
Manos a la obra, con algunos pasos en falso
"Manos argentinas", programa de servicios a la comunidad conducido por Luis Fuxan. Participan: Liliana Fernández y Eduardo Carballo. Escenografía: Nora Chirom. Producción: Claudia De Marchi. Dirección: Guillermo Vittori. Por Canal 7, de lunes a viernes, a las 14.
Nuestra opinión: regular
"Manos argentinas" debe ser uno de los ciclos más bienintencionados de la TV abierta, con una hora diaria dedicada a la difusión y al estímulo de los microemprendimientos productivos, aunque para ser más precisos aquí la atención está puesta, por sobre todo, en la iniciativa de quienes perdieron sus trabajos y se sobrepusieron a la situación a partir de nuevas y creativas posibilidades de sustento. El mejor ejemplo de esta situación, visto el miércoles último, fue el caso de un muchacho de San Antonio de Padua que con sus últimos pesos disponibles compró huevos para vender casa por casa y ahora, gracias a esa actividad, mantiene a su familia y ya es todo un personaje en el Oeste del conurbano.
Apoyar a estos emprendedores con el aporte de especialistas en psicología y en marketing, y agregar una sección ("Mano a mano") en la que con nombre y apellido aparecen apelaciones sociales de personas con inquietudes activas son otros tantos aportes orientados hacia una dirección positiva.
Pero el riesgo mayor que enfrenta un programa de estas características es caer en la sensiblería y en las frases efectistas como equívocos sustitutos de los propósitos más plausibles. Esto fue lo que ocurrió anteayer, cuando la emisión casi completa de "Manos argentinas" estuvo consagrada al caso de la Textil Brukman, una de las tantas empresas que se encuentran en situación de "recuperadas" por sus trabajadores.
Presentado como "la verdadera historia del caso Brukman" por Luis Fuxan (un conductor de voz y presencia muy adecuadas, tan cordial como predispuesto en demasía a la afectación), el extenso informe se concentró en el doloroso y esforzado trance que enfrentaron varias trabajadoras cuya fuente de empleo estaba en riesgo y describió el proceso con el que ellas logran recuperar la actividad, acciones más tarde respaldadas por una ley de la Legislatura porteña y por una decisión judicial.
Pero el relato de los hechos, más entusiasta que riguroso a partir de una narración de exagerado acento sentimental y comentarios musicales que no hacían más que inducir al espectador a tomar partido, omitió datos esenciales de contexto como el seguimiento del trámite judicial y el punto de vista de los cuestionados dueños de la empresa.
Así las cosas, además de limitársele al espectador la posibilidad de sacar sus propias conclusiones, quedó en claro que, al menos en este caso, el programa dejó la sensación de que excedía con creces el propósito declamado desde un principio (tal como se apreció en varios tramos de esta primera semana) para ingresar en el terreno del documento testimonial, con resultados aquí escasamente equilibrados.
Este paso en falso es toda una advertencia para un ciclo que, al valerse innecesariamente en su presentación de enfáticos dichos del Presidente y de su hermana, la ministra de Desarrollo Social, corre también el riesgo de confundir, en todos los casos, las iniciativas comunitarias aquí alentadas con algún plan oficial.






