
David Morse, el número 2
Con una carrera que comenzó en el Boston Repertory Theater y se popularizó en televisión, el actor se mantuvo 30 años entre los respetados sólo por sus pares. Se esperaba que su papel en Prueba de vida iba a lanzarlo al estre-llato, pero... Aquí se cuenta qué pasó
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Los Angeles (De una enviada especial). - Entre el 0 y el 1 se juega la vida, dice Laurie Anderson en el tema que abre una de sus realizaciones más conocidas, Home of the Brave. Si se traslada esta relación al mundo del cine, es la abismal diferencia que existe entre el actor al que nunca llaman después de una audición y aquel que es aplaudido de pie en la entrega de los Oscar.
Pero en ese particular universo también existe el 2, que en la singular matemática del espectáculo está entre el 0 y el 1. El 2 es el número de esos actores a los que uno conoce, pero de los que nunca recuerda el nombre. Actores que logran vivir de su profesión, pero que no son perseguidos por los paparazzi. Algunos de ellos son muy respetados por sus pares y esperan, pacientes, la oportunidad para llegar a número 1. A esa categoría pertenece David Morse.
Durante los años 80, Morse fue conocido por interpretar al Dr. Jack Morrison en el aclamado drama televisivo St. Elsewhere, que estuvo en el aire seis temporadas consecutivas en las pantallas norteamericanas, y por sus apariciones en películas para televisión y miniseries. Pero su carrera empezó en el Boston Repertory Theater en 1971. En 1977 se mudó a Nueva York y participó de la escena on y off Broadway, y trabajó en teatros regionales en todo el país. Después del éxito televisivo resultó lógico que el siguiente paso fuera tratar de conquistar la pantalla grande.
Y lo logró... casi. En los años 90 enfocó su carrera hacia los largometrajes, donde consolidó su lugar en papeles secundarios y coprotagónicos, y compartió sets con las más grandes estrellas de Hollywood, incluyendo a Nicholas Cage, Sean Connery, Jack Nicholson, Jodie Foster y Tom Hanks.
Aunque sus últimos trabajos despertaron el interés de los críticos, que le han brindado su aprobación (algo, como se sabe, difícil de obtener), no tuvo la misma suerte con el público, tal vez debido a circunstancias un tanto ajenas a lo estrictamente artístico. En el caso de Locos en Alabama, se trataba del debut detrás de las cámaras de Antonio Banderas con el aditivo de que su esposa, Melanie Griffith, era la protagonista. Su trabajo fue más que correcto, pero la película resultó un fracaso de taquilla.
En Dancer in the Dark, último film de Lars von Trier -el controvertido padre del Dogma-, interpreta al policía amigo de la protagonista que provoca el dramático desenlace. Pero la cantante Björk atrajo todas las miradas, no sólo por su interpretación de una trabajadora fabril que se está quedando ciega, sino también por sus entredichos con el director que fueron la comidilla de todos los medios especializados.
Pero el colmo de la mala suerte se concentró en Prueba de vida, que pronto será estrenada en la Argentina. Dirigida por Taylor Hackford (Reto al destino, El abogado del diablo), Prueba de vida se inspira en un artículo sobre las compañías que aseguran contra secuestros publicado por Vanity Fair y en el relato en primera persona de un sobreviviente a uno de ellos.
Aquí, David Morse interpreta a Peter Bowman, un ingeniero norteamericano que, en una supuesta república bananera, está construyendo una presa para impedir inundaciones. El trabajo tiene el auspicio de una compañía petrolera que quiebra cuando las obras están a medio hacer. Para colmo, Peter también tiene problemas en su matrimonio con Alice (Meg Ryan), una ex activista política. Cuando es raptado, la compañía petrolera se desentiende y Alice se las ve negras para reunir los 3 millones de dólares del rescate. Así conoce a Terry (Russell Crowe), un ex espía que se dedica al negocio profesional del K&R (kidnap and ransom, secuestro y rescate), y nace entre ellos una mutua atracción.
En este caso, todos los actores tenían un interés particular en la película: para Ryan, era una oportunidad de demostrar que podía interpretar papeles dramáticos; Crowe necesitaba probar que no era un fiasco, ya que aún no había sido nominado al Oscar por su trabajo en The Insider y tampoco se había estrenado Gladiador. Para Morse, representaba la oportunidad de demostrar que estaba listo para dejar atrás su etapa de actor secundario.
De hecho, Hackford contó a la Revista que "si bien Prueba de vida se trata de los rescates monetarios y las empresas que se ocupan de eso, lo que a mí realmente me importaba era el personaje de David Morse: un hombre moderno, educado, un pensador empírico que controla su vida. ¿Pero qué pasa cuando un día, bang, el ingeniero se encuentra en medio de una situación absolutamente incontrolable? Lo único que tiene es la ropa que lleva puesta y esa situación se prolonga no por un par de días, sino durante meses. El proceso de cómo alguien sobrevive no sólo física, sino también mentalmente a una situación extrema como ésa es lo que me interesó."
Todo parecía indicar que el papel ideal para darle un empujón ganador a cualquier carrera había llegado a sus manos. Morse tenía que pasar gran parte de la filmación, que se realizó en los Andes ecuatorianos a 14000 pies de altura, atado por sus secuestradores guerrilleros, sufriendo todo tipo de penurias físicas y, en el proceso, perder 15 kilos.
"Fue muy difícil para los actores -destaca Hackford-. Estoy muy, muy orgulloso del trabajo de David." Después de todo, el que Tom Hanks adelgazara la misma cruel cantidad de kilos para filmar Náufrago fue un caballito de batalla en la promoción de esa película. Pero la prensa norteamericana no resaltó de la misma manera los esfuerzos interpretativos de Morse porque... ¡porque tuvo la mala suerte de que sus compañeros de elenco empezaran una relación amorosa durante el rodaje del film!
El affair Ryan-Crowe ocupó kilómetros de papel, litros de tinta, horas de programación televisiva y días en vilo de los paparazzi. Más sabroso aún lo hizo el hecho de que Ryan todavía estaba casada con su ahora ex esposo Dennis Quaid, con el que tiene un hijo.
¡Quién puede competir contra semejante bomba de chimentos!
¿El resultado? Todos perdieron. El público se volcó al cine para descubrir si en la película se podía ver algo de lo que ocurría en la realidad entre Meg Ryan y la ahora superestrella Russell Crowe. ¿Qué importaba de qué se tratara la película o las actuaciones?¿Hay escenas de amor entre ellos?
A pocos les importó en los Estados Unidos que David Morse hubiese logrado una actuación en el nivel de cualquier estrella del club de los 20 millones o las penurias por las que pasó para lograrlo.
Pero él no se arrepiente. Como dijo a la Revista: "En realidad me gustó que me pidieran que pasara por todo ese sufrimiento. Aunque reconozco que hasta que no estás ahí, no sabés cuán difícil va a ser. Hay una escena en la que me cruzan por unas cuerdas sobre un río turbulento, que fue la más dolorosa de toda la película, para mí. Me pasé tres días en esa silla de cuerdas, con las sogas incrustándose en los lugares más incómodos. Y tenía a unos cuantos buzos de la marina 60 metros abajo mío, en el río, esperando que me cayese, deseando que me cayese, así tenían algo que hacer". Pero si esta vez no pisó la alfombra roja de la fama, hay grandes posibilidades de que lo haga en el futuro cercano. Por lo pronto, cultiva una filosofía más que acertada para sobrevivir en el caprichoso mundo del showbusiness.
"Más que el resultado final -explicó-, mi prioridad es compartir el proceso creativo de gente que respeto. Mi orgullo es ser parte de su trabajo, más que haber participado en una película muy exitosa."
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