Ante el nerviosismo por una campaña ajustada, los demócratas juegan su carta más fuerte: Barack Obama
Hizo campaña en Arizona y estará con la candidata presidencial en Georgia, otro estado clave, en medio de una fuerte paridad en las encuestas frente a Trump
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TUCSON, Arizona.- Un aire electrizante recorre el estadio techado de los Wildcats, el equipo de fútbol americano de la Universidad de Arizona. Miles de personas aplauden y vitorean de pie sobre el césped sintético delante de un escenario con un podio y dos teleprompters y una tribuna atrás donde se ven varios cárteles: “Libertad”, “VOTAR”, “¡Votá Arizona!”. Pasan los oradores, la espera termina, y cuando suena “City of Blinding Lights” de U2 en los parlantes aparece la figura a la que todos vinieron a ver: Barack Obama.
“¡Hola, Arizona! ¡Hola, Tucson! ¿Están encendidos? ¿Están listos para salir?”, grita Obama, apenas se para detrás del micrófono.
El público grita, festeja y aplaude a su estrella. Obama, el político más taquillero que tienen los demócratas –su popularidad solo queda opacada por la de su mujer, Michelle Obama–, ya ha comenzado a recorrer los estados pendulares, o “swing states”, para apuntalar la candidatura de Kamala Harris.
Obama ya pisó Pensilvania, Nevada, Arizona y Wisconsin, y esta semana, por primera vez, estará junto a Harris en un escenario en un acto en Atlanta, Georgia, otro estado clave. Pero debajo de toda la energía que Obama genera, hay una laguna de ansiedad. Por tercera vez, los demócratas se enfrentan a Donald Trump en una elección presidencial. Y la victoria está muy lejos de estar garantizada.
“Tengo muchas esperanzas de que Kamala gane, pero también estoy muy ansiosa”, dice Maggie, 65 años, capacitadora de maestros, antes del discurso de Obama. “Me parece increíble que tantos norteamericanos todavía puedan estar del otro lado. No lo puedo creer. Es un fascista. No es bueno para su empresa ni para este país, no es bueno para nuestros niños ni para el control de armas, para las mujeres. Es un fascista, le tengo miedo”, insiste.
El estadio techado de los Wildcats, que tiene un tamaño similar al de una cancha de fútbol, está a la mitad de su capacidad, aunque afuera quedó gente sin poder entrar porque los bomberos prefirieron acotar la cantidad de público por razones de seguridad. Además de Obama, en el acto hablan las principales figuras demócratas de Arizona: la gobernadora, Katie Hobbs; el senador Mark Kelly, que quedó en la terna final de candidatos a compañero de fórmula de Kamala Harris, y el congresista Rubén Gallego, que compite por una banca en el Senado, pisan el escenario antes que Obama. Para los demócratas, una victoria en Tucson es crítica. Es la segunda ciudad más importante de Arizona después de Phoenix. Los demócratas necesitan obtener una ventaja lo suficiente amplia en ambos centros urbanos para compensar los votos republicanos en las zonas rurales.
Obama habla de valores y de carácter, busca marcar un claro contraste entre Harris y Trump, enaltece la figura de John McCain, su rival en la elección presidencial de 2008, un ícono republicano en Arizona y un político de un estilo –moderado, bipartidista, protocolar– y de una época que, por momentos, parece definitivamente enterrada en el pasado. Obama reconoce que hay gente que la ha pasado mal en los últimos años. Pero la elección es sobre otra cosa.
“Al final del día, estas elecciones no se tratan solo de políticas. No se trata solo de planes o de conceptos de un plan”, dice Obama, una chicana a Trump. “Se trata de valores. Se trata de quiénes somos, cómo nos tratamos unos a otros, el ejemplo que queremos dar a nuestros hijos y a sus hijos. Se trata de carácter”, enumera.
“Quiero decir, una de las cosas más inquietantes de estas elecciones y del ascenso de Donald Trump en la política es cómo parecemos haber dejado de lado los valores que defendían personas como John McCain, valores que nos inculcaron”, insiste después.
Mike, 56 años, lleva una gorra azul con las mismas letras que las gorras de Trump, pero otro mensaje: “Make Lies Wrong Again”, o “Hagamos que las mentiras vuelvan a ser erróneas”. Aplaude los discursos parado al fondo junto con otras personas que aparentan su misma edad. Obama suele atraer público joven, pero en el público se ven muchas personas avanzadas en años. Como muchos otros votantes demócratas, le cuesta creer lo que ve en las encuestas: una elección peleadísima, voto a voto, aun cuando los demócratas pusieron al frente de su fórmula a una candidata que supo ser bautizada “la Obama mujer”, que promete renovar la política, contra un candidato condenado por la Justicia que es una enciclopedia de controversias. Muchos demócratas ven esa realidad con perplejidad, convencidos de que el país está en peligro.
“Creo que estamos salvando la democracia votando por Kamala Harris. Esa es la conclusión”, dice Mike. “No puedo creer que la elección esté tan reñida. Si nos fijamos en la cantidad de republicanos de alto rango que apoyaron la candidatura de Harris, no tiene sentido para mí. No entiendo cómo puede seguir siendo tan popular y a la vez tan crítico con todo el mundo en Estados Unidos. Si Trump es reelegido, será una dictadura. Nunca más lo sacaremos de la casa”, se despacha.
Una alta participación en las elecciones suele beneficiar a los demócratas, aunque este año la campaña presidencial ha roto con todos los antecedentes políticos en Estados Unidos. En Arizona, los demócratas podrían llegar a tener un impulso adicional: este año, además de los cargos públicos, los habitantes del estado votarán varios referendos. Una de las propuestas en discusión, llamada “Propuesta 139″, plantea consagrar el derecho al acceso a un aborto en la constitución estatal. Y puede impulsar a más demócratas, en particular, a las mujeres, a votar. En el acto de Obama se veía a mujeres vistiendo pañuelos verdes, símbolo de la lucha por el acceso al aborto.
Patty, 69 años, cree que, al final del día, Kamala Harris saldrá victoriosa. Pero igual confiesa que está nerviosa. Lleva una remera con un mensaje: “Con temor por nuestra democracia, disiento”, un homenaje a la jueza de la Corte Suprema de Justicia, Ruth Bader Ginsburg, quien murió durante la presidencia de Trump.
“La carrera está demasiado justa”, lamenta Patty, sin perder la sonrisa. “Creo que es lo que todos pensamos. Estos son mis amigos –dice mientras voltea para mostrar a su grupo de amigas–. Y creo que todos volvemos a estar optimistas, pero nerviosos.”
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