Functional para chicos: los gimnasios abren un espacio infantil
Ven a sus papás hacer sentadillas, estocadas, planchas, colgarse de bandas elásticas y de suspensión y levantar pelotas. Los ven ir dos, tres, cuatro veces por semana al centro de entrenamiento, y en varias ocasiones los acompañan y son testigos de su esfuerzo. Por eso, apenas ciertos locales comenzaron a ofrecer clases de gimnasia funcional para chicos, ellos fueron los primeros en pedir anotarse. Y por eso hoy es cada vez más común que la grilla de horarios de los lugares especializados en este entrenamiento, así como boxes de crossfit y gimnasios cuenten con un espacio dedicado a los niños, que también pueden empezar a moverse y ejercitarse usando su propia fuerza y trabajando todos los músculos en acciones que buscan imitar la cotidianidad.
"Cuando la pediatra nos recomendó que nuestro hijo hiciera algún tipo de actividad, le propusimos hacer gimnasia funcional en el espacio donde yo hacía crossfit, ya que daban clases para chicos. Me sorprendió lo mucho que le gustó, porque siempre fue ‘cero deporte’, y vive con el celular, la tablet y la Play", describe Dolores, mamá de Santino Ruocco, de 9 años, que hizo del entrenamiento una vez por semana su rutina del año. "Eso sí, nunca me quedé a verlo porque quise que fuera su espacio y su lugar", detalla la madre, que evalúa que su hijo continúe las clases en este 2020 si es que el centro lo ofrece.
Ambos asistieron a Roots Training, uno de los lugares que decidieron innovar y dar este tipo de clases también para chicos. "Tenemos división por edades, de tres a cuatro años y de seis a ocho o nueve, dependiendo un poco de las habilidades deportivas y su historia. Más que nada el nivel tiene que ver con si hicieron deporte previamente", detalla Yasmin Blale, cofundadora del emprendimiento. En este caso, el trabajo parte de habilidades motoras básicas y movimientos innatos de cualquier chico a partir de 2 años, como correr, saltar, trepar, empujar, rolar y traccionar. Así, se comienza con una entrada en calor con un juego, se continúa con el aprendizaje de la técnica de algún ejercicio específico, luego con un circuito que impulsa la creatividad y otro más parecido al de los adultos (aplicando alguna técnica ya aprendida), para finalizar con un regreso a la calma que puede incluir estiramiento, respiración y hasta dibujos de lo aprendido en el pizarrón, entre otras variantes de una clase que siempre tiene a lo lúdico como guía principal.
"Todo es a modo de recreación. Al comienzo, el juego tiene como objetivo conocer a los compañeros del día y también bajar la energía con la que llegan, porque sino es difícil enfocar la atención cuando luego se les quiere explicar algo de técnica", apunta Blale, que enseguida agrega que todo aprendizaje concreto es corto y sencillo, porque los estímulos son muchos (desde la música que suena a algún adulto entrenando cerca) y siempre se corre el riesgo de aburrirlos. Entre las técnicas que se enseñan pueden rotar la plancha, los burpees (ejercicio clásico de esta práctica que fue aggiornado de las prácticas de los militares estadounidenses y consiste en acostarse en el suelo y levantarse de un salto repetidas veces), las sentadillas y algunas posiciones en las bandas elásticas o de suspensión.
El valor de la imitación
Otro de los grandes pioneros en el rubro fue SportClub, la cadena deportiva que hace siete años creó la marca SportFunctional como respuesta al auge del crossfit, una disciplina que, para aplicarse oficialmente, exigía tener los boxes o espacios de trabajo fuera de los gimnasios. Así, la empresa decidió darle fuerza a este otro movimiento aún incipiente por aquellos años, y la respuesta fue más que positiva: "Eran clases con formato para 20 personas y terminaban viniendo 50 o 60", recuerda con orgullo Roxana Blanco, creadora del segmento junto a Marcelo Pérez, quien se capacitó en el mismo en Estados Unidos.
Un tiempo después, fue a esta misma dupla a la que se ocurrió generar la clase Functional Kids, casi por casualidad. "Los sábados a las 10 de la mañana había una clase de Functional en la sede de Núñez, y muchos padres traían a sus chicos y los dejaban al costado, mirando. Muchas veces pasaba que se ponían a imitar los movimientos sin elementos. Hacían burpees, sentadillas, saltos, siguiendo a Marcelo, que siempre atrae a los niños porque es grandote y parece un superhéroe", detalla Blanco. La idea de crear una clase ad hoc para ellos decantó de inmediato, y hoy es una variante muy concurrida en aquellas sedes en las que ya existían actividades infantiles previas, como natación, fútbol o básquet. "La clase es como la de los adultos, pero sin materiales y trabajando en cambio con el propio peso del cuerpo. También es más lúdica y con estaciones de menos tiempo, resultando en cuatro circuitos totales, en los que a veces incluso los hacemos trabajar en equipos, para que se diviertan más", cuenta Roxana. Y si bien un niño de seis u ocho años no puede hacer abdominales, sí puede subir a la soga, caminar en cuatro patas, trepar y hasta acarrear a su compañero al estilo carretilla, en un formato de entrenamiento muy divertido y que jamás es igual a otro.
Ya con dos años de existencia de estas clases, la respuesta de los padres es clara y reiterada. Mientras algunos agradecen el hecho de poder sacar a sus hijos por un rato de adelante de las pantallas, otros elogian la apertura del círculo social que les brinda relacionarse con otros chicos por fuera del colegio. Y todos en general notan un cambio de postura, viendo cómo sus hijos pasan de estar con los hombros hacia delante y encorvados a salir de la clase caminando en eje, con la cabeza levantada y derechos. "Además, trabajar habilidades motoras básicas como el equilibrio, la fuerza, la resistencia y la agilidad hace que empiecen a ejercitar también la lateralidad del cerebro. Eso los hace mucho más despiertos ante diferentes situaciones de la vida diaria, mejorando la atención y la concentración", apunta la profesora.
Para el reconocido entrenador Daniel Tangona, la prueba del éxito de esta disciplina no le llegó trabajando sino en casa. Lo comprobó cuando su hijo Francisco, de 16 años, probó una clase de funcional después de oír su recomendación tras varias idas al gimnasio a hacer solo aparatos y aburrirse. Si bien la que su hijo hace no es una modalidad para niños, el resultado –hoy Francisco entrena tres veces por semana– lo convenció del éxito de esta práctica, que ahora sugiere sin dudar. "Tal como a los grandes, si a los chicos les armás un plan de entrenamiento rutinario, lo van a abandonar. Ellos tienen que jugar, divertirse, generar grupos. No puede haber tiranía en esto, porque sino es insostenible. Y en tiempos de exceso y abuso de tecnología, es cada vez más importante que se puedan comprometer con algo físico", sostiene. Los trabajos de fuerza, flexibilidad, equilibrio, y por sobre todo la recreación que brinda una práctica como la gimnasia funcional le resultan perfectos, asegura, para crear compromiso. El que hace falta para sostener en el tiempo un hábito que puede acercarnos, incluso de chicos, a la versión más saludable e integral de nosotros mismos.