
En tren de soñar
Corina Fiorillo dirige esta obra de Rovner sobre los sueños y los soñadores
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En tren de soñar / Dirección: Corina Fiorillo / Autor: Eduardo Rovner / Intérpretes: Alejo Mango, Luis Gasloli, Violeta Zorrilla / Diseño de escenografía: Julieta Risso / Música: Rony Keselman / Vestuario: Julieta Risso, Matiana Perez Cigoj / Iluminación y fotografía: Soledad Ianni / Coreografía y entrenamiento corporal: Mecha Fernandez / Asistente de dirección: Ana Tollo / Sala: Teatro Sha (sarmiento 2255) / Funciones: domingo, a las 19 / Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: muy buena
El tópico del soñar se ha tocado de maneras diversas a lo largo de la historia del arte y de la filosofía. Pasando por un inconsciente desconocido, entrando en el surrealismo como modo de llevar lo soñado a la obra, recursos para finalizar una historia que se venía enredando más de lo deseado y la lista parecería no tener fin. Sin embargo, Corina
Fiorillo sube a escena una obra de Eduardo Rovner que es por demás original, un costado del sueño poco explorado y que tiene mucho jugo.
En tren de soñar comienza con dos personajes en escena (Luis Gasloli y Alejo Mango) que esperan un tren. En esa espera que se hace larga, la interacción entre los personajes es inevitable y entonces comienza la historia.
Uno de los dos es músico, toca la trompeta, no muy bien, parece más un deseo que otra cosa, y se parece a Louis Armstrong.
El otro es un perfecto Casanova, un seductor por naturaleza que tiene consigo todos los recursos para una excelente conquista. A esta dupla se le suma la tercera integrante (Violeta Zorrilla), que aparece cada vez que los relatos de uno y otro la necesitan.
Y entonces se convierte en bailarina, luego en payasa, en femme fatale.
A lo largo de la obra nos vamos dando cuenta de que estos dos extraños personajes, sin tiempo ni espacio, que no sabemos de dónde vienen ni hacia dónde van, son justamente los actores de los sueños del sujeto soñador que los va necesitando en diferentes partes del mundo para poder cumplir con sus roles. Y es que en tren de soñar vale todo, para qué escatimar si es gratis, entonces viajan de Italia a cualquier parte del mundo en minutos, llegan a islas en trenes, se encuentran con esquimales en Islandia, mueren, resucitan, matan con armas de mentira. Todo vale en los sueños, todo puede suceder, pero también todo termina cuando el sujeto despierta y le pone fin a las historias fantásticas que estos seres viven en todas partes del mundo. Y será por eso que empiezan a odiar al sujeto que los sueña, que los tiene de aquí para allá y que es dueño de sus vidas. Quieren la libertad.
Entonces aparece este costado realmente interesante: ¿qué sienten y qué piensan los partícipes de los sueños? ¿Acaso sus sentimientos son menos importantes?
Y el sujeto soñador, ¿realmente sueña lo que quiere o es acaso el sueño una parte incontrolable de nuestra mente que se nos escapa y que incluso nos despierta y nos desvela en la mitad de la noche?
De esta forma, ni de un lado ni del otro somos libres y la obra nos lo deja bien claro.
Las actuaciones son inmejorables, el texto está cargado de belleza y la dirección es precisa y ajustada. Tal vez se torne un poco larga sobre el final, pero en tren de soñar vale la pena soltarse y disfrutar.




