Los fiordos noruegos, en nuestras tierras

El dramaturgo noruego Henrik Ibsen escribe en 1888 una de sus obras más inquietantes, La dama del mar, y, en 1954, el director cinematográfico argentino Mario Soffici realiza una adaptación de esa pieza y la ubica en escenarios naturales de la provincia de Buenos Aires (Quequén y Mar del Plata), con Zully Moreno en el rol protagónico. Si bien ambos mundos parecerían resultar muy opuestos, la compañía Flor de un Día, integrada por María Merlino y Diego Lerman, encontró en ese cruce un buen punto de partida para crear un proyecto que el sábado se estrenará en el Teatro Sarmiento.

El espectáculo lleva por título La dama del mar(lo que atrae y espanta al mismo tiempo). Si hasta ahora el dúo creativo venía presentando unipersonales: Nada del amor me produce envidia, de Santiago Loza; Qué me has hecho, vida mía, de Merlino, Lerman y Marcelo Pitrola, y ¿Cómo vuelvo?, a partir de cuentos de Hebe Uhart, este nuevo trabajo lo comparten con los actores Marcelo Subiotto, Esteban Bigliardi, Flor Dyszel y Mario Bodega.

María Merlino tomó contacto con el drama de Ibsen hace unos años y hasta preparó algunas escenas durante un curso de entrenamiento que realizó con Julio Chávez. En su necesidad de abordar proyectos de mayor envergadura que no la tuvieran como única protagonista en escena, le propuso a Diego Lerman transitar ese material. Comenzó a investigar y descubrió que Soffici, de quien el director es un profundo admirador, la había llevado al cine y así logró entusiasmarlo.

Se inició entonces un proceso de trabajo, al que se integró el dramaturgo Marcelo Pitrola. Y aparecieron, en principio, una serie de preguntas. ¿Por qué Mario Soffici había adaptado esa pieza? ¿Qué lo entusiasmó de ese argumento? ¿Qué buscaba decir al ubicar la acción dentro de la sociedad de su época?

Si en los proyectos anteriores de la compañía se jugaba, a veces con cierto desparpajo, a partir de figuras como Libertad Lamarque, Eva Duarte y Fanny Navarro, ahora aparecía Zully Moreno, una artista emblemática pero cuya vida privada no resulta sencillo develar, ya que se mantuvo muy alejada de ciertos círculos ligados al mundo del espectáculo.

"Lo interesante para mí era que Soffici hubiera trasladado los fiordos noruegos a la Argentina", comenta Lerman, también director cinematográfico (Refugiado, de 2014, es su producción más reciente). "Los clásicos me resultan muy lejanos y esa traslación me permitía aproximar a Ibsen a mi realidad -agrega-. La dama del mar es una película olvidada, no es trascendente dentro de la filmografía de un hombre que tiene proyectos muy importantes, como Rosaura a la diez o Kilómetro 111, que me interesan mucho. Y en esto de preguntarnos por qué la habría hecho empezamos a jugar con ciertas hipótesis, algunas basadas en cosas que leíamos y otras imaginando, especulando, y ese juego lúdico empezó a activar la idea de cruce entre el teatro y el cine. Qué significa adaptar, cómo se construye la ficción, desde dónde podemos abordar las distintas realidades que nos proponen las diferentes disciplinas."

Dentro de ese esquema se recompuso el mundo de los personajes. La versión ha eliminado algunos y profundizado otros. Los intérpretes cumplen diversos roles en una especie de mecanismo que deconstruye realidades para dar forma a otras.

Élida, la protagonista, es una mujer que descubrió el amor a través de un hombre que se alejó de ella. Se casó con Ángel, quien tiene dos hijas de otro matrimonio. Élida no consigue ser feliz dentro de esa estructura familiar y necesita escapar, lograr su libertad.

"Esa mujer, que parece loca, podría ser feliz, tiene un marido que la quiere, podría llevar una vida placentera, pero no puede -explica María Merlino-. Está mirando hacia otro lado. Eso es un motor en la obra. Ese mundo en el que vive la atrae y la espanta y todos tratan de entenderla, quieren darle un síntoma, pero no lo logran. La obra no explicita muchas cosas. Ella ha perdido un hijo y ese dato parecería no tener importancia, y no sabemos si es por la mirada masculina de Ibsen o de Soffici, pero entendemos que bajo esas circunstancias Élida debe sentirse desgarrada y no hay toma de conciencia sobre eso. Luego el hombre que regresa a buscarla es un extranjero, pero nosotros fantaseamos que es un vikingo que viene del mar, alguien muy ancestral que llega del más allá. Las lecturas que hicimos y la pieza misma nos permitieron desarrollar nuestra imaginación y por eso hasta hicimos reescrituras, aun durante los ensayos."

"El espectáculo tiene un doble juego -aclara Diego Lerman-. Por un lado planteamos estos universos bastante intrigantes, y al comienzo puede resultar desconcertante porque no se sabe muy bien adónde van los personajes. La idea es descomponerlos para que después se junten. Y finalmente el extranjero y Soffici pasan a ser uno mismo. Lo mismo sucede con Élida y Zully Moreno. Algo que nos interesó también y que está en la obra es que cuando alguien es distinto debe ser excluido porque la convención social lo establece. Y ahí aparece nuestra necesidad personal de hablar del poder, qué es lo establecido y qué no. Otra cuestión que aparece son los modelos de representación y el cine es un gran ícono de eso. Los actores hablaban de «tú» porque era una convención establecida por los mercados a los que se dirigía la película y eso incidía en la actuación."

Con guiños a un universo espectacular que ambos creadores conocen muy bien, el cine y el teatro, esta experiencia continúa el camino realizado por ellos en proyectos anteriores, siempre con la intención de recuperar cierto esplendor y a la vez algo de la decadencia que marcó a los artistas argentinos en los años cincuenta.

La dama del mar

de Henrik Ibsen

Teatro Sarmiento, Av. Sarmiento 2715

Funciones, jueves a sábados, a las 21; domingos, a las 20