El humor y su desafío a la corrección política
Hace unas semanas asistí un evento social con un amigo del tamaño de un basquetbolista. La sola imagen de nosotros caminando juntos suele despertar una sonrisa: yo mido un metro sesenta y ocho, lo cual genera que cada foto que nos saquemos remita al afiche de Gemelos, aquella comedia con Arnold Schwarzenegger y Danny De Vito.
Mientras charlábamos con otras personas, noté que un muchacho muy pequeño con muletas también formaba parte de la escena. Cruzamos una mirada y rompió el hielo: "¡Viejo, tu amigo me está perjudicando! ¡Parate vos al lado mío!". Un segundo después, estábamos todos riéndonos y haciendo chistes sobre nuestras diferencias. Si el humor es una señal de inteligencia, nuestro nuevo amigo demostró que, muchas veces, el problema con los chistes es su calidad y no su protagonista.
El debate sobre la corrección política y sus efectos secundarios ganó notoriedad cuando Jerry Seinfeld y Chris Rock, entre otros populares comediantes, alzaron su voz para declarar que sus trabajos estaban siendo perjudicados porque cada vez podían hacer menos chistes sobre más tópicos. La razón era que los jóvenes no están dispuestos a aceptar ningún tipo de chiste que pueda ser considerado ofensivo para nadie.
La diferencia generacional también se debe, vale decirlo, a que las sociedades avanzaron y expusieron ante nuestros ojos situaciones de desigualdad que antes eran no sólo ignoradas, sino ridiculizadas. Una nueva conciencia se impone en la mirada de las nuevas generaciones sobre el humor. Dicho, esto, vale también preguntarse si lo mejor que puede hacer la comedia es evitar los temas sensibles para no herir a nadie o interpelarlos y darles visibilidad, por más incómodo que resulte.
En una entrevista a propósito de la corrección política para el sitio Big Think, el filósofo Slavoj Zizek cuenta que una vez, hablando con dos descendientes de originarios norteamericanos, les preguntó de qué manera preferían que se refiriera a ellos. La respuesta fue "indios", porque les recordaba lo tontos que habían sido los hombres blancos al creer que estaban en la India cuando llegaron a América.
¿Es realmente importante cuidar palabra por palabra para no herir ninguna susceptibilidad o la discriminación depende de algo más? Debo decir que me cuesta llegar a una conclusión firme, pero cada vez más veces siento que en nuestros gestos políticamente correctos sólo logramos remarcar nuestras diferencias con las personas a las que nos referimos.
Y que la corrección política suele usarse como canal para transferir nuestros prejuicios al interlocutor de turno. Louis CK lo explica cuando cuenta que, en los Estados Unidos, los que no quieren decir nigger dicen "la palabra que empieza con N". ¡Esa gente no pronuncia la palabra pero la deposita en tu cabeza!
Si el humor es una herramienta válida para romper con todo tipo de distancias, sean físicas, étnicas o religiosas, desafiar la corrección política debería ser también un objetivo tácito de los comediantes. Curb Your Enthusiasm, serie creada y protagonizada por Larry David, fue un canto a la incomodidad y probó que se puede hacer humor con la mayoría de los tópicos, siempre y cuando sea con altura. Por eso nadie se ofendió cuando Michael J. Fox fue como invitado a un capítulo en el que todos los chistes giraron en torno a su Parkinson o cuando David y sus amigos judíos enfrentaron el debate moral de que su restaurante favorito fuera palestino. Porque el humor es verdad, y la verdad no ofende.