
Un Borges abordado con intrascendencia
"Borges. Los paraísos perdidos". Intérpretes: Hernán Gené, Jesús Noguero, Carmen Pardo, Carmen Vals, Fabián Carbone (bandoneón) y Natalia Martín (bailaora). Escenografía y vestuario: Mónica Florensa. Dirección general: Jorge Eines. En el Teatro Nacional Cervantes. Nuestra opinión: regular.
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Una sucesión de textos borgianos encuentra en la voz de cuatro actores una forma posible de divulgación. Por momentos, la voz del escritor se colará entre ellos y un bandoneón pondrá el clima necesario para que esas palabras refuercen su vitalidad.
Jorge Eines, como director, busca que sus actores digan a Jorge Luis Borges con la mayor claridad posible, los exime de utilizar sus cuerpos y aun de relacionar esos mismos cuerpos con el pequeño espacio de la sala Orestes Caviglia del Teatro Cervantes. Así, las palabras fluyen sin que los sentimientos las atraviesen, las carguen o las reinventen. Están allí, mostrando al poeta, pero es como si nadie se animara a darles la vida, algo que inmediatamente sucede cuando un lector toma contacto con un texto.
"Borges. Los paraísos perdidos" es un espectáculo distanciado y distante. El espectador no puede entrar en él y desde la escena nadie le da permiso para que ingrese en ese lugar. En algunos momentos, cuando Piazzolla llega a través del bandoneón de Fabián Carbone, algo parecería modificarse, pero es muy breve. De inmediato las voces se confunden con la música. Y otra vez las vivencias quedan afuera.
Sobre el final, la bailaora Natalia Martín intentará cruzar el tango con el flamenco, pero los resultados son muy poco atractivos. Lo salvaje que asoma en un gesto o un taconeo flamenco no tiene correspondencia con la sutileza con que Piazzolla describe el mundo ciudadano del Buenos Aires contemporáneo. En el cuerpo de esa mujer no hay síntesis posible.
Borges queda así como desprotegido, quebrado, frente a una teatralidad que no lo hace trascender. Pero seguramente en el corazón de los que aún hoy toman un libro para releerlo, está fuerte y sumamente entero.
"Emma Zunz"
Este es otro problema que aparece en esta experiencia. Cuando los actores dicen "Emma Zunz", cualquier espectador que haya leído el cuento inmediatamente pondrá en funcionamiento su imaginario, y esa Zunz que está en el pensamiento aparecerá de inmediato. Aquí eso no sucede. Como los intérpretes no trabajan con imágenes interiores, provocan una continua interferencia.
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