La poesía de lo cotidiano, en el cuerpo de una gran actriz
Todas Las Canciones De Amor / Libro: Santiago Loza / Intérpretes: Marilú Marini e Ignacio Monna / Piano, dirección musical y arreglos: Diego Penelas / Luces: A. Tantanian, Oria Puppo y Omar Possemato / Escenografía y vestuario: Oria Puppo / Asistente de dirección: Ernesto Donegana / Director técnico y de montaje: Jorge H. Pérez Mascali / Productor general: Pablo Kompel / Dirección general: Alejandro Tantanian / Sala: Paseo La Plaza / Duración: 80 minutos / Nuestra opinión: excelente.
Cuando todos los talentos se coordinan por un fin unívoco, el hecho artístico puede llegar a ser sublime. Es lo que ocurre con Todas las canciones de amor.
¿Con qué se encontrará el espectador? Con una madre hablando de esas cosas que hablan las madres en lo cotidiano. Con esas reflexiones que surgen naturalmente cuando todos los días transcurren parecidos. ¿Cuál es el conflicto? ¿Cuál es el nudo? ¿Cuáles son las fuerzas que confrontan? Olvídense de las respuestas. No hacen falta. Hace falta lo que ahí ocurre. Esta madre espera con el poderío del presente. El que debe llegar es su hijo ausente. Ella hablará de sus sentimientos, de lo cotidiano, de su miedo a lo predecible, sus fantasías, su realidad, su pasado y lo que podría ser su futuro, juega a planificar cuando no sabe planificar. En ese repaso en el que intenta separar su interior de su exterior, fluirán las metáforas, la reflexión la llevará a la conclusión y en ese divague solitario podrá entender algo de su realidad, podrá darse cuenta de todas esas cosas que uno, durante la vida, deja escurrirse entre los dedos.
"Las palabras y la conmoción me suceden con fuerza cuando estoy sola, como ahora", dirá. Y allí el espectador se convertirá en un voraz escucha de uno de los textos más bellos que se hayan representado en los últimos años en la escena comercial. Porque el libro de Santiago Loza es un extenso relato pleno de sensibilidad, que se vuelve teatral y se fortalece en el cuerpo o la voz de una actriz para la que parece haber sido concebido. Es inimaginable esta obra en otra figura que no sea Marilú Marini.
A través de su prosa, el autor explora el interior de este entrañable personaje pleno de matices. Es la poesía de lo cotidiano, la elevación de lo sencillo. Y Marilú personifica la belleza de lo simple con una sinceridad adorable. Este personaje encontró en ella al vehículo perfecto para encarnar. La pieza contiene imágenes y episodios absolutamente descriptivos que, en boca de esta actriz intensifican su valor. Es un aquelarre de sentimientos que se tocan la punta de los dedos, se rozan, se sueltan para entrecruzarse y volver viva a esta criatura que tiene un objetivo, un deseo claro: amor. Es que Santiago Loza entiende tanto a las mujeres. Elude obviedades, pero sus ideas son claras, concebidas con una pluma tan prolija como precisa. "Una sigue lo que resulta natural, nadie hace preguntas sobre la naturaleza, nadie cuestiona el olor de los jazmines, por sólo poner un ejemplo", dirá la bella mujer sobre las cosas que simplemente son.
La tríada principal la completa Alejandro Tantanian, quien deja claro que es la persona exacta para articular toda esta ternura. Tuvo la habilidad de constituir el equipo artístico ideal. Contó con tres cómplices vitales: Oria Puppo, en una escenografía y vestuario que retratan un entramado uniforme, y ambos con Omar Possemato realizaron un diseño de luces que es pura dramaturgia. El sistema de cinco arañas/lámparas que se acomodan y reacomodan en la escena es realmente hermoso.
Un párrafo aparte merece Diego Penelas, quien está en escena todo el tiempo. Con su piano crea climas, ilustra. A su vez, se incorporan cinco canciones que rompen o acompañan pero, sobre todo, intervienen al texto y lo enaltecen. Están muy bien interpretadas por el actor y cantante Ignacio Monna (y la misma Marilú Marini), quien encarna con presencia y convicción a la etérea figura de ese hijo ausente.
Todas las canciones de amor es de esas propuestas teatrales que hacen bien, que no se deben dejar de ver. Está asegurado que usted, posible espectador, saldrá del teatro amando a Marilú Marini, bendiciendo el momento en que abrió su billetera para pagar la entrada, recordará bien a su madre, a alguna mujer, a su padre o algún hijo y, sin que se de cuenta, con alguna lágrima furtiva estará dando las gracias.
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