Criterion collection: llevados por el deseo
El sello cinéfilo que se convirtió en un museo vivo, con obras de arte que son películas en DVD y BluRay para coleccionar en casa, ahora enfrenta el desafío del streaming. Caprichos de directores, obsesiones de fanáticos y alguna que otra polémica
Hay deseos insatisfechos que nunca se apagan ni se olvidan. Pero, a veces, el destino da oportunidad de revancha. Al director Terrence Malick, por ejemplo, le pasó con el póster de su largometraje debut, Malas tierras, que filmó en 1973, con unos jovencísimos Martin Sheen y Sissy Spacek. De apenas 30 años, el también joven Terrence no pudo convencer a los productores de Warner Bros. de que un dibujo al estilo cómic de los protagonistas era la imagen ideal para promocionar su ópera prima. Tuvo que contentarse con mandar a hacer esa ilustración y colgarla en el living de su casa. Transcurrieron 40 años, y pasó de todo: el estreno de Días del cielo, la película que le valió el reconocimiento de la crítica; el retiro de la vida pública por dos décadas en Francia; el regreso triunfal en 1998 con La delgada línea roja; la consagración definitiva con El árbol de la vida; tres matrimonios, una hija, dos nominaciones al Oscar como mejor director, un León de Oro en Berlín y la Palma de Oro de Cannes. Y aunque se lo conoce por hacer exactamente lo que quiere, cuando quiere y como quiere (no sólo con su obra: es tan reservado con su vida privada que prácticamente no hay fotos recientes suyas y se dio el lujo de faltar al festival francés cuando lo invitaron recibir el máximo reconocimiento de su carrera), recién en 2013 Malick pudo darse ese gusto tan postergado: finalmente, descolgó el cuadro de su casa y mandó a hacer la imagen promocional de sus sueños para Malas tierras.
Y todo gracias a la colección Criterion, el sello norteamericano que, desde 1983, se dedica a reeditar películas clásicas y contemporáneas de leyendas como Jean Renoir, Akira Kurosawa, Federico Fellini, Ingmar Bergman, Elia Kazan, Jean-Luc Godard, Serguéi Eisenstein y Luis Buñuel, pero también de nombres más actuales como David Lynch, Jim Jarmusch, Jane Campion, Abbas Kiarostami, Wong Kar-wai, Guillermo del Toro, Roman Polanski y Wes Anderson. “Nuestra misión es mantener vivos los momentos definitorios del cine, en versiones que ofrecen la mayor calidad técnica disponible y representan lo que su director originalmente quiso mostrar”, repiten cual mantra Peter Becker y Jonathan Turrell, hijos de dos de los cuatro fundadores de Criterion. Esta promesa implica, en muchos casos, un trabajo descomunal: desde adquirir los derechos para comercializar los títulos en DVD y BluRay (y ahora, también, en streaming gracias a la plataforma Filmstruck, todavía no disponible en la Argentina) hasta contactar al director –si es que aún vive– e invitarlo a ser parte de cada etapa de la reedición, pasando por repensar el diseño de la tapa (se suelen barajar unas 20 opciones hechas por distintos artistas, aunque el récord se lo lleva A Hard Day’s Night, de los Beatles, con casi 80 bocetos) e incluso, en casos extremos, tener ya no que restaurar un film, sino prácticamente resucitarlo de, por ejemplo, un incendio letal, como fue el caso de los negativos de la Trilogía de Apu, del aclamado realizador indio Satyajit Ray.
Pero puede que el desafío más grande hasta la fecha no sea acceder a los caprichos de los directores ni realizar complicadas proezas técnicas, sino su reciente incursión en el streaming. Después de cinco años de colaboración con Hulu (una plataforma al estilo Netflix, pero gratuita), Criterion se alió con la señal Turner Classic Movies (TCM) y lanzó su propio servicio on-demand a fines de 2016. Enseguida, medios como The New York Times, Variety y Esquire hicieron eco de la buena nueva, al tiempo que se preguntaban qué tanto éxito podría tener esta propuesta centrada en títulos “clásicos, de culto, independientes y extranjeros”, frente a opciones más masivas como Netflix o Hulu, o cómo se diferenciaría de otras similares como Mubi o SundanceNow.
Desde sus bellísimas tapas ilustradas llevadas ahora a la pantalla hasta sus catálogos online especiales (ocurrentes, como “películas que fueron prohibidas en Estados Unidos”, o exhaustivas, como el ciclo The Masters, que en el caso de Akira Kurosawa incluye 26 de sus 31 películas filmadas), Criterion tiene con qué dar batalla. Pero su arsenal más pesado serán sus potentes y exclusivos contenidos extra, que ahora estarán a un clic de distancia en Filmstruck: escenas eliminadas, fotos del backstage, storyboards, bocetos del guión e incluso ensayos escritos por críticos de cine. Gracias a ellos, hace años que el sello se ganó el eslogan de “escuela de cine en una caja”. Aunque todo haya empezado por casualidad y bajo los efectos de la marihuana.
Era 1983 y Criterion estaba en pleno traspaso de fílmico a digital de King Kong, el segundo título de la colección (el primero fue Citizen Kane). Para asesorarlos, convocaron a Ronald Haver, curador del Museo de Arte de Los Ángeles, cuya película favorita era casualmente la historia del gorila gigante. Sabía tanto de ella y era tan interesante lo que contaba mientras trabajaban en la sala de edición que le rogaron que grabara una especie de clase magistral a medida que avanzaban las escenas. “No tenía muchas ganas de hacerlo, pero lo drogamos bastante y se animó. Y así nació el concepto de audio de comentarios”, relató años después Bob Stein, uno de los cofundadores del sello.
Desde entonces, y probablemente sin tanta ayuda de estupefacientes (aunque, ¿quién sabe?), cada lanzamiento de Criterion es un potente combo de película y extras que los fanáticos esperan con ansias y agradecen con reverencias. “Criterion se parece mucho a cómo uno querría cuidar las películas cuando está enamorado de ellas. Detrás de ese nombre hay gente que logró hacer del cine algo un poco mejor, sobre todo en momentos en los que uno siente que está un poco patoteado. Ellos son sinónimo de cine de orfebre”, resume Juan Manuel Domínguez, alma máter de El arte de Criterion, la muestra del Bafici 2015 que exhibió, por primera vez en la Argentina y en todo el mundo, algunas de sus tapas de DVD y BluRay colgadas en la pared, como si fuesen obras de arte.
Coleccionistas y algo más
“Todos nuestros ingresos provienen de la venta de nuestros productos. Por eso, necesitamos que cada cliente sea para toda la vida, que quiera ver todas nuestras películas y las quiera ver varias veces. No tenemos mucho market share, pero por suerte, sí un nicho que nos apoya mucho”, confesó Peter Becker en 2013, cuando visitó la Cineteca de Bologna, en Italia. La estrategia de Criterion se asemeja mucho a la curaduría de un museo: que todo lo que edita sea algo que valga la pena ver, al menos por la curiosidad de comprobar qué hicieron para darle nueva vida algo que ya conocíamos. Si no lo conocíamos, el objetivo es que nos interese, al menos a priori, porque es un “elegido Criterion, y por algo debe ser”. Así, para los fanáticos hard core, las elecciones del sello adquieren nivel de canonización, y los nuevos títulos que se anuncian en el catálogo pasan a ocupar, automáticamente, un lugar sagrado en el paraíso cinéfilo (o, al menos, en las impresionantes videotecas que se comen paredes enteras de sus casas).
“Compré mi primer laserdisc, el primer formato que lanzó Criterion, en 1997. Era Pink Flamingos, de John Waters. En 2002, llegó mi primer DVD: 8½, de Fellini. Completé la colección en 2006 y, desde entonces, voy por cada nuevo lanzamiento para estar siempre al día. Por ahora, me entran en una biblioteca del living, pero voy a tener que ir pensando en anexarle un cuarto a mi casa para poder guardar ahí toda esta compulsión mía a medida que siga creciendo”, dice en broma (o no) Keith Enright, un fan con sitio web, podcast y grupo de Facebook propios dedicados a Criterion. Por las redes sociales, conoció a Aaron West, quien, además de tener un podcast semanal, organizó el primer blogaton (maratón de blogs) dedicado a Criterion: “En 2014, mi mujer compitió en el show de TV Jeopardy y me dejó usar parte de lo que ganó para completar mi colección de BluRays. Pueden parecer muchas películas, pero logro hacerme el tiempo para ver la mayoría y también trabajar, estar casado y tener amigos”, dice West.
Los dos se consideran “coleccionistas normales”, al tiempo que se distancian de otros más extremos, como “ese tipo que está comprando todos los laserdiscs en cada variación de packaging –hubo muchas–, y las mantiene en su plástico original sin abrirlas”, o los que compran sólo lanzamientos en BluRay y ningún DVD, o al revés, porque consideran que quedarían horribles si las cajas –que son de distinto tamaño– se mezclaran unas con otras en un mismo estante.
También en la Argentina hay amantes del sello. José Luis de Lorenzo, ingeniero químico de carrera pero cinéfilo de alma (es cofundador del sitio web A Sala Llena), asegura tener más de 8000 películas en el living de su casa, entre ellas, centenares de cajitas con el inconfundible logo de la marca, una C elegante y minimalista. En sus viajes al festival de cine de Nueva York, De Lorenzo tuvo la suerte de pasar por un rito de iniciación clave: visitar las oficinas de Criterion, al lado de Union Square. Todos los entrevistados realizaron la misma incursión, con o sin invitación, y coinciden en que se trata de una experiencia única. “Es un lugar soñado, con estantes enteros con los lanzamientos en todos los formatos, lleno de pósteres y cartas escritas a manos de directores como François Truffaut y Milos Forman colgados en las paredes y, si tenés suerte, podés cruzarte a algún realizador que justo esté trabajando en alguna edición. Yo me perdí a William Friedkin (N. de la R.: el director de El exorcista) por una semana nomás.”
Convertirse en un coleccionista de Criterion no es un hobby barato: el valor mínimo de un lanzamiento estándar es de 29,99 dólares, mientras que un box set de, por ejemplo, la saga animada japonesa Zatoichi, cuesta arriba de los 150 dólares. Comprar, de una, la antología completa en BluRay (más de 850 títulos) saldría unos 85.000 dólares, y hay algunos lanzamientos, ya fuera de circulación, que se ofrecen por hasta 500 dólares en eBay. En cambio, la suscripción full de Filmstruck está a 11,99 dólares mensuales, o 99 dólares anuales. Desde Criterion, esperan que la plataforma les permita ganar más adeptos, aunque habrá que ver cómo encaran esta expansión virtual sin descuidar a sus fieles seguidores de antaño –para algunos, el consumo online de películas es casi un sacrilegio–. En cambio, el sello elige bajar la ansiedad y centrarse en la esencia de lo que hace mejor: “No tengo sentimientos fuertes acerca de cómo la gente debe ver una película. Lo importante es que la gente vea películas. Llevar nuestra experiencia cinéfila al mundo online no significa que nuestra misión haya cambiado. Lo que siempre buscamos es usar la tecnología de la manera más interesante y creativa posible, para servir a nuestra audiencia y a nuestros films”, escribía Turrell el pasado noviembre, en un comunicado a los fans preocupados por el anuncio, a quienes también les aseguró que las ediciones físicas seguirán existiendo. Si Criterion realmente es una escuela de cine en una caja, se ve que hay alumnos que desearían no recibirse nunca.
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