Las piedras que erosionan, se rompen y permanecen
Agustina Muñoz dirige en el Cultural San Martín una obra reflexiva y sensible gestada durante su estadía en Amsterdam
La comunicación es un asunto clave en Las piedras, obra de Agustina Muñoz que se acaba de estrenar en el Cultural San Martín. Presentada en Amsterdam el año pasado, tiene como protagonistas de esta versión algo remozada que desembarca en Buenos Aires a Bárbara Hang, Denise Groesman, Rafael Federman y Vladimir Duran, a cargo de la composición de cuatro personajes que comparten recuerdos, reflexiones y planes en un marco deliberadamente alejado del realismo.
Nació como proyecto final de la residencia que Muñoz hizo en la capital holandesa, luego de obtener una beca de formación en teatro y performance de tres años. Su estructura formal no es para nada convencional, sino más bien una especie de deriva a lo largo de la cual conviven los relatos de distintas experiencias. Una voz en off de casi quince minutos funciona a la manera de introducción, prepara el terreno para que el espectador quede en estado de atenta escucha y pueda concentrarse en lo que viene después, una serie de relatos que no necesariamente tienen un vínculo directo, pero que, asegura la directora, apuntan a dar cuenta de "la impermanencia de la vida".
Se habla de la pérdida de alguien cercano, del miedo de vivir en esta época, de muchos de nuestros temores constitutivos. "Se plantean esas preguntas que parecen banales, pero que en definitiva son muy amplias, en un discurrir muy libre -sintetiza la directora-. Sentí el impulso de hacer una obra teatral con algo de lo que me gusta ver o leer. Durante el proceso de escritura estaba leyendo Leñador, de Mike Wilson. Junto con Estanque, de Claire-Louise Bennett, fueron muy inspiradores. Están construidos a partir de la voz de alguien que, de repente, cuenta un libro que leyó o una carta que le enviaron. Me gustan mucho ese tipo de relato que te lleva por una deriva pero que de a poco va armando sentido. Y en la obra, el presente de los cuerpos trae todo a un aquí y ahora."
Una parienta cercana de Las piedras, sostiene Muñoz, podría ser Cimarrón, la obra de Romina Paula, actualmente en cartel en el Cervantes, en la que se cruzan la dramaturgia de Sara Ruhl, los motivos de las pinturas de Caspar David Friedrich y las Cartas a un joven poeta, de Rainer Maria Rilke.
Durante su estadía en Europa, Muñoz visitó a una amiga en París y, casualmente, se cruzó con una joven cuyo novio fue una de las víctimas fatales del ataque terrorista en el local Le Bataclan, ocurrido en noviembre de 2015. "El de ella era un cuerpo que tenía esa tremenda experiencia encima y que, sin embargo, no evidenciaba ningún tipo de emoción. Y eso que habían pasado pocos meses del atentado cuando nos vimos. Entonces pensé en que todos tenemos algo heroico. Porque atravesamos un montón de situaciones con más o menos conciencia, haciéndonos más o menos preguntas sobre lo que nos pasa, y sobrevivimos. Los cuerpos de los personajes de Las piedras desnudan lo que les pasó a través de sus recuerdos y sus cicatrices, y hablan también de lo que les pasa ahora y de lo que, presumen, les va a pasar. Esas piedras que están desparramadas en la escena fueron parte de una montaña y van a ser parte de un edificio. Están ahí, se rompen, se erosionan, permanecen..."
Actriz de muy buena trayectoria en cine y teatro off, Muñoz también dirigió el ciclo de performances de Yoko Ono en el Malba y creó con Bárbara Hang El espíritu es un libro, trabajo que fue parte de la última Bienal de Performance en Buenos Aires. De su estadía en Amsterdam hace un balance con matices: "Fue muy bueno haber tenido esa beca -resalta-. Pero al año y medio de estar allá no entendía lo que hablaba la gente que tenía alrededor ni las publicidades que veía en la calle. Eso te genera un estado muy extraño. Sobre todo porque regreso acá y todo me habla, me interpela, me identifica".
Las piedras
De Agustina Muñoz.
Jueves y viernes, a las 21.
Cultural San Martín, Sarmiento 1551. $ 130.