Apariencias y engaños: revelar lo que está detrás de la moda
La apariencia y lo que la apariencia esconde dan a esta columna su razón de ser. Por lo que, dado que la apariencia constituye la materia matriz de la moda, es sensato concluir que se trata de una columna de moda. Pero si bien la denominación es justa, me parece necesario precisar que en mis crónicas busco siempre ir más allá de lo que se entiende comúnmente por moda.
La palabra indumentaria refiere, en modo genérico, a la suma de todos los productos destinados a darse una apariencia, del tocado al calzado. Pero el concepto de moda restringe ese vasto inventario al sector de la industria de la moda que al carácter funcional de las prendas antepone el aspecto estético, como marca de distinción, social o individual. Moda es entonces lo que a la par de vestirnos nos adorna e idealmente nos suma atractivo o nos identifica a una situación social determinada, ya sea real o deseada, según un registro muy variado de gustos. No es menos ornamental una remera Lacoste con su cocodrilo verde que una chaquetilla torera ricamente bordada de la colección verano 2020 de Dries Van Noten featuring Christian Lacroix. Ambas darán a quienes las lleven niveles equivalentes de seguridad y placer y transmitirán mensajes claros aunque de contenidos disímiles.
Todo es cuestión de gustos, conforme a la pluralidad que define a nuestra época. Una seda estampada tiene un potencial de seducción no mayor que el de un tatuaje –o menor para muchas miradas. Describir las modas procura un goce seguro, ya que se trata de transcribir una suma de experiencias que apelan a la vista y al tacto, y que solicitan que se escriba desde el deseo para despertarlo en quien te lee. Para transmitir la connotación sensual que posee una chaqueta bien cortada en un buen paño, denso y a la vez dócil al cuerpo que contiene, o el modo en el que el vuelo de una falda acompaña un cierto contoneo, la escritura debe partir de los centros nerviosos.
Porque todo está en hacer sentir la ligazón que existe entre las prendas y la percepción física de sí y del mundo, de explicitar el enlace, el engarce, el encaje que hay entre la ropa, siempre inanimada por bella que sea, y la persona palpitante que llevándola la hace existir. Y aun así, por detallada y expresiva que sea, la crónica de los cuerpos y los trajes, y el recorrido de los estudios y los talleres, las pasarelas, las vidrieras, los percheros, los espejos, solo vale para contar modas. Que, desde donde yo apunto, nunca fue el objetivo y que ahora, en este punto de la experiencia colectiva, claramente no basta. En el contexto de crisis global que atravesamos, la moda como placer dista de ser tema prioritario
El debate esencial será el de la inviabilidad del sistema de la moda como viene funcionando en los últimos decenios. Los modos y ritmos de producción en continua aceleración, el volumen desatinado de prendas fabricadas y en gran parte rápidamente desechadas, en cuanto a la moda de consumo popular, son temas urgentes, así como, por el lado del lujo, corresponderá rever y corregir el despliegue de recursos millonarios y no sustentables que sostienen la fachada del glamour, en odioso contraste con la inequidad de los salarios y precariedad de las condiciones de trabajo. Es tiempo de revelar todo aquello que las apariencias ocultan.
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