Un viaje a Brasil a través de la música: cinco discos para descubrir lo mejor de la cultura brasileña
En el día en el que el país vecino celebra el bicentenario de su independencia, algunas obras indispensables para acercarse a su riqueza artística
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Antigua colonia portuguesa, eximperio y hoy una federación de dimensiones continentales, Brasil es una tierra enorme y diversa, difícil de clasificar. Este 17 de septiembre se celebraron en en Buenos Aires 200 años de su independencia, hecho histórico que ocurrió el 7 de este mes en 1822. Desde entonces, la música ya era parte de Brasil: las canciones tocadas por esclavos africanos con percusiones aborígenes e instrumentos europeos dieron paso a la samba tradicional, que derivó en la bossa nova y allanó el terreno para que en los años 60 surgiese lo que se llamó Música Popular Brasileira (MPB).
En el día del bicentenario de la independencia brasileña, los porteños tuvieron la oportunidad de descubrir esta riqueza musical en el Celebra Brasil: un evento que se realizó en la Plaza Facundo Quiroga, cerca de El Rosedal, y que estuvo organizado por la asociación “Me Leva que Eu Vou”, que lleva más de veinte años dedicada a la promoción de la cultura popular brasileña en la Argentina.
En la música, los lazos entre ambas naciones existen desde hace años, incluso más allá de los escenarios: Brasil fue muchas veces el destino de bandas como Serú Girán -el conjunto formado por Charly García, Oscar Moro, Pedro Aznar y David Lebón-, quienes grabaron su primer disco en San Pablo. Varios años después, la canción “O Tempo Nao Para” de Cazuza, el cantante del grupo Barão Vermelho, inspiró a Bersuit Vergarabat a adueñarse del tema con una versión semitraducida.
Hoy, en el día en que se celebra la independencia de Brasil, es una buena oportunidad para escuchar -quizás por primera vez- sonidos de esa tierra. Al romper la barrera del idioma y la rivalidad futbolera, aparecen íconos como el disco que desplazó a The Beatles del top de los rankings; y géneros tan distintos como la samba, el rock psicodélico y la bossa nova, pero en los nombres de artistas legendarios de Brasil como Caetano Veloso, João Gilberto y el grupo Tribalistas.
Cinco discos para descubrir la música popular brasileira
Getz/Gilberto, de Stan Getz, João Gilberto, Vinícius de Moraes y Tom Jobim
En Nueva York, al saxofonista Stan Getz le decían “The Sound” (”El Sonido”). En su Bahía natal y en Río de Janeiro, pronto en todo Brasil, João Gilberto era llamado “O Mito” (”El Mito”). El primero era un músico reconocido de jazz que buscaba darle una lavada de cara a su género. El segundo, un guitarrista en ascenso dentro de su país que estaba explorando los límites de un nuevo tipo de música, derivado de la samba, junto a otros como el pianista Tom Jobim y el poeta Vinicius de Moraes.
El saxofonista había tenido un primer acercamiento al sonido esencialmente carioca en su disco de 1962, Jazz Samba. El álbum vendió un millón de copias y despertó interés en el género, pero su productor, Creed Taylor, sentía que los músicos norteamericanos no lograban reproducir ese ritmo que lo fascinaba. Entonces, después de ver un concierto de Gilberto y Jobim en el Carnegie Hall, los juntó con Getz para grabar un disco en el que se fusionara la bossa nova y el jazz.
El resultado del encuentro entre “El Sonido” y “El Mito” fue Getz/Gilberto: un disco cálido y de producción prístina que desplazó al disco de The Beatles A Hard Days Night en el número 1 de Billboard, popularizó la bossa nova a nivel global y arrasó en los Grammy de 1965, donde ganó en las categorías Mejor Álbum del Año, Mejor Cantante y Mejor Guitarrista.
Según la periodista brasileña radicada en la Argentina Leticia Navarro, quien difunde la música de los artistas de su país en nuestra tierra a través del programa Aires do Brasil, Getz/Gilberto es “el símbolo de la música brasileña en términos de reconocimiento mundial”. Navarro también recuerda que Jobim, Gilberto y Moraes vivieron en Rio de Janeiro, “una cuna importante para la bossa nova”.
Además del talento de cada integrante de la banda, a la que se sumaron Milton Banana en percusión y Sebastião Neto en contrabajo, otro de los grandes aciertos del disco fue el debut como cantante de Astrud Gilberto (por entonces, esposa de João) en las dos canciones que exportaron la bossa nova a todo el mundo: “Corcovado” y la inmortal “Garota de Ipanema”, una de los temas que más veces fueron grabados de todos los tiempos.
Construção, de Chico Buarque
En 1971, año en que Brasil estaba bajo un gobierno militar, Chico Buarque publicó Construçao, su doceavo disco, aunque solo tenía 27 años. Antes, había sido el joven guitarrista que daba bien para los pósters por sus ojos color agua marina. Después, se volvió una persona de interés para los gobiernos militares del período que fue de 1964 a 1983, especialmente mientras el presidente de facto fue Emílio Garrastazu Médici (1969-1974).
El cantante se pronunciaba públicamente en contra de la dictadura: señalaba los peligros ecológicos de las obras faraónicas, el dolor de los brasileños en el exilio y la falta de sentido del modelo de vida productivista desplegado por la propaganda oficial.
En “Deus lhe pague” (Dios le pague), la canción que abre Construçao, Buarque agradece irónicamente al régimen “por ese pan para comer, por esa cama para dormir/ El certificado para nacer, la concesión para sonreír/ Por dejarme respirar, por dejarme existir/ Dios le pague”. La música es una samba progresiva, que avanza hacia el climax total con un riff de bajo frenético.
La canción homónima del disco condensa el sentimiento opresivo que transmite por momentos la obra al abordar la peligrosa existencia de un obrero durante el gobierno militar: “Amó aquella vez como si fuese la última/Besó a su mujer como si fuese la última/ Y a cada hijo como si fuese el único/ Y atravesó la calle con su paso tímido/Subió a la construcción como si fuese máquina/ Irguió en la base cuatro paredes sólidas”. “Construçao”, compuesta de 17 versos que finalizan todos con palabras esdrújulas, fue elegida por la Rolling Stone como la mejor canción brasileña de todos los tiempos.
Transa, de Caetano Veloso
Desde Domingo, su debut con Gal Costa en 1965, Caetano Veloso ha sido una figura central en la música brasileña e indispensable para contar su evolución. Si Transa es el disco seleccionado en esta lista, es porque representa como ningún otro un sentimiento brasileño intraducible: la saudade.
Se trata de un concepto difícil de abordar, pero que se relaciona con la distancia o la pérdida de algo amado; en cierta forma, con la nostalgia. No es de extrañar que Transa refleje ese sentimiento, porque fue grabado lejos del país de origen del músico en medio de un penoso exilio.
En 1969, Veloso y Gilberto Gil tuvieron que irse de Brasil. Los dos habían pasado 14 días detenidos en diciembre de 1968, acusados de pertenecer a la subversión contra el régimen militar. Las pruebas eran falsas, aunque ambos habían participado en manifestaciones contra la dictadura, y al ser liberados fueron deportados a Bahía, última escala antes del viaje forzado que los llevaría a la otra capital musical que reconocían además de su propia tierra: Londres.
Allí vivieron en comunidad con otros exiliados, grabaron canciones con un gran condimento nostálgico y participaron de shows en vivo como la edición de 1970 del Festival de la Isla de Wight, en donde compartieron cartelera con The Doors, Leonard Cohen y Joni Mitchell.
La palabra “transa”, que puede significar un intercambio material o sexual, fue usada en el título para aproximarse a la esencia del álbum que, como el movimiento tropicalista que Veloso había fundado, buscaba unir la música brasileña con el pop inglés y estadounidense, algo que el músico logró en este disco, que permanece como uno de sus favoritos a nivel personal.
Maior Abandonado, de Barão Vermelho
Al igual que en la Argentina, la década del 80 trajo para Brasil una decadencia incuestionable del modelo militar autoritario y una consiguiente apertura cultural. En este contexto de renovación, surgió Barão Vermelho.
Su cantante fue un carioca de nombre Agenor al que todos llamaban “Cazuza”, un chico rubio, abiertamente bisexual, que se sacaba en el escenario cantando poemas al desenfreno mientras sonaban músicas compuestas por el guitarrista Roberto Frejat.
La periodista Leticia Navarro cuenta que Cazuza, “más que un cantante, fue considerado un representante de una generación por su poesía y su irreverencia en sus letras”, en las que “hablaba del desencanto por la sociedad brasileña en la década del 80 y hacía una crítica generalizada al sistema político”.
Maior Abandonado fue el tercer disco del grupo y explotó en las radios del país con canciones exitosas como la que da nombre al álbum, el hit “Bete Balanço” o “Por Que a Gente e Assim”. Pero no todo fue éter: solo en los primeros seis meses, se vendieron más de 100.000 copias del disco.
El éxito del grupo culminó el 20 de enero de 1985, cuando Barão Vermelho cerró la primera edición del festival Rock in Rio después de 9 días en los que habían participado bandas y solistas como Queen, Ozzy Osborune, Rod Stewart, Yes y AC/DC.
Tribalistas, de Tribalistas
Aunque la grabación de Tribalistas empezó oficialmente en febrero de 2002, se asentaba sobre la amistad y afinidad artística de Marisa Monte, Arnaldo Antunes y Carlinhos Brown: tres músicos con carreras que ya estaban consolidadas al momento de encarar el nuevo proyecto.
Marisa Monte, carioca, tenía una trayectoria de más de 12 años en la que había editado cinco discos que mezclaban temas propios con versiones de las grandes voces de la música popular brasileira (MPB); Antunes había sido parte de la banda paulista Titãs, una de las más populares de la década del 80 en Brasil; y Carlinhos Brown era el fundador de la Timbalada, un grupo de percusión que hasta el día de hoy sigue activo en Salvador de Bahía.
En el verano de 2002, los tres se juntaron en la casa de Monte, en Rio de Janeiro, y compusieron 20 canciones. La grabación fue rápida, con solo un día para cada canción de lo que iba a ser su primer disco: Tribalistas, también nombre del proyecto y de una de las canciones del álbum.
El éxito contemporáneo al nuevo milenio los hizo renovadores del género de música popular brasileira. En ese sentido, Leticia Navarro cuenta que “Tribalistas fue considerado una nueva MPB, pero con este color globalizado donde tiene la raíz de los ritmos brasileños pero mezclado con lo electrónico y la influencia del pop”. Y sostiene: “Podríamos considerar que la nueva generación del género viene de la mano de Tribalistas”.
Los premios Grammy de 2003 los encontraron nominados en cinco categorías: Grabación del año (por “Já sei namorar”), Álbum del año, Mejor álbum pop contemporáneo brasileño, Mejor producción y Mejor canción brasileña, también por “Já sei namorar”.
Antunes, Brown y Montes se llevaron a casa, o se repartieron, el premio al Mejor álbum de pop contemporáneo en Brasil: un título que reforzó el aval que ya habían recibido de parte de la sociedad, con el millón de copias del disco que, para ese entonces, llevaban vendidas en su territorio.
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