Alejandro Tantanian: "El teatro público debe arriesgarse"
El flamante director del Cervantes revela cuáles serán los lineamientos de su gestión de la única sala nacional
Ayer por la mañana, el rumor que señalaba que Alejandro Tantanian será el nuevo director general del Teatro Nacional Cervantes perdió la categoría de cotilleo. La puesta en escena del anuncio tuvo dos actos. El primero se realizó en el escenario en donde se instaló una larga mesa, con desayuno incluido, que fue presidida por Pablo Avelluto, ministro de Cultura de la Nación. El segundo acto, hora y media después, tuvo lugar en el hall. Allí, Rubens Correa y Claudio Gallardou, director y codirector del Cervantes, anunciaron la programación anual y presentaron el informe de gestión, una sana costumbre que tiene la sala desde hace años.
"Para mí es un gran desafío asumir la dirección del Cervantes. Me da ilusión pensar un teatro, imaginar qué hacer con una sala de estas dimensiones, con esta historia, con su vínculo con la ciudad y con el país", dice, a su turno, el talentoso director, actor, cantante y gestor. Tras las frases de rigor para este tipo de ocasiones va más allá: "Me parece que un teatro público tiene la obligación de poder dar un espacio de riesgo artístico a los creadores no consagrados, debe dar lugar a experiencias más de límite teniendo en cuenta que hay que lograr un equilibrio en lo que hace a la programación. El repertorio seguirá teniendo una cuota alta de obras de autor nacional y puede abrirse hacia otras de autores extranjeros. El teatro argentino sigue siendo visto de buena forma en el exterior, pero creo que muy pocas veces el Estado se ha hecho cargo de esa particularidad desde un lugar activo. Sí ha hecho vampirización de esas situaciones. Hay que volver a pensar esa relación. El teatro público tiene que ser un lugar de riesgo, el error es imprescindible. Es necesario pensar que el Cervantes pueda equivocarse porque asumió un riesgo".
Tantanian armará un equipo para pensar las líneas políticas de la programación y delinear el espacio. Lo imagina como una usina, como polo de reflexión, como un lugar de referencia para la ciudad y para el país. "Pensar cosas posibles como imposibles -dice él en un apartado con LA NACION-. pese al momento complejo que está atravesando la comunidad teatral, comunidad a la que pertenezco."
-En esa línea, la cultura, como la gestión pública en las artes escénicas específicamente, no fue tema de debate durante las campañas del año pasado. Sin embargo, como si fuera una extraña revancha, varios conflictos pusieron a la comunidad en estado permanente de debate, de movilización.
-Puede ser que sea sí. Desde esa óptica, es un momento muy atractivo. Me gustaría pensar el Cervantes como un organismo abierto a toda esa variedad de discusiones, un espacio en el cual se pueda reflexionar. Y como en la actualidad se puede generar cierta sinergia con otras instituciones teatrales, como el Complejo Teatral de Buenos Aires y el FIBA, el momento se transforma en algo más atractivo todavía.
-¿Qué te hizo dudar y qué te hizo aceptar el ofrecimiento para hacerte cargo del Cervantes?
-Partamos de la base de que el funcionariado público te hace dudar. Y un gobierno con el cual tengo un montón de cuestiones a las que no adscribo, también. Pero luego de hablar con gente cercana y con amigos empecé a pensar que era una oportunidad. Por otra parte, a diferencia de lo que me sucede con el Teatro San Martín, que es como parte de mi ADN, yo no tengo un gran vínculo con el Cervantes aunque haya trabajando acá como actor en dos oportunidades. Eso también me pareció que era algo positivo porque me daba cierta distancia. Me gusta pensar que desde acá se puede hacer mucho. Y debo reconocer que en mis charlas con la gente del Ministerio de Cultura me escucharon, atendieron mis pedidos. Y como mi voluntad no es convertirme en un funcionario, me pareció necesario tomarme tiempo, no querer correr. Tampoco me gustaba la idea de gestionar una programación que decidió la actual administración. Lo propuse y aceptaron la idea.
Durante este tiempo, el entonces futuro director del Cervantes presentado ayer irá armando su equipo, además de pensar la programación que anunciará en diciembre. Durante este tiempo imagina tomar contacto con otros teatros públicos de otras regiones para realizar coproducciones. Hasta que tome más cuerpo su trabajo, no cobrará.
Correa un rato, Gallardou otro
La actual etapa del Teatro Nacional Cervantes está teñida de ciertas particularidades. "A diferencia de lo que sucedía en el INT, acá nos encontramos con una institución en marcha, por eso nos dimos el lujo de tomarnos un tiempo hasta designar al nuevo director", apunta Enrique Avogadro, secretario de Cultura y Creatividad y quien, a partir del cambio político en la Nación, se viene encargando de la gestión de los organismos dedicados a las artes escénicas que dependen del ministerio.
Cuando asumió, fue él quien le pidió a Rubens Correa que continuara por un tiempo en su cargo, hasta que se produjera la nueva designación. "Mi contrato vencía en enero de 2015. En aquella oportunidad le había comentado a Jorge Coscia, ex secretario de Cultura, que ya no quería seguir. Luego, Cultura se transformó en ministerio y Teresa Parodi, que era su ministra, me dijo que no pensaba nombrar a una persona por diez meses. Entonces me quedé. Y luego vino Avogadro elogiando el trabajo realizado y pidiéndome que me quedara un tiempo más. Acá estamos -explica sobre esta especie de comedia de enredos el propio Rubens Correa-. Creo que deberíamos felicitarnos mutuamente porque esta transición ha sido un ejercicio muy democrático. Ahora estoy en absoluta disposición de ayudar a Tantanian. Después él tomará la decisión que sea."
Correa continuará en su cargo durante poco tiempo. Luego, asumirá la dirección Claudio Gallardou, su actual segundo, hasta que Tantanian se haga cargo de la única sala nacional en tierras porteñas, en enero.
A diferencia de lo sucedido en otros ámbitos que dependen de Cultura de la Nación, hasta el momento no hubo despidos ni achicamientos de su personal. A lo sumo se achicó el presupuesto, ya que se pasó de 150 a 170 millones de pesos. O sea, por debajo del índice de inflación, la mida quien la mida. Rubens Correa asumió como director del Cervantes en 2007. El teatro venía de una verdadera crisis terminal. "Estaba vacío de procedimientos", recuerda Gallardou. "Ahora hay muchísimas cosas que se pueden hacer mejor de cómo las hacíamos nosotros y hay muchísimas posibilidades de hacer otras -agrega Correa-. Las miradas refrescan."
En un proceso de transición con sus particularidades, la mirada que pueda imprimirle Alejandro Tantanian al Cervantes será vital.
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