Tres siglos de una obra que no envejece: la Música acuática
Más de treinta años separan Water Music (Música acuática) de Music for the Royal Fireworks (Música para los reales fuegos artificiales) de Handel. Sin embargo, ambas obras han sido creadas para tocar al aire libre y las dos responden a la misma disposición de números donde se alternan danzas con trozos sin alusión bailable. Pero sobre todo, una y otra responden a idéntica actitud por parte del autor, en el sentido de proporcionar composiciones que reflejen, como en un espejo purísimo, los gustos de la sociedad inglesa de su tiempo. Se trata de música popular en el más amplio sentido del término, por cuanto el compositor sajón conocía bien la debilidad de las muchedumbres londinenses por las sonoridades restallantes, mientras sabía también, al parecer, que ni los cortesanos ni los soberanos de Gran Bretaña, Jorge I, que inaugura la dinastía Hannover, y su hijo Jorge II, tenían gustos particularmente refinados.
Durante muchos años se afirmó que Haendel había escrito su Water Music en 1715 para acompañar un paseo del rey por el Támesis, pero esta versión está hoy desmentida. Su estreno se registra el 17 de julio de 1717 en Londres.
En cuanto a su estructura, la obra reúne movimientos de danza (minué, bourrée, Hornpipe, etc.) con otras secciones de música "pura", que no señalan ningún ritmo bailable y sólo llevan la indicación de movimiento, como Adagio, Allegro o Andante. La totalidad de los números de esta maravillosa colección está precedida por una majestuosa ouverture al estilo francés, vale decir formada por una sección lenta, solemne y pomposa, seguida por un Allegro en contrapunto imitativo.
Es notable cómo trasciende de esta "suite" el carácter festivo que Handel se propone lograr.
Ante todo, deslumbra la riqueza de color que obtiene de su instrumental, pero, asimismo, vale la pena advertir la sencillez y la frescura de sus temas, trabajados con el menor artificio posible puesto que se proponía llegar, como ya se dijo, a un público amplio y en un medio -el aire libre- no apto para destacar sutilezas compositivas. Con esa finalidad y a través de una intuición psicológica afinadísima, creó esta obra realmente soberbia, hecha para el más gozoso esparcimiento.
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