El ser humano descubrió el fuego y logró domesticarlo aproximadamente en el año 500.000 a. C., pero no fue hasta principios del siglo XVIII que construyó la primera cocina a gas que multiplicó las posibilidades del arte culinario.
Desde Longvie se fabrican alrededor de 250 cocinas por día con un volumen de ventas de 4.500 unidades al mes. El proceso comienza en el sector de matricería, donde se preparan los moldes de cada uno de los componentes que lleva una cocina: un promedio de más de mil que van desde las puertas hasta los quemadores, pasando por los barrales internos y las rejas de las hornallas.
Ubicada en Villa Martelli, la fábrica funciona de seis de la mañana a seis de la tarde. Allí el trabajo se divide en dos sectores bien diferenciados: el de conformación de chapas y el de montaje de la unidad funcional. En el primero, la materia prima –acero de carbono y acero inoxidable– se dobla, se pliega, se punzona, se estampa y se embute, entre otras funciones; es decir, se preparan las piezas para luego montarlas en el gabinete, formado por cuatro chapas soldadas y enlozadas.
Dos líneas de trabajo dispuestas en paralelo trabajan al mismo tiempo para que una no retrase la otra. Mientras que en una estación se preparan las bujías con sus respectivas termocuplas y los chisperos eléctricos; del otro lado, se montan los barrales que luego serán los responsables de sostener los circuitos que llevan el gas a cada hornalla.
Lo mismo sucede con las bandejas internas, el piso del horno y su mechero; también con las puertas, las chimeneas y las hornallas. Se trata de subarmados que alimentan la cadena de montaje. Una vez armado, el producto se somete a tres pruebas.
La primera es la de estanquidad, que comprueba que no haya ninguna pérdida de gas. Luego se realiza la prueba eléctrica, que asegura un buen funcionamiento de los chisperos y de las luces del horno.
Por último, se hace una prueba funcional que evalúa que toda la cocina se comporte de un modo esperable. Pero los controles no terminan ahí, sino que antes del embalaje, dos operarios son responsables del control de calidad de los productos: su función es contemplar las cocinas con los ojos de un cliente.