Como en Sudáfrica, pero peor: los estadios del Mundial que se realizará en Brasil vienen retrasados. Las obras millonarias y que nunca terminan.
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El derrumbe de un panel de 500 toneladas en el Arena San Pablo –el estadio donde va a ser el partido inaugural del Mundial 2014– no solo dejó el saldo de dos muertos y parte del lugar destruido. También es el fiel reflejo del problema más grande que tiene Brasil: la infraestructura. La Copa de las Confederaciones fue una suerte de ensayo previo y la edición 2013 solo dejó como positivo para los locales el título de su Selección. Se usaron seis estadios y solo dos estaban terminados.
El Nacional de Brasilia se entregó en octubre de 2012, pero hubo problemas con la electricidad y el agua caliente para el debut de Brasil contra Japón. El Maracaná vio cómo el equipo de Luiz Felipe Scolari le ganaba la final a España 3-0 con montañas de escombros en el exterior y dañado por las inundaciones de principio de año. Quince días antes del torneo, las lluvias hicieron ceder parte del techo del Arena Fonte Nova de Salvador, donde se jugaron tres partidos.
El presupuesto original de la Copa del Mundo era de 15.000 millones de dólares, de los cuales una quinta parte corresponde a estadios. Ese dinero aumentó entre costos mal calculados y fondos enviados de apuro para acelerar las obras, sospechas de corrupción al margen.
En las distintas visitas de la FIFA al país mundialista, se hizo indisimulable el malestar por las demoras en las obras. La atenuante es la experiencia sudafricana, ya que sucedió lo mismo. Solo por citar el caso más emblemático, el Soccer City de Johannesburgo, en el que se jugó la inauguración y la final de 2010, fue inaugurado oficialmente el 22 de mayo de ese año, veinte días antes del comienzo del torneo.
Es la primera vez que habrá doce sedes, de las cuales seis son completamente nuevas: Nacional de Brasilia, Arena Pernambuco de Recife, Arena San Pablo, Arena Pantanal de Cuiabá, Arena Amazônia de Manaos y Arena Das Dunas de Natal.
Retrasos, distancias largas, derrumbes y peligro de desuso tras el torneo. Estos son los principales focos de conflicto:
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Arena
San Pablo
El estadio que tiene que recibir el partido inaugural sufrió un derrumbe en parte de su techo en noviembre y terminó con la muerte de dos obreros, Fabio Luiz Pereira y Ronaldo Oliveira dos Santos. Debía ser entregado en diciembre, pero su finalización está en duda.
Después de Río de Janeiro, la ciudad con mejores canchas es la capital paulista. El legendario Morumbí donde Vélez y Boca ganaron la Copa Libertadores era una fija. Desencuentros entre el Comité Organizador y la Federación Paulista derivó en la decisión de construir el tercer estadio más costoso, 380 millones de dólares. Cuando esté concluido quedará para Corinthians, club del que es hincha Lula da Silva, principal lobista de esta obra. También lo es Marcola, líder del Primer Comando de la Capital (PCC), el grupo narco que prometió un "Mundial del terror" si movían a sus jefes a cárceles más estrictas durante el torneo. La dirigencia del club le mandó en 2012 una camiseta firmada por el equipo campeón de la Copa Libertadores a la cárcel.
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Estadio Nacional
Brasilia
Fue el primero de cuatro estadios demolidos y vueltos a construir sin ser terminados. El antiguo Estadio Mané Garrincha dio lugar al segundo con mayor capacidad detrás del Maracaná, 68.000 espectadores. También fue el primero en tener un obrero muerto. El 11 de junio de 2012, José Afonso de Oliveira Rodrigues cayó desde 50 metros. El Consorcio Brasilia 2014 dijo que Oliveira no cumplía con las normas de seguridad, pero todavía no determinaron los motivos del accidente. Para la Copa de las Confederaciones, debutó sin tener todos los puntos de tomas eléctricas y sin agua caliente en los vestuarios. Fue el estadio más caro de todos: alrededor de 475 millones de dólares.
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Arena Amazônia
Manaos
Es el estadio más alejado de todos. El que se encuentra más cerca es el Pantanal de Cuiabá, que está a 2.357 kilómetros de distancia. El antiguo Vivaldão fue demolido para darle lugar a esta mole de metal que emula una típica cesta de paja indígena y que costó 230 millones de dólares. La mayor preocupación es que se convierta en un elefante blanco, porque no tiene ningún equipo en primera división. En Manaos hay cinco, todos juegan en el torneo amazónico salvo Nacional, que está en el Brasileirão D, la cuarta división nacional. Sin embargo, el director del sistema penitenciario de Amazonas pidió utilizar el estadio como una cárcel para aliviar sus saturadas instalaciones. Raimundo Nonato Lima Costa fue el segundo obrero muerto, cuando cayó desde cuatro metros mientras caminaba por una zona peligrosa.
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Arena Pantanal
Cuiabá
Es el tercer estadio más barato, costará alrededor de 210 millones de dólares; tendría que haber estado terminado en octubre, pero recién lo abrirán durante este año, aún sin fecha definida. Como el Amazônia, demolieron el anterior, el José Fragelli, y preocupa tanto su lejanía como su uso posterior. Cuiabá es la capital del estado de Mato Grosso y se jacta de ser el centro geográfico de América del Sur a 2.000 kilómetros de los océanos Atlántico y Pacífico. Es el tercer estado más grande de Brasil, pero apenas el 19° más poblado sobre 27, con casi tres millones de habitantes. Brasilia es la ciudad mundialista más cercana, queda a 1.058 kilómetros. Si bien el plan de renovación de aeropuertos está proyectado hasta 2018, solo se terminó el 20% de las obras. Mixto es su equipo más exitoso y milita en el torneo estadual. En octubre de 2013 se desató un incendio. Fue controlado por los bomberos sin mayores consecuencias.
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Arena Da Baixada
Curitiba
Fue el más barato de todos, 105 millones de dólares, y debía estar listo para 2012. En el transcurso de los primeros meses de 2014 es posible que lo entreguen. En diciembre de 2012, se produjo una explosión que generó un incendio, sin víctimas ni heridos, lo que demoró la obra. Además, durante la recorrida que el secretario de la FIFA, Jérôme Valcke, hizo en agosto de 2013, se decidió dejar la colocación del techo retráctil para después del torneo. Los dirigentes de Atlético Paranaense, dueños del estadio, dijeron que no les exigían ese techo para el torneo y que, para no retrasar la obra, habían decidido aplazar su colocación. En octubre de 2013, un juez laboral decidió frenar las obras porque consideró que las condiciones de trabajo de los obreros no eran las adecuadas.
Mala convivencia