
Florencia, en un gran musical
1 minuto de lectura'
Sweet Charity . Libro: Neil Simon. Música: Cy Coleman. Letras: Dorothy Fields. Director: Larry Raben. Director asociado: Enrique Federman. Con: Florencia Peña, Nicolás Scarpino, Griselda Siciliani, Débora Turza, Omar Lopardo, Pablo Sultani, Diego Ramos, Andrea Surdo, Valeria Archimaut, Pastora Barrios, Laura Conforte, Gustavo Monje y Darío Petruzio, entre otros. Supervisor musical: Steven Freeman. Coreógrafo: Gustavo Wons. Orquestación original: Don Sebesky. Dirección musical y adaptación de orquestación: Gerardo Gardelín. Escenografía: Alberto Negrín. Vestuario: Mariano Toledo. Diseño de sonido: Gastón Briski. Diseño de luces: Horacio Hefron, Pablo Hernando. Traducción: Pablo Novak. Teatro Lola Membrives, Corrientes 1280 (4381-0076). Entradas desde $ 20. Duración: dos horas y media, con intervalo.
Nuestra opinión: excelente
Definitivamente tiene todo lo que tanto un alma experta como una novel en la materia pueden esperar de un musical: una historia que crece, buena música interpretada en vivo, una coreografía visual y rítmicamente contagiosa, una gran producción con impactante escenografía y vestuario, un elenco de bailarines/actores impecable y una gran figura.
Todo eso está en Sweet Charity , la comedia musical que desde ayer protagoniza Florencia Peña en el teatro Lola Membrives y que vuelve a instalar en la calle Corrientes un título que nació en Broadway y que vinculó a popes del género como Neil Simon, Bob Fosse, Cy Coleman y Dorothy Fields.
Carismática y talentosa, Peña demuestra otra vez, como si hiciera falta, que es una gran comediante, pero que también puede cantar, bailar y tocar otras fibras que no sólo la vinculan al humor. Si bien cuando está acompañada en escena brilla, y la hacen brillar, ella sola puede llenar un espacio escénico que parece haber sido concebido a su medida.
Ella es Charity, como le gusta que la llamen a su Caridad Esperanza Amorosa en un intento por agregarle algo de glamour a la vida que lleva como copera en el night club Fandango, de donde quiere salir a través del amor de algún hombre. En esta búsqueda mucho más naïf que maliciosa, Charity se cruza con distintos personajes que, con menor y mayor mala intención, también tratan de aprovecharse de ella... hasta que descubre el amor.
Este recorrido es el que encarrila los distintos cuadros de este musical y el que pone en funcionamiento una maquinaria en la que bailarines y actores son sólo la parte visible de un engranaje mucho mayor que se vuelve imprescindible e inapelable.
Así aparecen sus compañeras de trabajo, encabezadas por Nickie y Helene, el encantador dúo que componen Griselda Siciliani y Débora Turza, respectivamente, que tienen grandes momentos de lucimiento, que empiezan con Playboy , el cuadro que protagonizan junto a toda la troup de coperas y que continúa con Tiene que haber algo más para mí , en la que las amigas sueñan, bailan y cantan en la terraza del Fandago.
Hay varios grandes momentos de conjunto luego de Playboy , como El frug del millonario , apuntalado por un impecable trabajo de luces del dúo Hefron y Hernando, que se basó en el original de Brian Mac Devitt; o Ritmo de la vida , con Pablo Sultani interpretando a una suerte de místico gurú musical. Uno de los grandes logros de los directores Larry Raben y del local Enrique Federman es haber conseguido que un buen cuerpo de baile se transforme en un mejor cuerpo de actores. Y en esto también tiene que ver Gustavo Wons y su coreografía, basada en la original de Bob Fosse, en la que luce esa técnica que lo convirtió en marca registrada con cortes y movimientos fragmentados.
Individualidades
Además de un prolijo trabajo de conjunto, también hay que destacar sobresalientes trabajos individuales, entre los que está, sin duda, el de Nicolás Scarpino. Es un lujo verlo, por mencionar un ejemplo, en la desopilante escena del ascensor, que comparte con Peña, donde se reúne todo lo que Sweet Charity tiene: humor, picardía y música en las manos indicadas.
Otra de las individualidades sobresalientes es Gustavo Monje, que con sus varios personajes a cuestas siempre logra un plus diferencial que lo hace muy visible. Su carisma, su humor y su tremenda presencia escénica lo convirtieron, además, en el reemplazo eventual del protagonista masculino.
El escenógrafo Alberto Negrín, que basó su trabajo en el que originalmente creó Scott Pask, tiene su gran momento de lucimiento en el cuadro en el que el actor italiano Vittorio Vitali, interpretado caricaturescamente por Diego Ramos, invita a su casa a la cándida Charity. Allí, el marco escenográfico, un larguísimo diván, y la historia logran un ensamble perfecto en el que dejan en primer plano un gran juego de humor.
Plena de momentos divertidos, sorprendentes, delirantes, irónicos, la narración de esta obra no decae, se mantiene firme, fresca y encantadora, como si los años no hubiesen pasado.
No es sólo el resultado de trasladar una buena fórmula ya probada en otras tierras, es hacerla propia con impecables traducciones, y con un grupo de artistas que se la apropian sin prurito para pasarla genial sobre el escenario y, por ende, para que a la gente que la mira le suceda lo mismo.
1
2Quién subió al balcón en MasterChef Celebrity ayer, domingo 28 de diciembre
3De divorcios millonarios a rupturas con final abierto: las parejas de famosos que se separaron en 2025
4Se casó Holly, la hija de Gordon Ramsay: de la boda estilo “Bridgerton” al look de Victoria Beckham y el drama familiar
