Zeta Jones y Lansbury en Broadway
En una de las ediciones de la semana anterior, este suplemento reprodujo en su portada la foto en que Angela Lansbury y Catherine Zeta Jones aparecen saludando al público del Walter Kerr Theatre, de Nueva York, al final de la primera representación de A Little Night Music , la comedia musical de Stephen Sondheim y Hugo Wheeler, sobre el film de Ingmar Bergman Sonrisas de una noche de verano (1955), dirigida por Trevor Nunn.
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La aparición de la hermosísima Catherine (famosa como estrella de cine, sobre todo a partir de su intervención en Chicago ) en un escenario de Broadway, fue recibida por la crítica de ambos lados del Atlántico con matices diversos pero concordantes en destacar que el personaje que le asignaron no es el más indicado para ella. Se trata de una mujer que ha sido muy hermosa y seductora, pero ya en camino al ocaso, debatiéndose entre un marido al que desdeña, un amante maduro que la está abandonando y un posible amante mucho más joven. Su canción, "Send in the Clowns", es lo que los norteamericanos llaman un stopper, esto es, un número que detiene la acción y se convierte en el aria emblemática de la obra. Canción de la que Nacha Guevara, dicho sea de paso, nos dio, hace muchos años, una versión inolvidable.
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Emma Brockes, del grupo de críticos del temido The Guardian , de Manchester, uno de los diarios más importantes de habla inglesa, observa: "El papel requiere la destreza de una actriz con experiencia teatral (?) Zeta Jones es buena actriz y buena cantante, pero no las dos cosas a la vez". Y describe así el momento culminante: "Al principio, pone cara de que está por ocurrir algo terrible. Y ocurre. Parece estar dando una prueba de ingreso al conservatorio".
A los 40 años, a Catherine, según Ben Brantley, en The New York Times , "no le sale natural; es demasiado deslumbrante para sugerir una mujer en decadencia". "Me gustaría verla en un papel más adecuado", acota Elisabetta Vincentelli en The New York Post . En cambio, a los 84, la veterana Angela Lansbury "tiene al público comiendo de su mano, como la cursi, teatral señora Armfeldt, en su silla de ruedas" (Claire Prentice, en el Telegraph ). Para la implacable Brockes, "Lansbury revolea los ojos, gruñe como Popeye y se lleva los aplausos; pero es evidente que actúa en otra producción, una especie de pantomima". En el Washington Post , Peter Marks la ve así: "Pulido profesionalismo y una aguda comprensión de cómo seducir al público". Todos coinciden en que lo mejor del espectáculo es la música de Sondheim.
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