
"Pedro y el lobo", en una versión coreográfica
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"Pedro y el lobo", ballet infantil, con coreografía y dirección de Viviana Cochella, sobre el poema sinfónico de Sergio Prokofiev. Escenografía: Marcelo Contreras. Vestuario y máscaras: Eduardo Caldirola. Intérpretes: Roberto Zarza, Edgardo Trabalón, Néstor Asaf, Lila Flores, Mariana Crespo, Miriam Barrosos, Viviana Cochella, Vagram Ambartsoumian, Sergio Yannelli, Lucas Alarcón, Marisa Baamonde, Pablo Caballero, Luis M. Zuniga. No se mencionan los nombres de la orquesta, el director y el narrador de la cinta grabada. En el Centro Cultural Borges, Viamonte esquina San Martín, los sábados, a las 18, y domingos, a las 14. Entrada, 7 y 10 pesos.
Nuestra opinión: regular
Como ya se ha mencionado en otras ocasiones, el compositor ruso Sergei Prokofiev escribió este cuento musical para los niños con una intención esencialmente didáctica. Compuesta para narrador y gran orquesta sinfónica, la obra utiliza distintos instrumentos para identificar a los personajes protagonistas de la historia. La idea es que los niños puedan seguirlos en su aventura, visualizándolos gracias a la música: la flauta representa al pajarito; el oboe, al pato; el clarinete, al gato; el fagot, al abuelo; los bronces, tres trompas, al lobo; los timbales y el bombo anuncian los disparos de los cazadores, y Pedro, por ser el héroe de la historia, tiene una melodía especial en las cuerdas.
Además de la designación individual del instrumento, hay para cada personaje una selección especial de ritmos, octavas, timbres, que los identifica en sus personalidades, alegres, juguetonas, jactanciosas, taimadas, agresivas, según los casos.
Prokofiev pensó en un relator para contar el cuento que la música desarrolla, con la idea de que los chicos escuchen los sonidos, los acompañen mediante la historia y los asocien con los instrumentos. Estos, y las melodías que producen, son los verdaderos protagonistas. El hecho de que los niños puedan seguir el cuento se debe a que están reconociendo a qué personaje corresponde la música que avanza en cada momento.
Por eso también el relato es breve, sintético, casi un guión, porque simplemente describe y une estampas. En ese sentido, la música es excelente, contrastando con un texto pobre, limitado, que narra una fábula por demás ingenua y que hasta podría señalarse como extemporánea, pero eficazmente puesta a su servicio.
Partitura célebre
"Pedro y el lobo" desde su estreno tuvo mucho éxito. Un resultado que sorprendió al mismo compositor. Y su popularidad siguió en años posteriores. En nuestro país hay algunas recordadas versiones: el conjunto de títeres Marionet, integrado por la familia Alvarez Diéguez, creó una representación para títeres, con banda musical de la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Bruno D´Astoli.
Walter Yonsky, a su vez, siempre preocupado por la educación musical de los niños, se desempeñó como relator en una grabación de Poligram, con la Orquesta de la Radio y Televisión Francesa dirigida por Lorin Maazel.
El año pasado, el Teatro Colón presentó en el Salón Dorado una adaptación para quinteto de vientos, a cargo del conjunto El Cuarteto y Yo, dirigido por Germán Martínez Lamas, con un actor invitado como relator.
Con imágenes visuales
La versión que se presenta en el Centro Cultural Borges ha sido resuelta para ballet, aprovechando la aparente propuesta coreográfica de la partitura.
Y sin embargo, parece que la música no fue pensada para ser bailada. Los movimientos de los bailarines no alcanzan a insertarse en las imágenes de los personajes sugeridas por los sonidos: la música provoca la imaginación de manera mucho más vívida y concreta, de modo que el ballet parece una ilustración limitada del cuento. Tal vez porque se ha buscado una caracterización demasiado atada a la forma física de los animales, tal vez porque hay demasiadas imprecisiones en la ejecución de los intérpretes, tal vez porque se ha buscado un realismo que exigiría mayor nivel estético, pero muy probablemente porque la síntesis narración-música está completa y lo demás sobra.
Sin duda, hay todo derecho a pensar que una presentación coreográfica es absolutamente posible, pero en ese caso, se requiere mayor libertad en la relación con el texto para permitirle otro nivel a la estética de las danzas: un mayor vuelo poético. Tal como se ha resuelto, la imposición de las imágenes visuales que se aportan no justifica la interferencia que inevitablemente realizan entre el espectador y la música.
No se menciona en el programa a qué orquesta y director pertenece la grabación que se escucha, ni quién es el narrador, con un marcado acento español.
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