
Clo Clo: crónica de una noche perfecta
Dónde sentarse, qué comer y los tips para disfrutar al máximo del distinguido restaurant
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En verano, llegar temprano a la Costanera y dar una vuelta antes de sentarse a cenar en Clo Clo, tiene un encanto extra: el río, que está justo al otro lado de la calle, va cambiando de colores hasta que la tarde es finalmente es vencida por la noche y toda la vista se funde en sombras. Cuando eso ocurre, es tiempo de pasar a la siguiente etapa de la salida, la más jugosa.

Si bien el salón es amplio y cómodo, siempre es conveniente anticiparse y reservar. Hay mesas especiales que "vuelan" porque completan la experiencia gastronómica con estupendas vistas al jardín y al Aeroparque. Desde allí, se pueden ver los aviones que llegan a la ciudad y están justo a punto de aterrizar.

Apenas entrar, la bienvenida es cálida y atenta; y una vez ubicados, el camarero ofrece una copa de espumante para acompañar la elección del menú. Mientras uno recorre, tentado, la carta, va descubriendo el ambiente, la música, luz. La primera sensación es de comodidad, de intimidad: las mesas son amplias y con una separación suficiente como para conversar tranquilamente, sin riesgo de compartir conversaciones con los otros comensales. Un punto importante. La noche empieza muy bien.
Pero luego de descubrir los detalles del salón, habrá que volver a la carta y al fin elegir -aunque cueste- entre entradas frías, calientes y tapas. Los langostinos de Madryn apanados en panko con guacamole tendrán esta noche su oportunidad. Luego, el lomo de ternera estilo Wellington con paté de hongos, jamón crudo y masa filo, con zanahorias, granola y crema de echalotes. Ideal.
La carta de vinos es clásica y garantiza una buena elección. Entre muchas otras bodegas, ofrece todas las líneas de Catena Zapata, Animal (la propuesta orgánica de Ernesto Catena), Altos Las Hormigas, Séptima y Rosell Boher. Casa Boher, el malbec 2015 de esta finca mendocina fundada en el año 1900 por Bernardo Martínez, será el perfecto compañero del lomo elegido como plato principal.
Mientras tanto, el jazz acompaña el ritmo apacible del lugar. La íntima oscuridad del salón contrasta con la perfecta iluminación de las mesas y sus impecables manteles blancos. La noche transcurre entre sabores, texturas y aromas que confluyen en su punto justo.

La experiencia no estaría completa sin un delicioso paseo por la carta de postres. "Degustación de dulce de leche", suena bien. Merengue, budín y cheesecake para probarlo en todas sus texturas. ¿Tiramisú regado con azúcar negra? Claro. Los dos, por favor.
Lástima, en la copa ya quedan tan solo tres gotas de la noche perfecta. También queda una reflexión: en una ciudad de tendencias y constante renovación gastronómica, es bueno pensar en los clásicos para vivir experiencias nuevas, para sentirse agasajado y sorprendido. Es bueno dejar que el tiempo se detenga y sólo los sentidos continúen alerta. Afuera, el río se escucha pero no se ve, no hay apuro, ya se encargará el sol de devolverle sus brillos.
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CLO CLO RISTORANTE. Av. Cantilo y Costanera Norte | Reservas al (011) 4788-0488 o en www.clocloristorante.com.ar






