Ciencia. Ballena Franca Austral: secretos de un monumento natural
Tiene amores promiscuos, practica windsurf, se despioja a los saltos... Y todo esto frente a las costas de la mítica Patagonia, ofrendando un show que seduce a turistas del mundo entero. Radiografía de nuestra ballena más popular
Alcanza los diecisiete metros de largo (cuatro autos medianos en fila) y un peso de setenta toneladas (50 equipos completos de rugby). Sin embargo, la ballena franca austral se alimenta de organismos casi microscópicos (sobre todo krill, una suerte de camarón liliputiense). Claro que consume cantidades industriales. Hacen falta 200.000 de estas minúsculas criaturas para llenar una taza de café y, se estima, una franca ingiere durante su existencia más de 10.000 toneladas de comida. Además, suele desafiar la gravedad -y nuestra credulidad- con saltos de monumental imponencia. ("Para ser testigo de un espectáculo más grandioso hay que salir del reino animal y buscar la compañía de aludes, tormentas, volcanes o terremotos", escribió el cetólogo norteamericano Roger Payne, máxima autoridad mundial en ballenas.) Y en sus migraciones anuales llega a acumular un millaje que supera las siete vueltas al planeta. Es, a todas luces, un bicho digno del LibroGuinness de los Récords.
Pocos lo conocen mejor que el argentino Alejandro M. Arias, que lleva 19 años trabajando en favor de la ballena negra. Al comienzo, como parte del equipo de Payne. Hoy, en el Programa Marino de la Fundación Vida Silvestre Argentina y la Dirección Nacional de Fauna. Le debemos, entre otros aportes, el primer catálogo nacional de identificación de las ballenas francas de Península Valdés.
-La actividad ballenera empezó en el Atlántico Norte, en el siglo XI. La primera víctima, y preferida durante centurias, fue la ballena franca. Sobraban motivos: abundaba, nadaba lentamente, tenía hábitos costeros y flotaba después de muerta, facilitando el faenamiento. Además, proporcionaba buena cantidad de aceite y barbas muy flexibles. Por estas características los balleneros ingleses la llamaron Right Whale .
Entrado el siglo XX, la ballena franca del hemisferio norte estaba al borde de la extinción y de la especie austral sólo quedaba una diezmadísima población (menos del 4% de las 100.000 que se calcula existían antes de la caza comercial). Las restantes ballenas no corrieron mejor suerte. Ante el agotamiento de sus stocks -y el consecuente derrumbe de las ganancias-, la industria ballenera se vio obligada a frenar la matanza.
-Las francas estuvieron entre las primeras especies protegidas -acota Arias-. Mediante progresivas regulaciones se logró que la ballena franca del hemisferio sur experimentara una recuperación (no así la del Norte, que transita un camino sin retorno). La población total supera hoy los 8000 individuos y, al menos en el Atlántico Sur, crece a alrededor del 6% anual.
Mucho tuvo que ver el boom del ecoturismo. Las ballenas francas pasaron a ser más atractivas vivas que muertas. El ejemplo de Península Valdés, meca sudamericana del whale-watching, es elocuente. En los años 70, lancheros de Puerto Pirámides comenzaron a acercar gente al dominio de los colosos. Actualmente, más de 80.000 turistas participan cada año de la experiencia, con un movimiento económico que excede los 120 millones de dólares.
Amores promiscuos
Cada año, entre mayo y diciembre, unas 1200 ballenas francas visitan Valdés tras un largo peregrinaje desde sus zonas de alimentación en mares antárticos y subantárticos. Algunas llegan preñadas, buscando en las tranquilas aguas del área una hospitalaria maternidad. Pero la mayoría sólo piensa en eso... Del primero al último día de la temporada reproductiva hay sexo frente a las costas de la península. Y del más promiscuo. Los machos cuentan con un órgano genital que, erecto, ronda los tres metros y puede controlarse a voluntad. Pese al privilegio, precisan cortejar en patota a las damas receptivas (se han observado diez pretendientes para una sola Eva). Es que éstas acostumbran eludir los arrestos de sus galanes flotando en la superficie con el vientre hacia arriba -postura que impide el apareamiento- y hace falta una estrategia común para dar vuelta la situación.
En ocasiones, este acoso colectivo dura horas. No sorprende que más de un semental logre sus fines. Pero sólo uno, claro, resultará el padre.
-Según Payne, el secreto del éxito residiría en la producción de espermatozoides -interviene Arias-. A mayor cantidad, mayores probabilidades de paternidad. La hipótesis se basa en una sorprendente comprobación: los testículos de un macho de ballena franca pesan casi una tonelada, ¡seis veces más de lo que proporcionalmente correspondería! (son, tal vez, los más grandes que produjo jamás la evolución). La descendencia de las francas, al parecer, no depende tanto de despliegues agresivos o el empeño amatorio. El verdadero combate por la perpetuación se libra en el nivel microscópico, entre células sexuales. Es una competencia espermática, dice el experto, que a principios de 2003 fue designado por el príncipe Bernardo de Holanda caballero de la Orden del Arca de Oro, para premiar esfuerzos por la conservación, honor que comparte con personalidades como Jane Godall, Edmund Hillary e Indira Gandhi.
Desde una lancha, el amor de las ballenas resulta un desconcertante entrevero de espuma, aletas y moles oscuras. Es entendible que las preferencias de los whale-watchers se inclinen por la espectacularidad extrema del salto. Los especialistas descreen que semejante inversión de energía carezca de alguna justificación práctica. Se especula que, entre otros propósitos, la franca saltaría para desprenderse de parásitos molestos (tras cada salto, en efecto, queda flotando una miríada de piojos de la ballena); hacer gala de poderío o simple ejercicio; producir una señal sonora mediante la estruendosa caída de su corpachón; escapar al tormento de las gaviotas que tratan de arrancarle jirones de piel y grasa.
La prolongada exposición de la cola al embate del viento -otro comportamiento sobrecogedor- ha merecido explicaciones más controvertidas.
-Payne interpreta esta conducta como una manera de navegar a vela sin destino fijo, por puro placer o entretenimiento -señala Arias-. Pero la llamada teoría del windsurf goza de poco predicamento. Algunos sugieren que la posición cabeza abajo respondería a la necesidad de incrementar el flujo sanguíneo hacia el cerebro tras alguna actividad desgastante. Otros, que refrescando su aleta caudal -el área de mayor vasculación dérmica entre los cetáceos- la ballena busca regular su temperatura corporal.
Los desacuerdos desaparecen en materia de identidad. La cabeza de la franca está cubierta en la parte superior y los flancos de callosidades. Son colonizadas por parásitos externos, llamados piojos de la ballena, que les dan una tonalidad marfileña o anaranjada. Payne descubrió que su forma, dimensiones, cantidad y distribución resultan únicas para cada individuo y permanecen casi inalterables en el tiempo: una perfecta huella dactilar.
Para saber más
www.vidasilvestre.org.ar
www.icb.org.ar
Agradecimientos: Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA), Dirección de Areas Protegidas de Chubut e Hydro Sport Cruceros Ecológicos.
Nueva visión
La Fundación Vida Silvestre Argentina centró históricamente sus esfuerzos en favor de la biodiversidad oceánica en especies amenazadas, como la ballena franca, y recursos económicos sobre-explotados, como el calamar. Con la creación del Programa Marino, en 2001, la entidad conservacionista adoptó un enfoque más integrado, que busca asegurar el manejo sustentable de nuestras costas y mares a través de un trabajo mancomunado con los diferentes sectores involucrados. Sus pilares básicos son la creación de áreas marinas protegidas, una pesca ambiental y socialmente responsable, y la conservación de especies clave.
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