Cinco razones para amar/odiar Signos
PARA AMAR
Claudia Fontán. Aunque Julio Chávez se ocupa siempre de que no podamos sacarle los ojos de encima (su personaje, Antonio Cruz, es un monstruo que condensa todas las características de un psicópata en pocos gestos de mucha intensidad), Claudia Fontán es la gran revelación de esta historia. Ella misma había anticipado que veríamos a una actriz muy diferente a la que conocemos, nacida y criada en la comedia argentina. Sin embargo, no solo demostró que puede hacerlo. Fontán, que se caracteriza por su frescura y simpatía, se presenta aún más genuina en la creación de Laura, la policía, hermana del asesino sin saberlo, y, despojada de los clichés interpretativos que a veces exige la comedia, consigue que su criatura sea absolutamente verdadera y conmovedora. Con un compañero como Chávez enfrente, los diálogos entre ellos son pura tensión dramática, con discusiones de alto voltaje, momentos de extrema ternura y sensibilidad, miradas y gestos de enorme elocuencia.
Los actores invitados. En cada capítulo, el personaje de Julio Chávez deberá asesinar a alguien. Ese alguien es un actor invitado. Y la selección de intérpretes que convocó Pol-ka es lo que eleva la factura de esta serie. Leonor Manso, Cristina Alberó, Roberto Carnaghi, Héctor Bidonde, y Luis Luque se lucieron en sus respectivas historias. Un párrafo aparte merece el trabajo de Luciano Cáceres , a cargo de interpretar a un joven con un retraso mental que es clave en la trama, y lo encarnó con muchísimo compromiso.
El relato visual. Lo visual está cuidado al detalle y eso es algo que se agradece mucho. Filmada en el barrio conocido como Villa Argentina de Quilmes, algunos episodios se trasladan al campo y la recreación de un pueblo ficticio se hace posible gracias al trabajo de producción y la selección muy acertada de los escenarios. Luego, cada crimen es contado con pericia. Los planos son arriesgados, hay violencia, hay morbo, pero también hay belleza. La fotografía de cada muerte, en la que el asesino arma con su víctima la imagen de un signo zodiacal son un motivo para ver esta serie, por los riesgos que se toman y la excelencia con que se resuelve.
PARA ODIAR
Tono sobre tono. Hay varias decisiones estéticas que parecen arbitrarias o directamente irresueltas. La acción sucede en un pueblo ficticio y tiene una pretensión de realismo mágico que se diluye con referencias concretas a la actualidad: viven en Penitentes, pero viajan a Mendoza y a Buenos Aires. Si hay ciudades reales, ¿qué sentido tiene crear un no lugar? Lo que ocurre a raíz de esto es que uno tiende a preguntarse si cuando hablan de Buenos Aires se trata de una Buenos Aires falsa, no real. Una confusión innecesaria que se potencia con viajes en avión imposibles, la presencia de costumbres y vestuarios anacrónicos, enrarecidos. Los diálogos y las situaciones también están teñidas de un registro inverosímil, incómodo, poco orgánico. Un grupo de turistas bien extranjeros llega a Penitentes y realiza una suerte de tour similar al que ofrecen en Londres por los escenarios donde mataba Jack el destripador, excepto que es Penitentes, un pueblo que no evidencia signos de provocar repercusión a nivel país (¿Argentina?) como para que un puñado de turistas se acerque a conocer el lugar donde ocurren (porque todavía ocurren) los crímenes. Definitivamente no podría haber tal cosa como un paseo turístico. Al menos no ese. Sin embargo una mujer ensaya un discurso de guía salido de un relato infantil y ellos, los extranjeros sacan fotos como si estuvieran frente a La Gioconda. La escena -una de muchas de este estilo- es tan insólita que parece una parodia, sobre todo en contraste con la tensión dramática que propone Antonio Cruz, su historia de abuso sexual y su plan macabro.
Una trama sin sorpresas. La dificultad con la que se encontraron de entrada tanto guionistas como intérpretes es que la historia pone el foco en la mirada del asesino. Todos sabemos desde un principio quién es y qué va a hacer. La intriga, entonces, desaparece. El cómo puede ser cautivante al principio: cómo desconcierta a todos, cómo reinterpreta el zodíaco para organizar su plan, cómo comete el crimen, cómo grafica con los cuerpos el signo zodiacal que es víctima. Sin embargo, no resulta suficiente para sostener 16 capítulos al aire. El resultado es que cada episodio se vuelve obvio, largo y aburrido. Uno puede distraerse haciendo otra cosa a la espera del crimen que ocurrirá invariablemente en los 15 minutos finales. Para peor, promediando la serie, el asesino será atrapado por su enemigo público número uno. Adivinen qué pasará con él.
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