Art nouveau: la forma en movimiento
Surgida en medio de los aires renovadores que marcaron el principio del siglo XX, quiso acompañar su tiempo con líneas dinámicas y suaves
lanacionarIniciamos hoy esta sección, con la que nos proponemos revisar las principales tendencias del arte decorativo. Recorrerlas implica descubrir su presencia (a veces insospechada) entre los objetos, muebles y ambientes que nos rodean. Una apuesta, entonces, a enriquecer la mirada y descubrir las huellas de la historia presentes en la vida de todos los días. Para comenzar, abordaremos al art nouveau, una de las líneas más influyentes en el diseño contemporáneo.
Las formas del cambio
Transcurría 1900. En Occidente predominaba el optimismo. La ciencia y la tecnología auguraban un confort cada vez mayor, las costumbres se modernizaban, la idea de una renovación a la medida humana impregnaba la búsqueda artística. Sordamente, la modernidad también engendraba sus monstruos; así lo demostraría la guerra desatada en 1914.
En el diseño y la arquitectura surgía una tendencia que, acorde con el espíritu de los tiempos, buscaba generar formas absolutamente nuevas. Se trataba del art nouveau. Aunque sus refinadas formas encontraron en Francia e Inglaterra la máxima expresión, también tuvo versiones de otras nacionalidades. En España adoptó el nombre de modernismo; en Estados Unidos, se lo llamó Tiffany; en Alemania, Jugendstil; en Viena, Sezessionstil.
¿La aspiración de todos ellos? Rechazar un arte rutinario y conservador y, por el contrario, incorporar la belleza a la vida diaria a través de conjuntos decorativos claros, fluidos y dinámicos.
¿Existe algún rasgo que permita identificar rápidamente este estilo? Seguramente: la línea latigazo o serpentina . Los objetos e ilustraciones del art nouveau rebosaban de trazos dinámicos, surcos que se volvían sobre sí mismos, rodeaban las imágenes y a veces se fundían con ellas. Con esos movimientos se pretendía simbolizar la creatividad de la naturaleza. Por eso los motivos: hojas y ramas entrelazadas en delicados arabescos, lianas, algas, juncos, lirios. Y los animales, exóticos y ondulantes como el cisne, el pavo real, las medusas y pulpos.
Entre las figuras humanas, la gran favorita era la mujer. Proliferaban así sirenas, nínfulas o damas cimbreantes y voluptuosas, siempre distantes e impregnadas de misterio.
Un estilo que gana la calle
Desde sus inicios, el art nouveau se integró al frenético movimiento de las grandes ciudades. Los afiches con los que Toulouse-Lautrec celebraba los brillos del Moulin Rouge dan cuenta de eso. Pronto las ágiles formas del estilo asomaron en la realización de murales, tapices, joyería, sillas, vajilla y vitrales. Pese a que la búsqueda de una forma artística que impregnara la vida de todos los días parecía cumplirse, cada tanto resurgían las discusiones entre los diseñadores: ¿a qué dar prioridad? ¿A la utilidad o a la estética?
Dicha tensión, que se hacía eco de planteos propios de las vanguardias europeas, pareció resolverse con la consolidación de otro estilo: el art déco. Esta tendencia iba a profundizar los aspectos más aceptados del art nouveau. Así, las formas se hicieron aún más faciles de incorporar a la vida del gran público y los colores cada vez más vivos, inspirados en los ballets rusos que estaban de moda en esa época. De todos modos, la impronta seguía siendo el refinamiento: la utilización de técnicas y materiales exquisitos restringió la mayoría de los diseños a los círculos sociales más adinerados. Cuando, en 1925, se realizó en París la Exposition International des Arts Décoratifs et Industriels Modernes , se consagraron la denominación art déco y su presencia en la ilustración y el diseño.
Gaudí: un caso particular
El modernismo, como se denominó la versión española del art nouveau, encuentra en Antoni Gaudí uno de sus más destacados representantes.Formado en el ambiente del romanticismo catalán, este arquitecto hizo de Barcelona un deslumbrante muestrario del espíritu modernista. En edificios como la casa Milà, la casa Vicens o el ábside de la Sagrada Familia se respira libertad creativa e inspiración en la fuerza de los mundos orgánicos. Las formas son dinámicas; los motivos, naturales (estrellas, nubes, plantas, animales); las líneas rectas, casi una excepción.
Pero donde se puede advertir con mayor claridad su pulsión vital es en el Parc Güel: imposible perderse entre los senderos asimétricos de ese predio y no sentir su efecto renovador.
La inspiración en la naturaleza (hongos, salamandras, flores, grutas, caídas de agua) y la combinación lúdica de pequeños mosaicos, piedras y metal convierten al paseo en una refrescante inmersión en el enigmático terreno de sueños y mitos.