Cuando Paola llega a su casa después de trabajar, no logra tener nada parecido a una vida normal. Su marido la recibe sosteniendo a su bebe de un año, para impedir que se abrace a sus piernas. Se saca la ropa con la que circuló por el Hospital de Clínicas, y va a la ducha sin escalas. Ese baño que para cualquiera podría ser relajante, para ella, no. Repite varias veces el lavado de su cabello, de cara, de cuello, por si acaso. Nada parece suficiente cuando se trabaja en una terapia intensiva y se asisten procedimientos invasivos, donde se produce la mayor aerosolización: gotas que vuelan por el aire.
Ana Paola Bustamante es kinesióloga especialista en cuidados críticos y pertenece al grupo más expuesto de la pandemia, junto con los médicos terapistas. Está frente al enemigo, cuerpo a cuerpo, como en una trinchera. Nunca se sabe si una gota puede colarse por la armadura hospitalaria.
A Paola le tocó vivir otras situaciones dramáticas en ese mismo hospital, como Cromañón, cuando era residente de segundo año y las víctimas tenían su edad. Una de sus heridas de guerra. Ya lleva 17 años en el Clínicas. Actualmente es Kinesióloga de planta de terapia intensiva e instructora de residentes.
-¿Cuál es el rol de un kinesiólogo de tu especialidad y por qué están tan expuestos?
-Brindamos un soporte importante en todo lo que es respiratorio, principalmente en ventilación mecánica, tanto en forma invasiva como no invasiva. Seteo, monitoreo, control para prevenir riesgos o complicaciones en los pacientes. También nos ocupamos del weaning o destete que es sacar al paciente del respirador. De la terapia de higiene bronquial, que es la aspiración de las secreciones a los pacientes. Asistimos intubación, extubación. Evaluamos el dolor, trabajamos en la rehabilitación motora y mucho más. Somos el grupo más expuesto junto con el médico terapista, porque estamos presentes en todas las maniobras invasivas, sumado al manejo de secreciones y a la toma de muestras.
-¿Cuáles son las maniobras donde se produce una mayor exposición al virus?
-La mayor exposición ocurre durante la intubación y extubación. Es cuando se produce la mayor cantidad de aerosolización.
-¿Eso te genera mucho estrés?
-Sí, son muchas las situaciones que me generan estrés. Por ejemplo, no poder desconectar nunca del tema. Al trabajar con una patología que es desconocida, todos los días hay algo nuevo, por lo que al llegar a mi casa tengo que leer y actualizarme. También me genera ansiedad que al exponerme, pongo en riesgo a mi familia. Me estresa tener tantos materiales para protegerme. Para la atención habitual usábamos guantes comunes, un camisolín y si se tomaba una muestra, un barbijo común. Ahora nos ponemos doble botas, doble guantes, camisolín hidrorepelente, cofia, antiparras, barbijo N 95 y una máscara facial. Para ponerte todo eso y sacártelo hay que respetar un protocolo por el riesgo de contaminación con secreciones. Entonces se recomienda realizarlo de a dos, para poder supervisarnos.
-¿Cómo se trabaja con todo ese equipo de protección?
-Con mucha incomodidad. No se tiene suficiente visión, se empañan los lentes y no se puede respirar bien debajo de todo eso.
Desde que empezó la pandemia, la kinesióloga atendió un solo paciente infectado con Covid-19 dentro de la terapia intensiva. Sin embargo, cada vez que ingresa un paciente sospechoso, que fueron muchos, se tensa el aire de la misma manera que frente a un paciente contagiado. No hay diferencia.
-Debe ser muy difícil trabajar dentro de un hospital
-Nosotros como integrantes del equipo de salud podemos contagiarnos entre nosotros, dado que yo me pude haber protegido bien y tal vez mi compañero no, por esa razón se usa barbijo en todo el hospital. Los lugares no son tan amplios como para mantenernos a dos metros uno del otro, como por ejemplo, hacer el pase de guardia, compartir las habitaciones para dormir. Así que se sugiere estar continuamente con barbijo. Imaginen a los médicos o kinesiólogos de guardia, con los barbijos puestos durante 24 horas. Es muy molesto. Todas las situaciones cotidianas, desde algo tan simple como sentarse a comer, se volvieron problemáticas.
-¿A qué le tenés miedo?
Me genera mucha angustia la incertidumbre de no saber exactamente a qué nos vamos a enfrentar. Me da miedo llegar a tener pacientes tirados en los pasillos y no tener cómo asistirlos por no tener elementos. Y por otro lado, no llegar a tener los insumos para nuestra propia protección. Me pesa poner en riesgo a mi familia. Esos días en que sé que estuve muy expuesta, nunca me alcanza el lavado de manos. Después pienso, que todo lo que tengo que hacer para cuidarme lo hice y hasta acá puedo hacer.
-¿Qué te gustaría poder modificar en tu día a día?
-Me gustaría que se puedan hacer más tests para el equipo de salud de mayor exposición. Hemos tenido gente en cuarentena y después no pasó nada. Se hace complicado llevar la pandemia con esa situación. Si se infectó uno, el resto cae en cuarentena. Y los que no, hay que seguir trabajando. Lo positivo es que se está mirando al sistema de salud. Se lo está evaluando, y aunque sea a contrarreloj, se está poniendo a punto. Y en cuanto a nuestra profesión, en particular, salió a la luz lo que hacemos. Hace muchos años que trabajamos de forma anónima.
¿Cuántos respiradores tienen en terapia intensiva?
En terapia intensiva salieron a relucir respiradores viejos, había 12 y ahora llegarán a 20 y más para otras áreas. En el hospital se están armando salas para ventilar pacientes. Incluso tenemos reuniones con ingenieros de la Universidad de Buenos Aires que nos asisten sobre con qué podríamos ventilar. Con qué podrían ayudarnos para generar flujo presión para poder asistir pacientes. Esto es como prepararse para la guerra. Los ingenieros me trajeron máscaras de buzo, para adaptarlos para una ventilación no invasiva. Se ve todo lo que está disponible en el mercado para que lo podemos adaptar a las necesidades. Por supuesto, aprobados y seguros para su utilización. Salen a relucir cosas viejas, en desuso, que se actualizan por si llegamos a necesitarlas. Hoy di clases sobre un respirador que hace 15 años que no usamos. El ingeniero lo está aprobando y yo estoy instruyendo a la gente nueva que jamás los había visto.
Las fotos para esta entrevista, que se realizó vía telefónica, fueron hechas a pedido porque Paola no tenía ninguna imagen con su equipo de protección en terapia intensiva. En lo cotidiano, trabaja despojada de todo: sin celular, sin alianza, sin aros, con el pelo sujeto con un rodete. Es común que no la reconozcan. "De verdad lo digo, casi no nos reconocemos", concluye.
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