Reseña: Algo que nadie hizo, de Matías Aldaz
Algo que nadie hizo, de Matías Aldaz (Federación, 1976), ganadora del premio “La novela del verano/2024” e inspirada en la suerte que corrió la ciudad natal del autor, que a finales de la década de 1970 debió ser emplazada en otro lugar por la construcción de una represa, perfila la historia de Césario, un carpintero que se instala en las afueras de un pueblo vacío y amurallado donde vivió con su familia. Su esposa, Mai, ha muerto, y su único hijo, Luriel, se quitó la vida; la nuera y la nieta, como otros habitantes, se han ido. “Elegí este lugar, ni siquiera loteado, de puro yuyo, que lo único que tiene enfrente es una callecita de tierra revuelta y toscas que termina en el río, porque quería despejarme”, confía. Para “atravesar lo oscuro sin susto” y con buena compañía, planta guayacanes, aromos, aguaribayes, paraísos y otros árboles nativos que se pueblan de pájaros.
El carácter retraído del protagonista se proyecta en el tono del relato, que es espectral y a la vez vibrante, con fantasmas que sobreviven en imágenes de superocho, casas deshabitadas y recuerdos. La otra virtud de Algo que nadie hizo es el español mestizo, misturado con voces y sintaxis guaraníes, portuguesas y alemanas de los personajes que lo visitan en su lote, en la vigilia o en sueños, y que aporta a la novela espesor y misterio.
Aldaz no es un escritor pasatista ni pesado. Se detiene cuando el trazo grueso de la gravedad amenaza con desbordar una secuencia narrativa (la novela está compuesta por fragmentos de diferentes medidas); avanza y retrocede en el tiempo, buscando efectos de contraste o extrañeza y, a la manera de Antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters, transforma restos y ruinas en una narración viva.
Algo que nadie hizo
Por Matías Aldaz
El Gran Pez
168 páginas
$ 23.000