Corre con su hija a upa para cumplirle el sueño de ganar medallas y conocer a Lionel Messi
Sebastián y Milagros Inalaf corren carreras juntos desde noviembre de 2022 y van por más; en diálogo con LA NACION, contaron cómo comenzó aquella aventura y qué mensaje quieren transmitir a los que tienen las mismas dificultades
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“Ella es mi motor”, fue la frase con la que Sebastián Inalaf se refirió a su hija Milagros, de nueve años, quien nació sin piernas ni brazos; sin embargo, su discapacidad nunca fue un impedimento para cumplir sueños. Su padre, de 33 años, practica canotaje desde que tenía 12, pero en una de sus vueltas a casa, en San Antonio Oeste, ciudad de Río Negro, y con medalla en mano, ella le hizo un comentario que marcaría el comienzo de algo inesperado: “Papá, yo también quiero ganar medallas”. Desde aquel día, él se convirtió en sus piernas y ella en su motor y sin darse cuenta hoy son un ejemplo de superación. En diálogo con LA NACION, contaron su conmovedora historia.
Ante el pedido de Mili, Sebastián evaluó cómo podía hacer para que el sueño de su pequeña se hiciera realidad. “Le estuvimos buscando la vuelta y justamente entrenando para una regata internacional de Río Negro, me anoté a una maratón para exigirme más. Me acuerdo que en esa carrera había un hombre que corría en silla de ruedas y ahí dije ‘este es el camino, vine justo acá para poder hacerlo y cumplirle el sueño’”, empezó contando.
Y siguió: “Inmediatamente, le dije a Milagros: ´Hija, ¿querés correr con papá?’ Y me dijo que sí, re emocionada. Así que me comuniqué con la organización y como me dieron el okay, arrancamos”. La primera carrera juntos fue en noviembre de 2022 y desde ahí no pararon. Actualmente, llevan ganadas 55 medallas, pero ella quiere ir por más.
Para poder llegar a la meta se requiere de una preparación física especial, sobre todo para él, quien corre con 30 kilos extra, el peso de Mili. “Cuando nosotros arrancamos, yo me entrenaba solo y no sabía cómo era el entrenamiento para correr una maratón, hasta que me llamó un profesor y salió del corazón de él ayudarme para que yo no me lastimara”, indicó. Es que aparte de las maratones, hacen trail running, término que se utiliza para las carreras en senderos y montañas.
Además del entrenamiento, Sebastián se realiza los chequeos que toda persona debe tener en cuenta al momento de iniciar cualquier tipo de deporte de alto rendimiento. “Lo que me hago es el chequeo del corazón, pero después, gracias a Dios, no sufro de problemas de espalda ni cintura. Es complicado correr con mi nena porque tengo que tener precaución de no caerme y que ella no se lastime, pero vamos bien”, señaló.
Mientras él hablaba, Mili pestañeaba de felicidad y se mostraba emocionada desde su silla de ruedas motorizada. Ambos conformaron un gran equipo, pero no son los únicos. Su familia y círculo de apoyo está compuesta por, Marina, la mamá de 34 años, y dos hermanitos, Nehemías, de 7, y Saraí, de 5. Pese a que es pequeño, Nehemías ya tiene en claro lo que quiere hacer cuando sea grande. “La otra vez me dijo: ‘Papá, cuando seas viejito y no puedas correr más, yo voy a correr con mi hermana’. O sea que después él la va a ayudar a Mili a ganar Medallas”, comentó el hombre con los ojos brillosos de orgullo.
Con intención de animar a otros, crearon sus redes de Instagram y TikTok bajo el usuario @sepuedee. Pero esta no es solo una frase cliché, como se piensa, sino su lema. “En mi caso, al igual que otras personas, tengo todas las condiciones para poder hacer deporte; sin embargo, hay gente que se queda en su casa porque no tiene ganas, no se anima o le da pudor. Al tener a mi hija que me dice ‘Papá, yo quiero competir’, como diciendo ‘se puede, por más que esté como esté’, es que decidimos ir por el ‘se puede’”, indicó.
Pero los kilómetros que recorre Sebastián no solo son con Mili, sino que también se reparten para ayudar a otros. Además, de su trabajo en la Secretaría de Minería y los preparativos para abrir su escuela de canotaje, los domingos pasea a personas con discapacidad para que “puedan sentir el viento en la cara”. “Yo siempre digo que mientras se pueda hay que compartir lo que uno tiene”, sostuvo.
Como Sebastián se solidariza con quienes puede, varias personas han hecho lo mismo para con su familia. Primero, le regalaron la mochila especial para que pueda cargar a su hija; después, recibió un par de zapatillas y una empresa se ofreció para construirle un baño en su casa que se adapte a las necesidades de la pequeña de 9 años.
Pese a que el caso de Mili se visibilizó en la ciudad rionegrina, los espacios públicos son deficitarios para personas con discapacidad. “Tenemos complicaciones con los colectivos, porque como la silla de ruedas para competir no se desarma, muchas veces no nos quieren llevar. Por otra parte, las calles no tienen pavimento y tampoco hay rampas”, señaló.
En ese sentido, es importante remarcar que la Escuela Primaria N.º 146, de San Antonio Oeste, a la que asiste Milagros, tampoco tiene un baño para discapacitados. “En esta época en la que estamos, toda escuela debe tener su baño para discapacidad. Tratamos de juntar firmas para presentar a la municipalidad y que finalmente se construya, pero no le dieron importancia”, explicó Sebastián.
El camino de Mili recién empieza, no solo tiene el deseo de seguir acompañando a su padre en el deporte, sino que anhela un sueño aún más grande, que dijo a gritos con la mirada iluminada y mientras daba pequeños saltos. “¡Quiero conocer a Lionel Messi!”, repitió tres veces con ahínco para que el gran Campeón del Mundo y uno de sus grandes ídolos la escuchara.
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