La Cenicienta: un bello plan para acercar a los chicos a la ópera
La Cenicienta / Autores: Gioacchino Rossini (música) y Jacopo Ferreti (libreto) / Dirección musical: Hernán Sánchez Arteaga / Régie: María Jaunarena / Intérpretes: Florencia Machado, Cecilia Pastawski, Gabriel Carasso, Santiago Martínez, Sebastián Russo, Walter Schwarz, Gabriel Vacas, Sabrina Cirara, Laura Penchi y elenco / Escenografía e iluminación: Gonzalo Córdova / Vestuario: María Jaunarena / Sala: Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131 / Funciones: sábados 29 de julio y 12 de agosto, a las 15 / Nuestra opinión: muy buena
El humor y la música son varitas mágicas que descomprimen situaciones dramáticas y angustiosas. La maldad puede caer así en el ridículo que la vuelve absurda. A la vez, la risa abre perspectivas para desenlaces que reviertan situaciones injustas. Y la música puede ser portadora de una alegría que va más allá de circunstancias adversas. El humor musical es el motor que impulsa en tono de comedia la historia de Cenicienta en la ópera compuesta por Gioacchino Rossini, sobre un libreto de Jacopo Ferretti, tomando distancia en ese sentido de la densa trama de la versión de Perrault.
La versión lírica de La Cenicienta prescinde de hadas madrinas, colocando en su lugar a un sabio que hilvana la historia para llegar al final feliz por todos conocido. Cambia también a la madrastra por un padrastro ambicioso, e introduce una trama de enredos que precipita a las hermanastras por rumbos que las llevan al fracaso.
En la bella puesta en escena para chicos del ciclo Vamos a la Ópera, realizada junto a Juventus Lyrica, se realza el carácter de "dramma giocoso" de la ópera. María Jaunarena plantea claramente en su régie al humor como la magia que lleva lo negativo a una salida feliz, que no es sólo la de Cenicienta, sino la de los pequeños y grandes espectadores, que abandonan la sala con la partitura iluminando sus rostros.
Todo puede ser música. El trote de los caballos de la guardia real resuena en el canto coral. Repiquetea la ansiedad de las hermanastras reclamando “Cenicienta por acá, Cenicienta por allá” para que les prepare el ajuar para la fiesta en el palacio. Y generan el clima de enamoramiento y ensoñación las arias de Cenicienta en la voz de la mezzosoprano Florencia Machado. Los pequeños detalles de la puesta –que cuenta con la colaboración de Gonzalo Córdova en el diseño de luces y escenografía– son tan cuidados como la interpretación musical. El histrionismo desarrollado por Gabriel Carasso como el ayudante del príncipe juega por momentos con sus parlamentos en el borde de lo musical, pero siempre encarrilando hacia el canto.
La pequeña orquesta de cámara dirigida por Hernán Sánchez Arteaga da un sólido respaldo instrumental a los cantantes en las nada sencillas condiciones acústicas de una sala que no fue especialmente diseñada para teatro lírico. El respaldo del piano suena un tanto redundante en la obertura, pero luego se fusiona hábilmente con las cuerdas y los vientos.
Jaunarena había jugado ya con el poder transformador de la música en su preciosa régie de La flauta mágica, de Mozart, la temporada pasada en el mismo ciclo de la Fundación Konex. Aquí vuelve a demostrar que la ópera también es cosa de chicos.
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