Hijos falsos, exilio y peleas de gallos: la caída de Miguel de Rumania, que fue rey a los seis años
La monarquía rumana conserva aún su popularidad en el país a pesar de que su último representante reinó hasta 1947. Así lo demostró el pueblo cuando en 2017 murió su rey Miguel: miles de personas lo acompañaron en el funeral celebrado en Bucarest adonde pudo regresar después de décadas de exilio en el extranjero en 1997.
El joven rey
Miguel de Rumania era conocido por sus múltiples conexiones con las familias reales europeas, de ahí su importancia en el mapa monárquico del mundo. Por un lado, era descendiente directo de la Reina Victoria de Inglaterra y del zar Alejandro II de Rusia, así como nieto de Constantino I de Grecia y de Sofía de Prusia. Primo, por tanto, de la reina Sofía de España y pariente del rey Juan Carlos.
Sin embargo, la de Miguel es una historia caída en desgracia desde el principio. Cuando nació, en 1921, su padre Carlos, el príncipe heredero, escapó de su familia y se instaló en París con su amante. A los seis años tuvo que suspender su infancia para ser coronado rey después de la muerte de su abuelo y de la renuncia de su padre. El delirio de un rey niño duró poco: Carlos regresó de Francia para reclamar su título, recuperar el poder al que había abdicado e instalar una dictadura caracterizada por la cercanía con Hitler. Debido a esta amistad, el primer ministro de Rumania lo obligó a renunciar por lo que, a los 18 años, Miguel volvió a ejercer su función de rey durante siete años. En 1947, con Rumania bajo el mando de la Unión Soviética, los comunistas desterraron al monarca de su país y éste tuvo que exiliarse en Suiza durante más de cincuenta años.
El único sosiego que encontró Miguel durante esa época –y su vida entera- fue el encuentro con quien sería su esposa, Ana Borbón-Parma, a quien conoció durante la boda de la todavía princesa Isabel del Reino Unido con Felipe de Edimburgo. La historia de amor culminó con una familia de cinco hijas que más que felicidad les trajeron grandes dolores de cabeza al matrimonio de enamorados que se mantuvo siempre unido a pesar de las circunstancias. De hecho, la reina Ana falleció en 2016 y un año después Miguel sufrió un revés tan grande en un cáncer que sufría desde hacía décadas que también murió con ella.
El mal de amores de las princesas alocadas
Margarita, la primera hija de Miguel y Ana nacida en 1949, es la actual heredera al trono desaparecido de Rumania. Con Felipe de Edimburgo como padrino de nacimiento, la princesa estudió en Inglaterra, colaboró con la OMS y terminó trabajando para Naciones Unidas. Parecía un itinerario adecuado para una posible sucesora hasta que en 1996 anunció que iba a casarse con un actor llamado Radu Duda.
Después del casamiento, la dudosa ética del actor –quien ya no era del agrado de los padres de la princesa- terminó de confirmarse cuando el consorte de Margarita fue uno de los protagonistas de un escándalo de corrupción de más de siete millones de euros. No conforme con el dinero, años más tarde, Radu quiso postularse para ser presidente del país. Frente a esto, Miguel le prohibió a su yerno cualquier vínculo con la política. En la actualidad, si bien Rumania continúa sin monarquía se especula con preocupación qué podría suceder si el ambicioso Radu llegara al trono de la mano de su esposa.
Las obras de caridad se han convertido en la ocupación principal de Elena, la segunda hija del matrimonio, a las que se dedica por completo junto con a su marido Alexander Philips Nixon. Se trata de un segundo matrimonio. Elena tuvo dos hijos de su primera unión nupcial con Robin Medforth-Mills, Nicolás y Karina.
Con la mirada puesta en la sucesión de un trono invisible, Miguel consideraba a Nicolás un digno sucesor de la corona, el único varón de la familia, que quizás podría restaurar la monarquía en Rumania. Pero el deseo no pudo ser: su abuelo le quitó cualquier derecho sucesorio al enterarse de que Nicolás no sólo había dejado embarazada a una de sus asesoras, sino que también le había pedido que se haga un aborto.
La tercera decepción de Ana y Miguel fue el comportamiento perturbador de Irina, su tercera hija, que, después de irse a Estados Unidos en cuanto la mayoría de edad se lo permitió, se casó y tuvo dos hijos. Divorciada en 2003, la princesa volvió a casarse con un sujeto llamado John Wesley Walker con el que organizaba peleas de gallos ilegales. Cuando fueron descubiertos, los condenaron a tres años de cárcel. Irina, además, fue despojada de sus títulos y sus derechos sucesorios al trono.
Sofía, la cuarta hija de Miguel y Ana, recibe el nombre en honor a su madrina la reina de España. Cuando en 1998 se casó con el empresario francés Alain Michel Biarneix comenzaron los conflictos. Las noticias del momento cuentan que el marido era un fabulador que utilizaba títulos falsos y que se hacía pasar por descendiente directo de la familia de Habsburgo. En cuanto Miguel lo supo, le quitó al matrimonio todos los derechos sucesorios.
La más pequeña, María, siempre pareció la más sensata de las cinco, aunque, con la misma mala suerte que sus hermanas en el amor, decepcionó a su padre cuando en 2003 se divorció de Casimir Mystkowski, el único yerno a quien Miguel y Ana le tenían afecto.
Escándalo post mortem
De carácter reservado y taciturno con una moral al parecer estricta y disciplinada, Miguel no hubiese tolerado las declaraciones del francés Jean-François Caracci, un experto en arte que, en la actualidad, dice ser su hijo.
Nacido en Bucarest en 1981, Caracci asegura ser el fruto de una relación incestuosa entre la princesa Sofía de Rumania y su padre. Si bien no hay pruebas fehacientes de ADN, el supuesto hijo ha declarado que es un secreto familiar: "La sangre real fluye por mis venas. Fui internado en un orfanato y luego adoptado por una familia franco-italiana rica".