Falló por trece minutos, la historia del carpintero que quiso matar a Hitler e ideó un minucioso plan para lograrlo: “Yo intenté evitar la guerra”
Durante varios meses Georg Elser preparó un plan para asesinar al Führer y estuvo a tan solo 13 minutos de lograr su cometido.
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Hay personas que por sus acciones lograron contribuir a la historia para tener un mundo más justo. Otros trascendieron a raíz de sus inventos que permitieron conquistar mundos que antes no habían sido explorados. También están los que dejaron sentadas las bases para mejorar en la educación y quienes con sus ideas lograron abrir la mente de millones de personas.
Pero también existen personas que pudieron haber cambiado el rumbo de la historia contemporánea mundial y, sin embargo, por diversas cuestiones muy poco se sabe de ellas.
El carpintero que pudo haber sido un héroe mundial
Uno de estos hombres fue Georg Elser, un habilidoso carpintero y músico que nació en 1903 en el seno de una familia humilde en el sur de Alemania y que por apenas 13 minutos no logró, como él mismo dijo, evitar el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial.
“Tras el progresivo deterioro de las condiciones laborales desde que Hitler fue nombrado canciller (en 1933) su agresiva política exterior y la invasión de Polonia el 1 de setiembre de 1939, Elser confirmó lo que ya venía venir: que se iba a desencadenar una guerra que acabaría con el pueblo alemán. La única forma de evitarlo era asesinando a los orquestadores del futuro panorama”, dice a La Nación Alexis Rúbies Giramés, profesor de Filosofía y Máster en Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología.
Elser tenía claro que la única forma de parar la barbarie nazi era matando a Hitler. Y ese pensamiento fue calando hondo en su interior hasta que en poco tiempo se convenció de que esa idea podía ser su misión, el sentido que, quizás, le faltaba a su vida por lo que preparó sistemáticamente su plan desde finales de setiembre de 1938.

Todo parecía bajo control
Elser, que era el mayor de cinco hermanos, estaba convencido de que la forma más efectiva de eliminar a Hitler era colocando una bomba en Bürgerbraukeller, la cervecería en la que el líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán llevaba años seduciendo a propios y extraños con un discurso basado en la absoluta hegemonía de la Alemania nazi en el continente europeo.
El carpintero pensaba que en una sala cerrada en la que la onda expansiva, dada la cercanía de la columna donde se colocaría el artefacto con la tarima donde Hitler iba a hablar, mataría a los más cercanos a ella, entre ellos el Führer.
Otra cosa que sabía era que Hitler regresaba todos los años a Munich el 8 de noviembre para conmemorar el Putsch del 23 (el fallido golpe de Estado contra la República de Weimar por el que había estado preso en Bürgerbraukeller).
Elser comenzó a planificar todos los detalles. Su idea era colocar el explosivo dentro de una columna ubicada a espaldas del lugar en el que Hitler daba sus discursos. Como no podía hacer detonar la bomba con sus propias manos, debía calcular el instante en que Hitler iría a ocupar ese lugar y la cantidad de minutos que duraría su monólogo para poder dejar programada la explosión.

¿Qué fue lo que falló?
La bomba la colocó dos días antes, el 6 de noviembre, en un agujero que había hecho en la columna de detrás del atril donde Hitler iba a dar el discurso. Activó el mecanismo de los dos relojes y dejó que los acontecimientos siguieran su curso. Sin embargo, el destino le jugó una muy mala pasada.
“Hitler hizo inusualmente corto su discurso esa vez ya que posteriormente debía regresar a Berlín y las condiciones meteorológicas impedían que pudiera hacerlo en avión. Para ello tuvo que tomar un tren. Dejó la sala junto con otros altos cargos nazis a las 21:07 y la bomba estalló 13 minutos después”, explica Rúbies Giramés, socio fundador de ViuBerlín, un proyecto basado en tours culturales, que procura acercar la historia de la ciudad de Berlín, especialmente, y de toda Alemania turistas de todo el mundo.
Un merecido homenaje en pleno Berlín
Al poco tiempo Elser fue detenido como consecuencia de una investigación que realizó la Gestapo al hallar que se había tratado de una bomba artesanal y de relojería. Mientras era torturado confesó haber sido el único perpetrador del atentando.

En uno de los interrogatorios Elser pronunció su frase más importante y emblemática, “Yo intenté evitar la guerra”, que está escrita a modo de homenaje en el suelo de la calle de las cancillerías en Berlín, la Wihlhelmstrasse, una zona plagada de recuerdos a las víctimas del Holocausto donde se encuentran varios paneles que relatan los hechos acontecidos durante la dictadura nazi.
“Elser representa para mí el sentido común, la idea de resistencia. Aun cuando todo iba en su contra, supo mantenerse fiel a sus convicciones y no dejarse arrastrar por la masa, por la propaganda, por la manipulación y el odio. Un ser humano que valoraba que lo que nos hace precisamente humanos no es otra cosa que respetar la vida de los demás y, llegar a ser en este mundo, en esta vida en la que estamos de paso, todo lo libres e independientes que podamos ya que, para que haya amor verdadero, la condición a priori, sine qua non, que se precisa es precisamente que exista la libertad individual”, opina Rúbies Giramés.
Finalmente, Elser pasó cinco años en el campo de concentración de Dachau y fue ejecutado el 9 de abril de 1945, cinco meses antes de que finalizara esa guerra que tantas noches soñó que la podía evitar.
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