Volvió la política a la televisión
Volvió la política a la televisión abierta. Con el arranque del camino hacia las PASO nacionales el domingo 9 de agosto, el regreso de un protagonista que deliberadamente había sido corrido del medio durante la década kirchnerista quedó expuesto sin vueltas, en un lugar protagónico y preferencial. Es posible que este recuperado entusiasmo tal vez dure lo que dura la campaña y termine apagándose después de que hayamos elegido al nuevo presidente. Pero el despliegue, el compromiso y la intensidad que, inesperadamente para muchos, vuelve a tener la política en el núcleo de atención de las estrategias de los canales merecen una exploración. Tanto por lo que quedó en el camino silenciado a lo largo de todos estos años de voluntaria marginación como por los matices que esta vuelta adquiere en la pantalla, a los ojos de un televidente quizá sorprendido.
Lo primero que llama la atención es justamente la evidencia del largo silencio previo, ahora que desde programas enteros (ficciones, preferentemente) y extensas tandas con las publicidades de campaña dispuestas por la Dirección Nacional Electoral la política recupera durante todo el día un protagonismo extraviado. Este regreso deja al descubierto la visible estrategia de estos últimos años: tanto en la ficción como en los programas de actualidad, la política tuvo durante estos últimos doce años un lugar casi marginal. El perfil que adquirieron los noticieros y programas informativos de los últimos años respondió a una laboriosa planificación que desplazó las cuestiones políticas y las sustituyó por un combo en el que la crónica roja, las noticias del espectáculo, las novedades tecnológicas y una antología de las mejores imágenes tomadas de Internet fueron ocupando los primeros planos. Así las cosas, el debate político quedó acotado y confinado al mundo del cable.
Pero de repente asistimos a un redivivo protagonismo de la política. Alimentado desde hace algunos meses por una serie de indicios que terminaron decantándose en este tiempo preelectoral, en el que los candidatos apuestan inclusive a una sobreexposición mediática para cumplir con sus planes de campaña. Antes de la llegada de estos avisos, que merecen un comentario pormenorizado, tuvimos varias señales en esta dirección. ¿Ejemplos? El regreso a la pantalla abierta del periodismo de investigación de la mano de PPT, el debate cotidiano, recargado y estridente propuesto desde Intratables y el modelo tradicional de programa político (por más que a veces termine privilegiando a los temas de la farándula) que desde hace años encarna La cornisa.
Hasta la propia primera magistratura del país decidió sumarse a esta corriente con la sucesión de cadenas nacionales puestas en el aire con deliberada continuidad en materia de horarios ( al mediodía o entre las 17 y las 19). Lo que indica taxativamente la ley de medios (para la cual la cadena nacional sólo podrá utilizarse "en situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional") es irrelevante para el Gobierno. O, para ser más preciso, tiene otro significado. En esta interpretación, la "trascendencia institucional" no pasa tanto por los anuncios que se hagan en cada una de las cadenas, sino por la necesidad de explotar al máximo el potencial mediático de la pantalla y ponerlo al servicio de la figura presidencial. Esta interpretación caprichosa de la ley convirtió la cadena nacional poco menos que en un programa político más. De hecho, tiene características parecidas a las de otros envíos de su tipo: continuidad horaria, una puesta en escena que se repite, los mismos protagonistas, contenidos que se mantienen en el tiempo.
A este panorama acaba de sumarse el huracán de los avisos preelectorales. Una avalancha de mensajes, consignas y apelaciones al voto que, ante todo, logró recuperar en la TV abierta algo que parecía definitivamente perdido, sobre todo en el horario central: las tandas publicitarias. Detrás de las propuestas ideológicas y de las consignas de campaña, hay un común denominador que toda esta parafernalia preelectoral comparte: quizá por primera vez casi todos los avisos comparten un mínimo estándar de prolijidad y profesionalismo. Hasta "la primera campaña política hecha sin tu dinero" propuesta desde el espacio de Elisa Carrió responde a esas coordenadas. Aquellos spots precarios y artesanales de otros tiempos son, apenas, un recuerdo arqueológico.
Esta campaña muestra a primera vista, en cambio, mucho más cuidado televisivo y una preferencia manifiesta por la búsqueda del efecto emocional a través de recursos como la cámara lenta y la música incidental. Todo esto se produce en medio de un festival de consignas reiteradas. El eje de la campaña de Daniel Scioli es similar al utilizado por el oficialismo para las legislativas de hace dos años. En ese momento, cada uno de los spots culminaba con un leitmotiv: "la fuerza de..." Hoy, la misma estrategia se aplica a partir del lema "la victoria de..." Y en otros casos (Mauricio Macri, Margarita Stolbizer) la imagen elegida es la del avance a través de un camino.
Lo que estas campañas procuran, entre otras cosas, es la reivindicación del papel central del consultor político, el estratega del marketing, el asesor que trabaja para transformar al político en una marca seductora y apetecible. Son tareas y funciones muy desvalorizadas en los últimos tiempos, sumadas a los recientes y ruidosos fracasos de varios encuestadores.
No deja de ser llamativo en este sentido que las dos ficciones que se suman a la ola política actual en la TV abierta hayan decidido dedicarle una cuidadosa atención al comportamiento de estos asesores y consultores, consagrados obsesivamente a la construcción de un candidato. Casi en el mismo momento en que los avisos preelectorales comenzaron a invadir la pantalla, la trama de Entre caníbales, sin dudas la ficción mejor escrita y mejor realizada de la TV abierta local, mostraba cómo un consultor de acento chileno (guiño que tal vez tenga que ver con la excelente película No, de Pablo Larraín, también centrada en estrategias de campaña y marketing político) logra que un acto del candidato Rafael Valmora (Joaquín Furriel) se convierta en multitudinario pese a la magra asistencia de seguidores.
Y el próximo miércoles comenzará a emitirse por Canal 9 Milagros en campaña, en la que una experta en marketing político con escasos escrúpulos (Viviana Saccone) se empeña en lograr que un político lleno de dudas (Osmar Núñez) se convierta en un candidato rebosante de convicciones y personalidad. En uno y otro, el elemento melodramático no deja de prevalecer sobre la observación documental de la realidad política, pero hay suficientes diálogos filosos y situaciones reconocibles como para creer que también en este terreno el objetivo se cumple: volvió la política a la televisión.
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