Algunas claves para salir airosos de una convivencia estival
Entre las diversas variantes y propuestas para atravesar el verano hay una modalidad de moda por estos días, que se ubica en un cruce, en "un entre" la vida familiar y las vacaciones exclusivamente de amigos. Es decir: varias familias que se agrupan (acaso por primera vez) para veranear en torno a la vida social de sus hijos. La pregunta que surge inevitablemente es: ¿por qué esta opción se ha vuelto más frecuente en estos últimos años?
Intentemos algunas conjeturas. La vida entre amigos ha conquistado en el último par de décadas nuevos territorios. Las familias con hijos se conforman en general no antes de los treinta años y desde la salida de la casa parental hasta entonces es el vínculo amistoso un sostén crucial para los jóvenes.
Por otra parte, las experiencias de viajes y vacaciones empezaron a multiplicarse con propuestas inéditas en distintos medios sociales y a distintas edades. El fútbol, un congreso profesional, un campamento, una despedida de solteros son algunas excusas que convocan.
En ese mismo clima, desde hace algún tiempo, los adolescentes también buscan reservar una porción de las vacaciones para vivirlas con amigos.
El hecho es que esto que antes se planteaba entre universitarios hoy es aspiración de chicos que aún "están verdes" para irse solos. En estos casos, que oscilan entre los 14 y 18, que ya no se entusiasman con campamentos organizados por un club, y les aburre una vacación solamente familiar, estas nuevas variantes de armar el rompecabezas del veraneo resultan una buena idea y una precaución al mismo tiempo. Otro momento vital en el que proliferan estas combinatorias más comunitarias es en familias con hijos más pequeños, acostumbrados a vivir durante el año situaciones escolares, deportivas y de fines de semana compartidos.
El punto es que la convivencia no es tema fácil, y menos la grupal. Tan sólo punteando en borrador, más allá de la edad y del formato elegido, para sobrevivir estos nuevos "maridajes estivales", vale la pena proponerse:
- Vivir juntos, no pegoteados.
- Buscar acuerdos básicos para pasarlo muy bien y evitar querer tenerlo todo reglamentado. Eso atenta contra el clima de distensión buscado en vacaciones.
- Vivir una experiencia con muy buena disposición, con espíritu de aventura y con un nivel de tolerancia considerable.
- Resignar algunos gustos personales en pos de la experiencia compartida.
- Evitar las comparaciones dejando la lupa -que agranda el detalle- de lado.
- Y, por último, la creatividad, el humor, el ingenio y la paciencia son infaltables cuando lo que buscamos es un genuino clima de encuentro.
La autora es psicoanalista
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