Como en Indomable, la serie de Netflix: el crimen de la turista cordobesa que fue víctima de “El asesino de Yosemite” y conmovió al país
Tras el éxito de la ficción, la historia de Silvina Pelosso vuelve a la memoria
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Desde su estreno, Indomable se convirtió en uno de los mayores éxitos de Netflix en Argentina. La serie, protagonizada por Eric Bana, mezcla suspenso, crimen y naturaleza salvaje. Ambientada en el Parque Nacional Yosemite, cuenta la historia de un agente especial del Servicio de Parques Nacionales y un misterioso asesinato. Aunque no está inspirada en un caso real específico, el lugar donde se desarrolla tiene una conexión inquietante con una historia verdadera que conmovió a nuestro país.
Hace más de veinte años, en ese mismo parque, ocurrió una tragedia que estremeció a la Argentina y a los Estados Unidos. En febrero de 1999, Silvina Pelosso, una adolescente cordobesa viajó a los Estados Unidos invitada por una amiga y su madre. Pero lo que parecía una aventura inolvidable terminó en un horror: las tres fueron brutalmente asesinadas durante su estadía en Yosemite.


¿Quién era Silvina Pelosso?
Era la hija menor de José y Raquel Pelosso. Vivía con ellos y su hermana Paula en el barrio San Vicente de la ciudad de Córdoba. José era el dueño de una tradicional fábrica de soda en la zona y la familia era muy querida por los vecinos.
Silvina era una joven divertida, deportista, muy aplicada y responsable. Cursaba el secundario en el Instituto Domingo Faustino Sarmiento y se destacaba por sus buenas notas. Por eso, como reconocimiento a su esfuerzo, sus padres decidieron regalarle un viaje a Estados Unidos.
La propuesta había llegado de su amiga Julie Sund (15), con quien mantenía una relación cercana desde hacía años. Las familias se habían conocido en los 70, cuando la madre de Julie, Carole Carrington de Sund (42), vivió un tiempo en Córdoba como parte de un programa de intercambio y fue alojada por los Pelosso. Desde entonces, las dos familias conservaron el vínculo a la distancia. Silvina y Julie fortalecieron ese lazo que había comenzado en la generación anterior. Fue en ese contexto que Carole invitó a Silvina a pasar unas semanas en California, como parte de unas vacaciones que prometían ser inolvidables.

El último viaje
En febrero de 1999, Silvina, Julie y Carole comenzaron el viaje. Tomaron un vuelo desde Eureka, ciudad donde vivían Julie y Carole, hasta San Francisco. Allí, alquilaron un Pontiac Grand Prix rojo de 1999, un auto cómodo para recorrer California. La primera parada fue en Stockton, una ciudad donde Julie participó en un concurso de porristas en la Universidad de Pacific. Silvina fue como invitada, alentando a su amiga. Luego, las tres partieron hacia El Portal, un pequeño pueblo cerca de la entrada oeste del Parque Nacional Yosemite y se hospedaron en el Cedar Lodge.

El Parque Nacional Yosemite es uno de los destinos naturales más visitados de Estados Unidos. Famoso por sus imponentes montañas, cascadas, bosques de sequoias gigantes (árboles milenarios, los más grandes del planeta y que pueden alcanzar hasta los 80 metros de altura) y miradores que dejan sin aliento. Todos los años atrae a millones de personas que buscan conectarse con la naturaleza. Era el lugar perfecto para compartir caminatas, sacar fotos y simplemente disfrutar.
El 15 de febrero fue el último día que se tuvo noticias de ellas. Esa mañana desayunaron, salieron a caminar por uno de los senderos del parque y más tarde volvieron al hotel para cenar y descansar. Ese mismo día, Carole llamó a su esposo.
Después de eso no se supo más nada. Desaparecieron sin dejar rastro. Luego de que pasaran dos días sin tener novedades, Jens, el esposo de Carole, preocupado, decidió dar aviso a la policía y llamar a la familia Pelosso, en Córdoba, para contarles lo que estaba ocurriendo. Los cordobeses viajaron inmediatamente a Estados Unidos donde, por esos días, la policía de varios condados, el FBI y equipos de voluntarios buscaban a las mujeres.

Al principio, la policía pensó que tal vez el auto había sufrido un accidente y se había desviado del camino. Era invierno y en esa época las rutas de la región, angostas, con curvas cerradas y bajadas pronunciadas, se vuelven peligrosas. Fue con esa hipótesis, que comenzaron una intensa búsqueda por toda la zona.

El misterio duró un mes. El 19 de marzo el caso dio un giro de 180 grados. Ese día, por un llamado anónimo, la policía encontró el auto alquilado, en el que viajaban las mujeres, completamente quemado en una zona alejada, a varias horas del parque. Dentro del baúl estaban los cuerpos de Carole Sund y Silvina Pelosso calcinados. Unos días después, la policía recibió una nota anónima que incluía un mapa dibujado a mano con la ubicación del cuerpo de Julie Sund. Estaba a una hora del lugar donde había aparecido el auto, a mitad de camino entre el hotel y el paraje donde encontraron el auto. La nota tenía una frase escalofriante: “Nos divertimos con esto”. El hallazgo de los cadáveres conmocionó al país.
“Los tres meses más amargos de mi vida”, dijo José Pelosso cuando repatriaron el cuerpo de su joven hija.


Meses después del hallazgo de Silvina, Julie y Carole, mientras la investigación seguía en marcha, otro crimen sacudió la paz del Parque Yosemite. Joie Ruth Armstrong, una joven de 26 años que trabajaba como naturalista en el Instituto Yosemite, apareció muerta. Quienes la conocían la describían como una persona apasionada por la naturaleza y muy comprometida con el cuidado del medio ambiente. Ese verano, había escalado la cima del Monte Shasta y también había subido parte de las famosas paredes de El Capitán.
Joie vivía sola en una cabaña ubicada dentro del parque rodeada de praderas, con vistas al valle de Yosemite y a la Sierra Nevada. El día de su muerte estaba por viajar al Área de la Bahía, unos 260 kilómetros al oeste de Yosemite, y su camioneta preparada para el viaje, estaba estacionada afuera. Pero nunca salió. Una amiga, al no tener novedades de ella, se preocupó y avisó a las autoridades del parque. Poco después, la policía encontró su cuerpo cerca de la cabaña. Había sido violada y decapitada.

Varios testigos recordaron haber visto, el día anterior, un International Scout azul frente al lugar. Gracias a aquel dato, la policía llegó a Cary Stayner, un hombre de 37 años, empleado de mantenimiento en el Cedar Lodge, el mismo hotel donde, meses antes, se habían hospedado Carole, Julie y Silvina.


El hombre de quien nadie sospechaba
Durante el interrogatorio, Stayner no solo confesó el asesinato de Joie Ruth Armstrong, la naturalista, sino que también admitió ser el responsable del crimen que había conmocionado a dos países: el de Carole Sund, su hija Julie y la cordobesa Silvina Pelosso.
En su declaración, Stayner relató con detalle cómo había planeado todo. Días antes, preparó una mochila con una cuerda, cinta adhesiva, un revólver y un cuchillo. Según contó, pasó horas observando a las turistas que se alojaban en el hotel donde él trabajaba como empleado de mantenimiento.
El 14 de febrero de 1999 estuvo a punto de atacar a un grupo de mujeres, pero desistió al ver que estaban acompañadas por un hombre. Al día siguiente, decidió actuar. Eligió la habitación donde se alojaban Carole, Julie y Silvina. Tocó la puerta y le dijo a Carole que desde la gerencia le habían pedido que revisara una pérdida de agua en el baño. Ella accedió a dejarlo pasar.
Una vez dentro, fingió trabajar unos minutos mientras Carole leía un libro y las chicas miraban televisión. De pronto, salió del baño armado. Les ató las manos y les tapó la boca con cinta adhesiva. Luego llevó a las adolescentes al baño y en en el dormitorio estranguló a Carole con una cuerda.
Colocó su cuerpo en el baúl del auto que Carole había alquilado y volvió a la habitación. Obligó a las chicas a desnudarse e intentó forzarlas a mantener sexo entre ellas. Cuando Silvina rompió en llanto, la llevó al baño, la violó y asesinó de la misma forma que a Carole.
Para evitar que Julie viera el cuerpo de su amiga, la llevó a una habitación contigua. Allí la mantuvo cautiva durante varias horas y abusó sexualmente de ella. Luego limpió la escena del crimen: dobló y colocó cuidadosamente la ropa de las mujeres en las valijas. Tiró unas toallas mojadas en el baño para que pareciera que habían decidido irse. Colocó el cuerpo de Silvina junto al de Carole en el baúl. Y también las maletas.

En su confesión, Stayner dijo que, en ese momento, sintió algo que lo marcó: “Por primera vez en mi vida, sentí que tenía el control”.
Después, envolvió a Julie —aún con vida— en una frazada, la subió al auto y comenzó a conducir sin un rumbo claro. Durante el trayecto, reconoció haber sentido simpatía por ella: “Era una chica muy agradable y estaba muy tranquila”, dijo a los agentes del FBI.
Tras varias horas al volante, se desvió hacia una zona boscosa cerca del lago Don Pedro, al norte de Modesto. Allí volvió a abusar de Julie. Luego, la peinó, le dijo que la quería y la acostó boca abajo. Finalmente, le cortó la garganta con un cuchillo. “No quería que sufriera como las otras dos, pero sé que sufrió”, reconoció con frialdad.
Dejó su cuerpo cubierto con una frazada, oculto bajo unos arbustos y volvió a subirse al auto. Manejó unos pocos kilómetros hasta donde, días después, aparecería el auto incendiado con los cuerpos de Carole y Silvina en el baúl.
Unos meses antes, la policía había entrevistado a Stayner y a otros empleados del hotel por la desaparición de las mujeres. Sin embargo, en ese momento, no lo consideraron sospechoso. Durante el interrogatorio el hombre se mostró tranquilo y cooperativo, además de no tener antecedentes, lo que hizo que lo dejaran en libertad.
Después de su confesión, Stayner dio una entrevista telefónica a un medio local, donde admitió haber matado a las cuatro mujeres. En ese diálogo dijo que llevaba “30 años fantaseando con asesinar a mujeres”.
El juicio
Durante el juicio, Stayner, que ya había recibido una condena a cadena perpetua por el asesinato de Joie Armstrong, se declaró inocente por motivos de demencia. La defensa del delincuente planteó sufría trastornos mentales severos y que esa condición, sumada a traumas sufridos en su infancia (como el secuestro de su hermano y abusos) lo habían dejado sin control sobre sus impulsos.

Pese a ese alegato, el jurado determinó que estaba consciente de sus actos y lo declaró culpable en primer grado del asesinato de las tres mujeres.
En diciembre de 2002 fue condenado a muerte y espera su turno en el corredor de la muerte del penal San Quentin, aunque, desde el 2006, las ejecuciones están suspendidas en California.
En marzo de 2019, el gobernador de California, Gavin Newsom, firmó una moratoria ejecutiva que suspende oficialmente todas las ejecuciones en el estado, esto quiere decir que la pena de muerte sigue existiendo legalmente en California, pero no se llevarán a cabo mientras la moratoria esté vigente.

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