Un puñado de historias terribles llevadas a escena con mucho humor
Cuenta historias horribles con humor, dice Patricia Suárez; lectora voraz, cuatro piezas suya están en escena
En una de sus últimas novelas, La renguera del perro, la escritora y periodista cultural Patricia Suárez diseña un personaje, Ana Wasserman, que tiene una cualidad que la acerca mucho a su mundo personal: el profundo gusto por la lectura. Ana, como la autora, consume ansiosamente cuanto libro descubre y cada historia la lleva a fantasías inesperadas.
"Todos los personajes tienen algo de uno -dice ella-. Soy una loca de los libros. Para poder leer, por tener libros, soy capaz de cualquier cosa." Y a medida que transcurre la charla comenta que en los últimos días pasó de leer un vodevil de Eugène Labiche a La casa de los eucaliptos, un magnífico compilado de cuentos del narrador cordobés Luciano Lamberti. También se detiene en los dos últimos textos teatrales de Griselda Gambaro (Querido Ibsen, soy Nora y El don), y Heldenplatz, de Thomas Bernhard.
Convencida de que la literatura iba a transformarse en su campo de trabajo desde muy joven, Patricia Suárez comenzó escribiendo poesía, narrativa y textos infantiles, y casi por casualidad un día se topó con el teatro y hoy asegura que se divierte mucho moviéndose en ese género.
En este momento se presentan cuatro piezas de su autoría en Buenos Aires, La vajilla, con dirección de Adrián Cardoso; La joya más preciada, que escribió junto con Sandra Franzen y es dirigida por Graciela Pereyra; El juicio de Rica, llevada a escena por Claudio Aprile, y El año de la ilusión, versión de La gaviota, de Antón Chéjov, una puesta de Marcelo Moncarz. Materiales muy diferentes que mantienen una constante y que la creadora sintetiza con estas palabras: "Siempre cuento una historia horrible con mucho humor. En escena suceden cosas trágicas que provocan risa. Además, siempre tengo un personaje que está un poco loco". Y pone el acento en Carmencita, otro texto que se estrenó este año con dirección de Mariano Dossena.
Nacida en Rosario, Patricia Suárez llegó a Buenos Aires a comienzos de 2000 con tan buena ventura que, tres años después, obtuvo el premio Clarín por su novela Perdida en el momento. Enseguida le ofrecieron estrenar en el Nacional Cervantes Rudolf, con dirección de Dora Milea, y de inmediato surgió el proyecto de Las polacas, una trilogía de obras que Laura Yusem, Elvira Onetto y Clara Pizarro montaron en Patio de Actores. Entonces decidió quedarse en Buenos Aires.
"Visto desde este presente, siento que éste es el lugar donde debo vivir. ¿En qué otra ciudad del país te pasan estas cosas? Las polacas era un proyecto que se iba a representar dos meses y se mantuvo en cartel dos años. En Rosario me decían: «Me encantan tus poemas, tus cuentitos». Nadie quería saber que escribía teatro."
Lo extraño es que la escritura de su primer texto teatral, Valhala, no le resultó sencilla. Ella cuenta: "Un día llegó Mauricio Kartun a Rosario para dictar un curso en la Escuela Provincial de Teatro. Me anoté porque quería aprender a dialogar bien en la narrativa. Y me encantó. Después me vine para acá y durante siete meses seguí estudiando con él. Valhala me costó tanto, pero tanto, que pensé que nunca más iba a escribir dramaturgia. El texto teatral resolviéndose página a página, con lo que cada personaje dice y no dice, siente y no siente. No podés tener la obra armada de antemano. Un día estaba escribiendo y mi hija me pregunta: «Mamá, ¿estás hablando sola?». Y sí, hago eso, escucho como hablan los personajes mientras escribo y les respondo".
Cuando se le consulta si cree que en sus textos se mantiene algo del mundo santafecino, responde: "En determinadas obras oigo a mi abuela o a mi padre, recupero sus formas de pensar. A lo mejor escribo mucho teatro porque necesito mantenerlos en vida. Recuerdo que el día que le conté a mi papá que iba a ser escritora me dijo: «Te vas a suicidar si hacés eso». Vengo de una familia de comerciantes por generaciones. Lo que menos esperaban de mí era esto. En los 90 comencé a escribir. El país estaba gobernado por Carlos Menem. Él fundió a todas las pequeñas empresas y yo encontré mi libertad. Si no era por eso y el negocio hubiera mantenido su prosperidad, quizá estaría ahí. Los males nunca son tan oscuros como uno cree".
El año de la ilusión
Hasta Trilce, Maza 177
Lunes y martes, a las 21
La Vajilla
La Lunares, Humahuaca 4027
Viernes, a las 20
La joya más preciada
Teatro de la Comedia, Rodríguez Peña 1062
Sábados, a las 22,15
El juicio de Rica
Teatro del Abasto, Humahuaca 3545
Domingos, a las 20.30