTE.- Desde la irrupción internacional del Cirque du Soleil, e incluso antes, cada vez resultan más recurrentes las presentaciones teatrales de acróbatas y bailarines que trabajan muy plásticamente coreografías aéreas y terrestres, con cintas y gasas en propuestas sugerentes donde el vestuario y la iluminación ponen lo suyo.
InnovaCirco es una compañía argentina itinerante, con una agenda internacional apretada, especialmente en Europa. Casi desconocida en nuestro país, ha preferido desembarcar en este balneario en el presente mes de febrero con trece funciones consecutivas (todo un récord) en el Conrad.
La ocasión es más que propicia ya que está estrenando su primera producción teatral: Tigrou . Se trata de la historia de un niño perdido en el bosque que responde a ese nombre. Ambientada la obra, supuestamente, en un pueblo europeo del siglo XIX, el arribo de Tigrou a un castillo desata una serie de sorpresas entre sus habitantes.
Bordar las partes sueltas
A lo largo de trece números, los catorce artistas de InnovaCirco -la parte neurálgica de un staff de más de cincuenta personas-, apelan a todo tipo de disciplinas (danza, malabares, acrobacias, destrezas físicas) para atrapar el interés del público con climas diferenciados y bien visuales.
Van de la emoción a la comicidad y de la depuración estética en los movimientos y en los colores y calidades de las telas con las que bailan y juegan (se lucen Constanza Sommi y Micaela Monzón) a la participación de unos pocos espectadores en un sorprendente e inofensivo número, bien pilotado por David Ostansinky. Yendo a lo más estrictamente circense Daniel Quiroga maneja los hilos de un simpático clown con eficaz dominio de la mímica; Ariel Martínez y Pablo Morizio asombran con las esferas transparentes que hacen rodar de un cuerpo a otro como si las tuviesen adheridas a ellos, en tanto Javier Davis le da vida e impulso a una rueda de grandes proporciones con la que va y viene simbióticamente por todo el escenario.
Un zancudo, contorsionistas y un trapecio que se bambolea en lo alto también se dejan ver en armónicos cuadros que se suceden acompañados por música grabada a la cual no le vendría mal un par de toques que le otorguen mayor personalidad, matices y carácter.
Como individualidades, los números son llevaderos y gratos, pero la conexión entre ellos no existe o es demasiado débil. Si no fuese por la información argumental incluida en el programa de mano sería muy difícil para un espectador desprevenido hilar la historia de Tigrou, el personaje supuestamente principal, de aparición más bien esporádica y sin peso escénico relevante.
El aparatoso nombre de la compañía -InnovaCirco Entertainment Boutique- devela la atención marketinera exagerada sobre lo exterior. Queda por resolver todavía dar mayor sustancia y un mejor bordado a las partes sueltas, conectando, como se anuncia en la información previa vertida en el mencionado programa, con el mundo mágico de los viejos y más célebres cuentos infantiles.
Los artistas y sus comprobados talentos puestos de manifiesto sobre el escenario están más que capacitados para responder a ese desafío.
Falta, pues, una idea de mayor profundidad que los abarque y los aproveche mejor a todos, única manera de darle mayor densidad a un espectáculo que por momentos se vuelve frágilmente vaporoso.





