
Los Amados ahora divierten con un homenaje
Con una evidente madurez musical, el grupo que lidera Alejandro Viola logró, con éxito, sumar la obra de Lecuona a sus códigos
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Karabalí, ensueño Lecuona. Idea y dirección general: Alejandro Viola. Dirección musical: Lisandro Fiks. Intérpretes: Alejandro Viola, Lisandro Fiks, Analía Rosenberg, Oscar Durán, Hernán Sánchez, Fernando Costa, David Rodríguez, Rubén Rodríguez y Daniela Horovitz. Vestuario y escenografía: Cristina Villamor. Luces: Dana Barber. Sonido: Santi Lesca. Asesor coreográfico: Ignacio González Cano. Producción ejecutiva: Georgina Rey. En el Margarita Xirgu, Chacabuco 875. Duración: 90 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
"¡Claro que sí!" La expresión clásica del "Chino" Amado, factótum de Los Amados, sería exacta para afirmar que el grupo no defrauda en esta nueva experiencia temática. Los seguidores y fanáticos ya se habían acostumbrado a algunos gags y hasta a sus clásicas canciones, y como toda agrupación teatral que mantiene un éxito y lo repite, siempre corre el riesgo de que lo nuevo no tenga la misma repercusión que lo anterior. Esta vez el desafío fue enorme: un homenaje a Ernesto Lecuona. Acomodar a estos desopilantes personajes en un marco conceptual más cerrado podría haber sido peligroso, pero el grupo tiene un profesionalismo que excede el contexto.
El preámbulo, un cuadro que remite a las raíces africanas de esta música, con sus decorados de colores apabullantes ya conducen al espectador por la senda del humor, antes de entrar en esta antología musical.
Y la figura de Ernesto Lecuona no es ajena al hecho teatral. Es el padre de la zarzuela cubana y su compañía pisó muchas veces suelo argentino en las décadas del 30 y del 40. Su música es ideal para evocar aquellos años, con sus modos y sus códigos que, vistos a la distancia, en la actualidad, pueden resultar tan kitsch y sobreactuados.
Podría decirse que esta vez, Los Amados resignaron algo de humor para ganar musicalidad. Se nota que el grupo sentía la necesidad de un cambio y lo evidencia no sólo en la elección conceptual, sino también en su concepción. La madurez queda manifiesta en cuadros de peso, como "Karabalí", "María la O" y "Para Vigo me voy". A su vez, el montaje tiene una gran producción, con un despliegue vistoso. Cristina Villamor tiene mucha responsabilidad en este punto, ya que incorpora la escenografía y el vestuario al cuerpo mismo de los intérpretes.
Pero más allá de lo musical, el atractivo está en la personalidad del grupo y en la actitud de cada uno de sus integrantes. Saben combinar artesanalmente esa cosa estruendosamente kitsch, con una sinfonía de sutilezas. Y eso les permite también trabajar una multiplicidad de planos en forma simultánea, que logra captar la atención del espectador y entretenerlo de principio a fin.
Karabalí... no es para descostillarse de risa como otras creaciones del grupo, aunque divierte, y mucho. Le da al fanático un reencuentro distinto y, al primerizo, tomar un contacto exclusivo e íntimo.
El "Chino" y sus "secuaces" son también actores. Y se compenetran tanto con sus criaturas que hasta los espectadores identifican más a Cristino Alberó (por ejemplo), que a Oscar Durán, el del requinto. Es una gran virtud. Pero si bien todos brillan (hasta Angel y su trompeta -Hernán Sánchez- hace alarde con algunas proezas físicas), los acentos están puestos en el contrapunto que hacen Alejandro Viola y Lisandro Fiks (o el "Chino" Amado y Tito Richard Junquera), y el carisma de Analía Rosenberg (o Raquelita Jarsinsky). Viola es la clara columna vertebral del grupo -que festeja sus veinte años en escena- y además de lograr un personaje antológico tiene un hábil manejo con el público. Entretanto, Fiks no sólo tiene la responsabilidad de la dirección musical del espectáculo, sino que se vuelve un fino humorista. Y algo lo une a Analía Rosenberg: la sutileza, el gesto en el momento justo y la picardía en letra chica. Ambos tienen también su momento personal de lucimiento.
El grupo, que completan con carisma Oscar Durán, Hernán Sánchez y Fernando Costa, se une una vez más al dúo que componen David y Rubén Rodríguez (los mellizos Black y Mambo Méndez), de fuerte presencia y protagonismo. Esta vez acompaña con muy buena voz Daniela Horovitz.





