Sesenta años sin Pascual Carcavallo
Fue un gran defensor y precursor de los dramaturgos, y fundó dos grandes salas: El Nacional y el Alvear
Sesenta años atrás (en la noche del 26 de julio), centenares de personas se agolpaban en la avenida Corrientes, frente al teatro Presidente Alvear. Un gran carruaje fúnebre cargaba los restos de Pascual E. Carcavallo, uno de los precursores del teatro argentino: impulsor del sainete nacional, empresario, productor, director y el más férreo defensor de los derechos de los autores.
De muy joven desechó un promisorio futuro en el comercio y se unió a la compañía de Jerónimo Podestá, como secretario. Eso fue desde los comienzos del siglo XX hasta 1910. Cuando don Jerónimo no pudo sostener más El Nacional, que había fundado en 1904, Carcavallo lo compró y se mantuvo al frente como director-empresario, hasta 1933. Enseguida tuvo la iniciativa de transformarlo en la "catedral del género chico criollo".
Carcavallo fue un productor con un gran olfato comercial y respetuoso seguidor del gusto popular. A su vez, fue el responsable del acceso a la ansiada calle Corrientes de muchos autores, hasta entonces, marginados. Allí organizó un clásico de esa sala: el concurso de obras nacionales. Al primero, de 1911, se presentaron más de 300 aspirantes. El público acudía al teatro a verlas y votaba en un gran pizarrón ubicado en el hall de entrada, votos que se sumaban a los de un jurado de notables. La ganadora fue Los escrushantes , de Alberto Vacarezza. Pero sus mayores éxitos fueron los sainetes Tu cuna fue un conventillo y El conventillo de la Paloma , también de Vacarezza. El Nacional se convertía en el teatro donde se desarrollaban célebres autores como Nemesio Trejo, Carlos María Pacheco y Florencio Sánchez. El carácter popular de sus obras no era visto con buenos ojos por la clase oligarca local pero, hasta 1933, El Nacional sólo presentó obras de autores nacionales. Allí se estrenó una de las comedias musicales más exitosas de la época: La muchachada del Centro (1932), de Francisco Canaro e Ivo Pelay. "Papá era un auténtico director y productor porque no sólo seleccionaba las obras, sino que también nombraba al elenco, al director y a todos los que integrarían la compañía", recuerda Francisco Carcavallo.
Lo unía una gran amistad con el presidente Marcelo T. de Alvear y, como las revistas que se burlaban del ámbito político se habían puesto de moda, no deseaba ver a su amigo y a otros políticos conocidos caricaturizados en su propia sala. Así fue como se alejó del ambiente artístico por un tiempo. Pero su pasión por el teatro obligó a Carcavallo a regresar al ruedo. Deseaba el predio contiguo al Astral para construir otra sala, pero una ordenanza municipal prohibía ceder terrenos a particulares que no pudieran afrontar una inversión menor que 700.000 pesos con un fin específico. La construcción del futuro teatro demandaba 900.000. Sin embargo, aunque Carcavallo no contaba con todo ese dinero, tenía las influencias políticas y sociales suficientes como para obtenerlo. Muchos de sus amigos de esos ámbitos fueron sus garantes para que, finalmente, en 1937, la municipalidad le entregara por 25 años el terreno donde actualmente funciona el Presidente Alvear, llamado así en homenaje a su amigo, fallecido el mismo año de su inauguración: 1942.
Allí continuó con los concursos para autores nacionales y representando una amplia gama de géneros, hasta su muerte, durante la representación de El inglés de los güesos y pocos días antes del estreno de El otro yo de Marcela , de Pondal Ríos y Olivari. Posteriormente, su familia se hizo cargo de la empresa, hasta que, entre 1951 y 1956, las autoridades comunales le expropiaron el predio y lo rebautizaron Enrique Santos Discépolo. "Carcavallo juzgaba las obras con claro criterio del público y el natural sentimiento del hombre de la platea. Y si nunca perdió de vista al público, fue porque creyó siempre en él", lo definió Alberto Vacarezza alguna vez.