Crónicas de la realidad, a mano alzada
Cuando Gary Embury tenía seis años, su papá se accidentó y debió permanecer en el hospital durante meses. Le enyesaron ambas piernas, desde los tobillos hasta la cadera. Cada vez que el pequeño iba a visitarlo, contemplaba los nuevos retratos y caricaturas que el hombre realizaba, en su cama, un lugar tan estático, inspirado por el movimiento incesante de familiares, amigos, enfermeras, médicos y otros pacientes. Gary copiaba aquellos dibujos sobre el yeso, para decorar el impoluto blanco del vendaje de su padre. Así, desde temprano, comprendió el atractivo de ilustrar los hechos relevantes de la realidad, la belleza que emerge en los contextos más disímiles donde tanta gente sufre y tiene una historia que contar. Profesor de la Universidad West of England, experimentado dibujante de publicaciones como The Guardian o The Economist, el británico lidera Reportager, la plataforma que impulsa el reportaje ilustrado, un subgénero del periodismo, una expresión cuyos trazos se extienden en el pasado, pero cuya presencia en la actualidad cobra gran protagonismo en los medios de comunicación.
El ser humano documentó los hechos vitales de su existencia mucho antes de que dominara un lenguaje o un sistema expresivo verbal. Los dibujos rupestres o algunos rollos de la dinastía Sung, en Japón, dan cuenta de esta capacidad que fue perfeccionándose con el devenir de los siglos. Desde los viajes de exploración del siglo XVIII, los conflictos bélicos, como la guerra de Crimea, donde Gustav Doré –quien dibujó por primera vez al Quijote y cuya interpretación del original de Cervantes se ha convertido en ícono– y el encuentro con el otro de los pueblos originarios, las palabras son muchas veces ineficaces. El impresionismo desempeñó un rol fundamental e influenció a los primeros profesionales del reportaje ilustrado, quienes adquirieron la categoría de artistas. Primero con la litografía y luego con la fotografía, la tecnología juega un rol central a la hora de documentar la realidad. Sin embargo, Embury, junto con Mario Minichiello, autores de Reportaje ilustrado. Del dibujo al periodismo: referentes, técnicas y recursos destacan las virtudes de esta disciplina artística ejercida por periodistas visuales que cuentan una historia con imágenes, pero dibujadas a mano.
–¿Por qué cree que los grandes medios les están dando cada vez más espacio a los reportajes ilustrados?
–En esta era de la imagen mediada digitalmente, creo que los artistas de reportajes ilustrados todavía podemos contribuir con nuestras percepciones de los problemas sociales y políticos. La cobertura de 24 horas diarias que realizan las agencias de noticias tradicionales puede liberar a los artistas de las presiones que implica producir un registro oficial a partir de un evento. Podemos responder de una manera más personal y subjetiva, por lo tanto, posiblemente descubramos y reflejemos puntos de vista políticos y sociales más amplios.
–¿De qué manera el reportaje ilustrado resulta más efectivo que la fotografía?
–Creo que es probable que las personas se involucren más con algún tema cuando es un dibujo, porque tiene una intimidad que la fotografía no tiene. Querés que la gente vea a través de tus ojos. Alexander Roob escribió en su libro Diving Trips, Drawing as Reportage: "En una era de posibilidades infinitas de manipulación de la fotografía, el dibujo está experimentando un renacimiento, más subjetivo, una realidad filtrada se encuentra en sus cimientos". Minichiello, mi coautor, dijo: "Es un malentendido decir que el dibujo y la fotografía hacen lo mismo; los dos procesos requieren formas muy diferentes de pensar y ver, un dibujo extiende el tiempo que representa muchos momentos y decisiones que incorporan pensamientos y conversaciones. Es una conexión profunda con la memoria".
–¿Cuál fue su experiencia más compleja como artista del reportaje ilustrado?
–Normalmente, no es el aspecto físico o práctico del dibujo de reportaje lo más estresante. Participé en un proyecto con un periodista en el que entrevistamos e hicimos dibujos de un estudiante que había crecido en Gaza. Ahmed recibió una beca de la universidad donde yo enseño y fue testigo de dos guerras, la última, en 2014. Ahmed nos dijo que había vivido 51 días de infierno. Cuando comenzó la guerra, de repente el cielo se puso rojo. Gran cantidad de explosivos y bombardeos al unísono sacudieron el lugar. "Las explosiones fueron tan grandes y tan fuertes que sentí que no sería capaz de pararme. Tan enorme, tan cerca". Su testimonio fue muy poderoso y conmovedor, y me pregunté qué papel podría desempeñar el dibujo de reportaje para contar este tipo de historias. Es un medio más lento, más empático, basado en el tiempo, que a veces puede descubrir una historia diferente a la que podría realizar el ensayo fotográfico convencional.
–Los artistas del reportaje ilustrado crean personajes y cuentan una historia. ¿Cómo se logra ese objetivo?
–No es que el artista esté creando personajes. Esos personajes existen. Debés confiar en que realmente estamos genuinamente experimentando esto. Al igual que con la fotografía documental y el cine, los artistas de reportajes no solo responden y hacen el trabajo puramente en el lugar, sino que también median su trabajo posterior al evento para crear una faction [término que surge de fact más fiction, algo así como una historia basada en un hecho real] más dramatizada. ¡Las noticias no son documentales! John Grierson, en 1926, acuñó el término documental describiéndolo como "la interpretación creativa de la realidad". Gran parte del dibujo de reportaje consiste en reunir información que quizá luego sirva para apenas trazar un punto. También los periodistas toman notas y entrevistas para contar una historia convincente. Luego, con la utilización de técnicas digitales es posible que los dos abordajes de comunicación trabajen juntos, por ejemplo, transmitir la sensación del paso de tiempo con una imagen o incluso crear una cuenta interactiva que combine dibujo, sonido y texto.
Durante varias semanas, muchas horas por día, Embury visitó El Bristol Bike Project, un taller en el que colectivos desfavorecidos de personas a las que la sociedad suele darles la espalda –refugiados, enfermos mentales, drogadictos– reparan y diseñan bicicletas. Fueron sus historias las que recogió para documentar el intento por crear vínculos en un lugar donde son los marginados quienes prestan ayuda a los demás. El reportaje ilustrado no solo requiere de una destreza artística y de un criterio estético avezado, sino además de una mirada, del despliegue de la empatía. Es por eso, quizá, la manifestación más expresionista del periodismo actual. Al mismo tiempo, tiene su rica historia.
La revista alemana Simplicissimus, fundada a fines del siglo XIX, donde escribían Thomas Mann o Rainer Maria Rilke, influyó a otras publicaciones más allá del Atlántico, como la estadounidense The Masses. Críticas con sus respectivos gobiernos, estos emblemas del reportaje ilustrado retrataban las condiciones de vida de los habitantes y de los soldados que se preparaban para una guerra de dimensión descomunal. También lo hizo Ben Shahn, quien mejor ilustró los rostros desesperados de los estadounidenses durante la Gran Depresión. El polaco Feliks Topolski, radicado desde joven en Inglaterra, es la figura más importante del reportaje ilustrado del siglo XX. Su prolífica obra incluye la serie de retratos realizados para The Picture Post sobre los enfrentamientos aéreos entre el ejército ruso y el británico durante la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad es Jill Gibbons la artista de reportaje más conocida, por sus retratos sobre el tráfico de armas, en los que trabaja de incógnito en ferias de armas y venta de equipamiento militar. Su estilo incluye cierta perfomance, como ella precisa, para pasar inadvertida in situ. Gibbons se define a sí misma como una activista, alejada de toda pretensión de objetividad, un concepto que comparte con Sue Cole, quien ha ingresado en mataderos de animales y en cárceles para retratar los excesos. Hay muchas mujeres en el universo del reportaje ilustrado, como la sueca Jenny Soep, experta en retratar conciertos en vivo, y Julia Midgley, quien trabaja desde 2012 con su proyecto Arte de guerra y cirugía, en el que sigue de cerca el adiestramiento quirúrgico que las tropas británicas reciben para poder salvar a los soldados heridos en combate. Otro ilustrador destacado (uno de sus trabajos es la tapa del libro) es Tim Vyner, que documentó muchos eventos deportivos, como los Juegos Olímpicos de 2012, para The Times. Su técnica se distingue de otras porque suele dibujar directamente en su iPad y no sobre papel. El ojo del artista crea nuevas perspectivas y eso es lo que ocurre con las creaciones de Jedidiah Dore y Audrey Hawkins, quienes han retratado la ciudad de Nueva York con su enfoque particular.
–Los periodistas tienen deadlines y frente al apuro, su estilo puede sufrir cambios. ¿De qué modo pueden afectar los plazos de entrega a los reportajes ilustrados?
–Algunos tienen la capacidad de dibujar muy rápidamente en el lugar, como el gran Topolski, quien ha tenido la manía de realizar dibujos en el lugar de los hechos, sin editar ni nada. Otros necesitan desarrollarlos, me atrevo a decir, embellecerlos en el estudio, si el tiempo lo permite. El problema surge cuando un artista de reportaje que normalmente trabaja a partir de una referencia fotográfica tiene que trabajar con aquello que observa de la vida real, debido a las circunstancias o limitaciones de tiempo. No todos son capaces de trabajar rápidamente en una situación dinámica y cambiante, de capturar directamente la acción o la atmósfera. Creo que el reportaje ilustrado es parecido al jazz, al dibujo automático y al expresionismo, en parte subliminal y en parte, inconsciente.
–En la actualidad, todo el mundo toma fotos con su celular y publica estas imágenes en sus redes sociales. ¿Cómo afecta la tecnología al reporteo tradicional?
–El periodismo ciudadano ha influido en la forma en que se publican y distribuyen hoy las noticias, y los artistas de reportaje no son indiferentes en el uso de la nueva tecnología ubicua, como el iPhone, ya sea para registrar eventos para futuras investigaciones o, lo que es más importante, para distribuir su trabajo de forma inmediata en blogs, sitios web, redes sociales y agencias de noticias. La tecnología se está democratizando y los artistas de reportajes ilustrados ahora pueden competir con agencias de noticias oficiales y periodistas para mostrar lo que está sucediendo en el mundo de hoy. El cuaderno de bocetos no se considera aún una amenaza y por eso, con frecuencia, los artistas de reportaje muchas veces acceden a lugares donde una cámara o un equipo de filmación resultarían intimidantes.
–¿Piensa que las escuelas de periodismo brindan herramientas y estimulan a sus alumnos para dedicarse al reportaje ilustrado?
–Desde mi experiencia, no es algo que promuevan los cursos de periodismo. Pero hay algunas colaboraciones que comienzan a evidenciarse entre los cursos de ilustración y periodismo en los que los estudiantes de ilustración trabajan con los de periodismo al proporcionar material de origen primario que a menudo respalda y proporciona contenido para la redacción. Lo interesante es que los estudiantes de periodismo trabajan con artistas de una manera más colaborativa; el artista como proveedor de contenido en lugar de un rol subordinado como proveedor de servicios.
–¿De qué modo un reportaje ilustrado puede verse afectado por las denominadas fake news?
–El dibujo puede verse afectado en términos de lo que decidís enfocar o editar, pero en la mayoría de los casos es más subjetivo que la fotografía, por ejemplo. Esa es su fuerza. "La transparencia es mucho más creíble que la objetividad", resumió el periodista Carlos Miller. Como artistas, debemos preguntarnos qué es el reportaje ilustrado ahora y qué podría ser en el futuro. Y cómo podemos contribuir en temas sociales, políticos, de guerra, entre tanta información de los medios e internet. Como periodistas visuales, ¿qué estamos realmente sumando? Hay ejemplos en los que el reportaje ilustrado realmente cambia las actitudes o los efectos de las personas.